Por: Jesús Arturo Navarro Ramos. (ITESO – México)
La sola idea de la precariedad de salud del Papa Francisco ha activado las alarmas, tanto para los grupos más conservadores como los más progresistas en la Iglesia Católica. ¿Hacia dónde se dirigen los reflectores en el contexto de pre-Cónclave? Varias claves señalan el rumbo. En primer lugar, el Papa Francisco continúa delicado, así lo señalan los informes médicos. Al momento de escribir este texto han pasado ya dos semanas y media de su ingreso al hospital. La estancia ha estado marcada por tres notas: el Papa ha tenido crisis que lo ponen en situación riesgosa; el Papa continúa trabajando a pesar de la enfermedad; y se dice que no hay clima de preparación al Cónclave. Al mismo tiempo, en las redes han aparecido en distintos lugares notas falsas señalando que el Papa ya ha muerto y se espera un tiempo para organizar el Cónclave y dar a conocer la noticia. Incluso se especulaba que tal nota se conocería el 3 de marzo. En ambos casos, el secretismo en época de posverdad toma nuevo auge.
La historia de las elecciones papales muestra que nada hay más organizado que el protocolo y ritual que se ha de seguir en caso de muerte de cualquier pontífice y la organización del Cónclave: se declarará al mismo tiempo la muerte del Papa y la Sede vacante. En segundo término, se convoca a los cardenales a Roma. Se realizan los funerales tratando de no hablar del Cónclave, pero teniendo este evento en el pensamiento de cada actor relevante. El tercer momento es cuando el Decano del Colegio cardenalicio convoca a los cardenales a las reuniones llamadas “congregaciones” para hablar de dos asuntos: el estado de la Iglesia en el momento y el perfil de Papa que se requiere ante esas circunstancias. En estas reuniones participan por obligación los cardenales electores (137), pero pueden participar los cardenales que han sobrepasado la edad para ser elegidos (115). Este es uno de los momentos más densos porque convergen en la discusión todos los grupos y tendencias eclesiales. El cuarto momento es la realización del Cónclave y la elección donde de realizarse en este momento participarán 137 cardenales. Ahí, el sigilo, la discreción y el secreto con los elementos de fondo. La forma se expresa en las conversaciones públicas, en las celebraciones, en la negación de querer ser elegido y en señalar que será el Espíritu Santo el gran elector. Por este ambiente cerrado en épocas del imperio del flujo de información a través de internet ha colocado a la película Cónclave como un referente para muchos.
La costumbre de encerrar a los cardenales bajo llave para elegir al Papa data de 1274. Los detalles de organización y desarrollo del Cónclave se encuentran en la Constitución Apostólica Universi Dominici gregis preparada por Juan Pablo II y reformada por Benedicto XVI. Dos hechos marcan la diferencia con otros cónclaves: participan 34 cardenales religiosos que implica el 25% de electores procedentes de la vida religiosa y el 75% del clero diocesano. El segundo es que la Constitución señala el número máximo de 120 cardenales electores y actualmente se rebasa el número con 17. Se asume que todos participan en la elección en atención al número 35 de la citada Constitución “Ningún Cardenal elector podrá ser excluido de la elección, activa o pasiva, por ningún motivo o pretexto”.
Un elemento que los medios de comunicación han explorado es el nombre del futuro Papa. Atendiendo a la prudencia del analista, es difícil señalar a uno, sin embargo, hay que decir que las notas periodísticas de los días previos se han decantado por hablar sólo de dos grupos: los tradicionalistas y los reformadores. En mi opinión, no se ha observado a dos grupos: los moderados y los emergentes.
En el grupo de los tradicionalistas se señala a Robert Sarah (79 años punta de lanza con agenda litúrgica tradicional y moral), Gerhard Müller (77 años, agenda provida y doctrinal), Raymond Burke (agenda provida, moral y recuperación de la liturgia tradicional). En el extremo, se ubica claramente como reformador al Cardenal Luis Antonio Tagle (67 años), Pro-prefecto de la Sección para la primera evangelización y las nuevas iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización. En el grupo de los moderados se señala a Matteo Zuppi (69 años), arzobispo de Bolonia y presidente de la CEI, Pietro Parolin (70 años), secretario de Estado y Peter Turkson (Ghana, 76 años) considerado progresista por su involucramiento en temas de justicia social, ecología y desarrollo humano. Frente a estos, ha aparecido un grupo emergente procedente de la vida religiosa: el Cardenal Ángel Fernández Artime, SDB (64 años) ex superior general de los salesianos, Pro-prefecto del Dicasterio para la Vida Consagrada que realiza su trabajo bajo la figura de la hermana Simona Brambila; y el Cardenal Cristóbal López Romero, (72 años) arzobispo de Rabat. A ambos se les reconoce el compromiso con la educación, pero particularmente al arzobispo de Rabat el trabajo misionero, la defensa y reivindicación de derechos humanos y proceder de un país periférico.
Aquí hay un grupo de 9 que representan el 6.5 % de los electores. No están nominados todavía, pero sí nombrados. Sin embargo, puede haber sorpresas…