Por: MIGUEL BLANDINO.
De estar en el Zócalo reafirmando la decisión de luchar por mantener en alto la bandera tricolor, a estar en esa misma Plaza de la Constitución para bailar con música en vivo y festejar la victoria de Claudia en nombre y representación de todo el pueblo de México, hubo un solo paso.
Y ese paso fue el que dio Claudia en la cuarta conversación telefónica con Donald Trump.
¡A México se le respeta!, dijo Claudia, y la bravata trumpista no pasó de ahí.
Nada de amenazas y nada de aranceles, porque todos los productos -o casi todos- que son exportados desde México y que cruzan la frontera norte con destino al mercado estadounidense ya están dentro del TMEC y eso no va a variar.
No es lo mismo Chana que Juana, aunque se parezcan.
En su perorata del Estado de la Nación, ante todos los congresistas reunidos y frente a todas las cámaras televisivas del mundo, Trump rabioso escupía la baba de perro hidrofóbico que le gusta exhibir. Y dijo -en otras palabras- que el mundo tendría que arrodillarse y obedecer su exigencia de tributos al imperio.
Pero Claudia invocó al espíritu patriótico de México y convocó al pueblo a la Plaza el próximo domingo, para desde ahí responderle con firmeza al osado irresponsable falto de respeto. “Más si osare un extraño enemigo profanar con su planta…”, recitó la dignataria de todos y cada uno de los integrantes de la Nación de Naciones.
Y Trump reculó:
El dos de abril, dijo el insolente, vamos a revisar los aranceles con todo el mundo.
¿No que no? Ahora el viejo mañoso ya vio de qué lado masca la iguana.
Claudia, no tengo ninguna duda, lo paró en seco porque le recordó que ella no es ni por cerca solo una simple e indefensa mujer, como las que ese viejo misógino acostumbra maltratar, sino una dignataria que representa a todo un pueblo que es absolutamente digno y que hoy, gracias a la Cuarta Transformación, se encuentra pletórico de orgullo de su historia, cultura y raza.
Como dice el lema de la UNAM: “Por mi raza hablará el espíritu”.
¡Y el espíritu habló!