Casi nada. El peso de la religión y de las leyes de fuera y de dentro, esconden la comodidad y el miedo, de quienes se quedaron con la derrota en la cruz. Pero ¡el Señor Vive! El amado Jesús venció la ignominia, la injusticia, la mentira y el odio de los poderosos y el desamor y la traición de los pobres sin espíritu. Desde ese momento para nosotros el crimen y la muerte propiciada por los injustos ya no es la última palabra.
Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre*
A hora hay que danzar tocados por el “espíritu” de a saber quién, para al igual que Caín decir: ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?
Somos hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios; aunque hay algunos que predican que hijos de Dios son sólo los que creen en su palabra. Y con ello pretenden ser los administradores de la Voluntad de Dios. Pretenden delimitar la soberanía de Dios a su pequeño mundillo de menos del 20 % de la humanidad.
Otros están tan avanzados, que se han alejado de la realidad de los hermanos y hermanas y con ello de la presencia real de Jesús que camina con la gente. Pero eso sí, tienen un enorme séquito que se leen y aplauden entre sí extasiados con esa bellas y rimbombantes palabras llenas de compromiso y glamour: liberación, praxis, iglesia popular, iglesia de base, nuevo modelo de iglesia, insertos entre los pobres, y ahí están, entregando su vida en cada momento por los pobres, pero solo en su mente y en los discursos y escritos de sus amigos.
Cien mil tesis sobre la pila bautismal, cien mil tesis sobre la vida de los pobres y de como hallar a Jesús entre ellos… Quizá piensan que el Señor se esconde y que es necesario desvelarlo con todas sus sabias teorías.
Ese ejercicio teórico, religioso, teológico; es el que nos llevará a la presencia del amado y de nuestros hermanos y hermanas que más sufren. Es decir, hay que poner la carreta delante de los bueyes, ahora hay que parecer, pero no ser, porque eso está mal visto y es peligroso. Ahora le llamamos prudencia al hecho de dar la espalda a los otros…aunque sean mis hermanos y hermanas.
Pero también tristemente, nuestras universidades florecen al amparo de estas tesis, sobre la pila bautismal. Repetimos una y mil veces esos fundamentos tan fundamentales que nos terminan dejando en el aire y en la inacción encubierta de academicismos. Y de paso se citan entre sí nuestros grandes pensadores, que van dejando soterradas las fuentes que vienen de aquellos que connaturalmente esa era su trinchera y sin lugar a dudas, nadie podía pensar que bebían de la pila bautismal.
Haciendo un ejercicio de imaginación, consideremos a tantos cristianos evangélicos que testimoniaban su fe y por eso fueron asesinados por la dictadura militar, y parece que no es cómodo acordarse de ellos.
Imaginar a Monseñor Romero, ahora llamado justamente San Romero. A Ignacio Ellacuría que mostraba que la realidad hay que verla con ciencia y amor.
Seguramente muchos de esos cristianos evangélicos y católicos, también estarían entre los expulsados por el sistema, para convertir su vida y esfuerzo en remesas. Otros estarían entre los desempleados, entre aquellos que les notificaron que su plaza ya no era necesaria; ellos estarían alzando su voz por eso, porque no hay medicina para los pobres, porque no hay justicia, porque no hay un Estado de Derecho que les ampare. Sin duda serían enemigos peligrosos del sistema.
Imagino a Monseñor Romero, caminando y acompañando a su gente afligida, viendo por los presos y por los enfermos, viendo por los que lloran a sus seres queridos. Veo a Monseñor Romero denunciando la idolatría de ese poder basado en la mentira y el miedo, y llamando a la conversión al tirano de turno que se entroniza manipulando la imagen de Dios.
Soñemos la Esperanza, para hacerla realidad con el Espíritu de Jesús.
*Investigador y Docente universitario