RELATO DE MANUEL ALCÁNTARA: El árbol caído.

Por Manuel Alcántara Sáez.

Los árboles no dejan ver el bosque. Una de entre tantas frases manidas que a menudo se usan para salir del paso ante una situación compleja cuando uno se pierde ante los detalles que dificultan la visión del conjunto borroso. Sin embargo, hoy se siente con derecho cabal a usarla. Camina por un estrecho sendero inmerso en una tupida masa forestal de la que la experta guía identifica a la perfección las diferentes especies: cocobolos, cuipos, espavés, panamás, ceibas, tecas, caobas, palmas y otras cuyos nombres se le escapan; de hecho, solo ha reconocido el de las últimas. Todas configuran una sinfonía en la que los monos aulladores son solistas en las alturas y las sombras que producen los rayos solares hacen el contrapunto.

El bosque es una abstracción que, no obstante, tiene una existencia real al hablar del empeño de reforestación en el que están comprometidos diferentes grupos humanos. Una empresa que enlaza intereses corporativos deseosos de asegurar una rentabilidad de la inversión a largo plazo con otros que entienden que es una forma de generar empleo y de asentar población en tierras en peligro de abandono total. Pero también está el impulso vocacional de quienes con un compromiso arraigado muy profundo entienden que es una misión que debe llevarse a cabo para asegurar el futuro de la humanidad. Luego está la pulsión social y económica por la fijación del carbono y todo el complejo sistema de bonos inserto en la lógica del capitalismo. Es un rosario de propósitos de jerarquía diferente que terminan convergiendo con resultados que no siempre son del agrado de todas las partes.

La contienda histórica permanente entre los intereses de los cazadores y de los agricultores, entre estos y los ganaderos y entre estos y las empresas madereras se salda al final con procesos de deforestación masiva por doquier. El fuego, la tala, el abandono, la contaminación son sus particulares jinetes del apocalipsis. Además, la biodiversidad que da cabida al ecosistema de los bosques se ve esquilmada cuando se llevan a cabo políticas de repoblamiento con especies únicas. La desidia es el otro componente. ¿A quién importa una realidad a la que viven de espaldas los habitantes de las grandes ciudades y, pero aun, la gente del mundo rural que entiende que la mera existencia de los bosques supone una seria limitación a la expansión de otras actividades supuestamente más lucrativas?

El pequeño grupo que se desplaza bajo la cobija de las copas de los árboles toma caminos que confunden al lego cuyo andar es errático. Descuidado por el sentido de la senda, ajeno a la abrumadora biodiversidad que le anuncian está presente en el entorno siente, sin embargo, un vacío profundo. No importa la imperiosa necesidad existente en favor de la recuperación, una palabra que adquiere el rango de tótem. La restauración requiere de educación, de compromiso ciudadano, de alertas preventivas, de cambios en la lógica del consumo, de planificar la vida. Pero él continúa ensimismado. Ni siquiera el reto que supone construir el enlace entre lo biológico y lo social reclama por ahora su atención. Es más de lo mismo. En un momento ha escuchado de la importancia del suelo como un factor activo para nada ajeno al ciclo de la vida. Algo que pronto va a experimentar cuando sus pies y sus pantorrillas luzcan decenas de picaduras, pero no es la parte biológicamente viva de la que le hablan sino de otro tipo de piso donde categorías inorgánicas dominan el lenguaje. No entiende prácticamente nada de lo que escucha o quizá prefiere no querer concebir la complejidad en la arquitectura de su vida. Una vez más.

En un recodo ha visto al árbol caído. No es el primero con el que se topa, pero este le ha llamado poderosamente la atención. Sabe que en esta ocasión nadie va a retirarlo para aprovecharlo de algún modo. No será pasto del hacha para producir leña, ni de la sierra para convertirlo en tablas, ni de la trituradora que lo haga serrín. Permanecerá allí hasta que el agua, el calor y las muy diferentes familias de roedores, aves, insectos y bacterias terminen integrándolo todo en el bosque de otra manera. Pero mientras esto ocurra en un proceso que durará tiempo su presencia le resulta turbadora. Ha caído y ha dejado de ser árbol. ¿Apenas una rama? Piensa en esa imagen presente en diversas metáforas constructoras de sentidos culturales de distintas sociedades. Le viene a la memoria el olmo viejo herido por el rayo de Antonio Machado. Calla.

Pero todo ello representa una mera distracción, un juego galante con disquisiciones seudo intelectuales en relación con el propósito del viaje. Porque la palabra que no le ha dejado en ningún instante de bullir en la cabeza, Darién, el lugar donde ahora se encuentra, ha sido una obsesión durante su vida. El epítome de la discontinuidad, el territorio infranqueable, la disolución de la soberanía, el espacio del contrabando, la trampa para miles de migrantes que perdieron su vida o su salud en el tránsito inhóspito. La dificultad de incorporarla en un discurso académico al intentar explicar los problemas de la región, los procesos de construcción del estado-nación, la integración regional.

Han subido una loma que les ha conducido a un potrero. Es el límite de lo que en su momento fue deforestado. Han terminado la inmersión en una realidad ajena, pero portentosa. El día es espléndido. Las ideas se enmarañan en su cabeza y el árbol caído se alza confusamente como una respuesta inserta en el ciclo de la vida. Un despojo aparentemente abandonado que ahora tiene su nuevo lugar y una función que revierte su exposición aérea para confundirse con el terreno. Postrado en la vereda del camino piensa si no es lo que le ocurre en su existencia. Entiende entonces el significado de aquella sentencia extraña de no hacer leña del árbol caído. Aunque supuestamente esté muerto hay numerosas especies que durante mucho tiempo van a vivir gracias a él.

Si te gustó, compártelo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial