QUIEBRA ECONÓMICA. DE PRESTACIÓN DE SERVICIO A PRÉSTAMO FORZOSO.

Por: Fernán Camilo Álvarez Consuegra.

Varios medios oficialistas, pregonan desde mediados del primer Gobierno de Bukele, que vivimos una revolución; una transformación que romperá con el pasado y será un nuevo inicio para el país, gozando de autentica independencia. Esta forma de pensamiento se denomina “adanismo”. La fuerza económica que sostiene este cambio, son los recursos privados nacionales, luego de agotarse los créditos internacionales. Dándose mediante engaño, una forma de préstamo forzoso.

Esta “revolución” ha cambiado el rol de la persona humana, pasando de ser “soberano” (Art.83 Cn): o sea de ser “sujeto de derecho” a ser un “objeto del derecho”, o sea a servir al Estado, según mandato soberano del Gobierno. Un cambio que la población general, aún no lo percibe claramente o la entiende.

La deuda soberana de El Salvador hasta diciembre de 2024, era de $ 26,310 millones, equivalente al 83.85 % del PIB, esta deuda recae sobre todos sus habitantes como “ciudadanos del Estado” y que su pago, dependerá de la producción y recaudación nacional durante el plazo de la deuda; pero al no contar con el financiamiento internacional, por los erróneos manejos de las finanzas públicas, el Estado ha recurrido a prestamos directos al sector bancario nacional: cumpliendo sus obligaciones de corto plazo con fondos extraídos de las AFP.

Otra forma de sostener al Estado es ofrecer subsidios a la población, por medio del crédito privado, ejemplo: subsidio a la agricultura, mediante tarjetas de compra en los agro servicios y no pagarlo en su totalidad. Igual practica se ha aplicado a quienes ha suministrado zapatos, uniformes, paquetes escolares y otros servicios al Estado, hasta deber este mas de 100 millones de dólares.

El desalojo de vendedores y remodelación en el Centro Histórico ha sido posible por la venta de inmuebles a bajo precio, y el desalojo de cientos de vendedores, que no ven una nueva oportunidad de empleo, sino que enfrentan el desempleo ante la transformación de su entorno, al cual ya no pueden acceder por razones económicas. Esta transformación es a costa de los mismos salvadoreños, beneficiando al Estado.

Los cambios drásticos en los Estados Unidos son causa de la caída en los índices bursátiles y anticipa un crecimiento negativo en dicho país. Este decrecimiento económico llega hasta China. Nuestra dependencia de Estados Unidos y la precaria economía, a la que se le exige una serie de ajustes fiscales condicionados por el FMI, hacen pensar que la burbuja económica inmobiliaria que vive El Salvador está por romperse.

El bienestar económico que aparenta el país es producto de esa burbuja, que sólo se presenta en ciertos niveles financieros, pero que no se percibe de forma integral en la sociedad salvadoreña. El retorno de inmigrantes y la imposibilidad de emigrar a Estados Unidos, si no se vuelca hacia terceros países centroamericanos, podría acelerar condiciones desfavorables en el país.

Es poco probable que el Gobierno aplique las recomendaciones del FMI que afecte los negocios particulares del oficialismo y el Estado, tendrá que recurrir a un mayor fondeo de particulares, mediante oferta de negocios, que luego se conviertan en un préstamo forzoso y se vea en la necesidad de anunciar mayores obras públicas que se queden en proyectos de fantasía.

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