El Tango Húngaro

Francisco Parada Walsh


¿Qué puedo decir de mi tango Cambalache?: Que su letra sigue vigente como un claro reflejo que describe la enfermiza sociedad desde que Dios pensó y dijo: “Haré al hombre a mi imagen, algo, algo conforme a mi semejanza” pero encontrar en Hungría un crudísimo tango llamado Domingo Sombrío es para preguntarse si sólo en la tierra del Diego se sufren los tangos o el tango con sus amores y sus dolores es universal. Puedo afirmar que en Hungría, tierra de exquisita gastronomía, de cuevas de aguas termales, infinitas praderas, sinagogas y basílicas se vive el tango; en un rincón de El Salvador se sufre un tango, tal vez no se baile pero en cada casa de cartón se escribe un tango. Escribiré por mí pero en el drama de la vida dos canciones lloran y gimen la vida de cualquiera. Fue un domingo, era diciembre de 1932 que Rezso serres desecho, derrotado y sin cariño se encerró para escribir en menos de una hora una de las canciones más tristes de la historia. Serres escribió esta canción dos años antes que Discépolo reventara el planeta Tierra Roja con su doloroso y profético tango, un himno a una vacía sociedad.

¿Cómo dos genios intercalan el dolor, el pesar sin conocerse?: Serres admiraba a Puskas, a Kubala; Discépolo admiraba al Messi, al Diego, a las gatitas del Gordo Porcel, a pesar de las alegrías que el futbol les daba no pudieron dejar de ver en la cancha el dolor de la tragedia humana. Fui uno de los primeros en comprar la tarjeta para ir al cabaret “El Zorro Rojo” a admirar al dueto Serres-Discépolo; entré al bar, me sirvieron un ginebra, en la penumbra diviso a los cantantes, ambos afinan por última vez sus instrumentos; Serres acaricia el bandoneón mientras Discéopolo juega con el címbalo; en otra mesa está un tal Joan Manuel Serrat. Es Discépolo quien empieza a cantar mientras Serres no puede ocultar su tristeza.

Discépolo: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también”. Serres: “Los domingos son tristes. Horas sin dormir. Cariño, las sombras con las que vivo son innumerables”. Los domingos forman parte de esa porquería, lunes o domingo serán lo mismo en el quinientos seis y en el dos mil diez y ocho también, nada ha cambiado y ese insomnio personal, esas horas sin dormir son interminables; a pesar del sol que vivifica mi espíritu siempre aparecen las sombras innumerables llámese a éstas sombras, rencores, sueños truncados, confusos pasados. Discépolo: “Que siempre ha habido chorros (Ladrones), maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé (Oro falso)”. Serres: “Pequeñas flores blancas que nunca despertarán. Allá donde la negra carroza te ha llevado”.

Eso de los valores es complicado, lucho por vivir contento pero hay cosas amargas que machacan mi alma; discrepo con Serres porque todas las flores sean orquídeas, rosas y agapantos aún marchitas reviven mi vida. El color de la carroza es irrelevante, del color que sea algún día me llevará al polvo donde nací. Discépolo: “Pero que el siglo veintiuno es un despliegue de maldad, insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseados”. Serres: “Los ángeles no tienen pensado volver a ti. ¿Se enfadarán si pienso en unirme a ti?. Domingo Sombrío”. Nací en el siglo veinte, vivo y muero en el siglo veintiuno; quizá como el acto más genuino de cobardía decidí irme a vivir lejos, a una fría montaña para estar cerca del cielo o del infierno, tal vez encuentro paz; los ángeles revolotean y no es extraño encontrarse ángeles con sus alas quebradas, no sé si su falibilidad quiere decirme algo o si tan cerca del cielo estoy; siempre hay ángeles que vienen a mí, sean disfrazados de amigos, colegas, pacientes, gatos vecinos pero vienen a mí.

Discépolo: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro (Ladrón), generoso, estafador, ¡Todo es igual, nada es mejor!, lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazaos ni escalafón”. Serres: “El más Domingo Sombrío pasándolo junto a las sombras, mi corazón y yo hemos decidido terminar con todo”. Si en 1934 Discépolo cantaba: ¡Todo es igual, nada es mejor!, nunca la decadencia tuvo tanto garbo, lo vivo y lo sufro; vivo en una burbuja pero mi karma decidió nacer en El Pinochini de América, ¡De lo más complicado!, nadie aplaza, profesionales chorros (Ladrones), compradores de exámenes y después de ser burros con B GIGANTE hoy es el gran profesor, el conferencista invitado; ¡Cuánta razón tiene Discépolo!.

¿Qué ha cambiado de 1934 al 2018?: Nada y me encanta la separación que hace Serres del yo y del corazón, casi siempre nos vemos como un todo pero Serres me enseña que mi corazón es otro ser y ha sido el yo el que ha querido terminar con todo. Discépolo: “Los inmorales nos han igualao, si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición”. Serres: “Pronto vendrán las velas y las oraciones lo sé”. Podría publicar un anuncio que se lea: “País perdido, Se lo vio por última vez en 1492, No devolver a su dueño”. Roba el pobre, roba el rico, roba el cura Maradiaga y roba el general no tiene quien le escriba ni quien le lea.

Mientras Serres y Discépolo descansan, aprovechan para tomar una copa de vino, de entre el público aparece una figura, es un hombre flaco, de pelo largo, como esos futbolistas famosos, llega al bar, es Serrat que mientras le sirven un whisky fija su mirada en el horizonte y dice: “¡TODO PASA Y TODO QUEDA”! y es aquí donde el impostor, el ambicioso, el cura, el rey de bastos como luciérnagas del mal poco a poco su fugaz luz se apagará; estarán rodeados de velas y falsas oraciones, ¡Falsas como él!; todo se queda y nada se lleva, ¡Todo pasa y todo queda!.Discépolo: “Pero qué falta de respeto, que atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”. Serres: “Pero no les dejéis llorar. Hacerles sabe que estoy encantado de ir”. “El país de los señores” donde la razón da paso a la ambición.

¿Habrá algo que nos sorprenda?: Nada, absolutamente nada. La Biblia llora, sus lágrimas son un río de dolor, la biblia aquí, la biblia allá, ¡Bla, bla bla!. Discépolo: “Dale no más, dale que va, que allá en el horno nos vamos a encontrar”. Serres: “La muerte no es un sueño. Gracias a ella te puedo acariciar”. El himno de Discépolo es tan duro conmigo que no me da esperanza de salvación y estoy de acuerdo con él, ¡Voy al horno celestial junto a usted, junto a aquel!.

¿Cómo puedo pedir clemencia si cargo sobre mis hombros más pecados que el mismo diablo?: Soy sincero, no merezco perdón por arrepentirme antes del último hálito, no, esta maldad no tiene perdón del diablo y siento que la muerte no es un sueño, es mi meta y gracias a ella acariciaré las canas de mi sagrada madre, abrazaré a mis amigos y les pediré a mis hermanitos Ricardito y Danielita que me lleven a pasear, que revoloteen sus alitas, ¡Quiero volar!, ¡Quiero volar!….

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