Historicamente anti-católicos y anti-comunistas, en la actualidad son anti-“ideología de género”, centrándose en una “agenda moral”, próvida y profamilia.
Brasil ha sido históricamente un hogar y un refugio para los ‘protestantes’ desde la primera migración europea de los siglos XVI y XVII. El hecho que exista una realidad multicultural en el Brasil con la llegada de los reformados holandeses y la influencia luterana alemana marca el inicio de las relaciones entre religión y política. José Luís Pérez Guadalupe preanuncia un proyecto de investigación (con la participación de 15 especialistas brasileros, latinoamericanos y latinoamericanistas) sobre “Los evangélicos y el poder político en Brasil”, el cual se publicará el próximo año en portugués y castellano. Mientras tanto se detiene sobre el caso brasileño, una especie de ‘tierra prometida’ de los evangélicos.
El censo del 2010, registra 24, 500,000 evangélicos, o el 22,2% de la población total. 17 millones y medio de ellos son pentecostales. Es bastante probable que en los siguientes veinte años el porcentaje de evangélicos esté a punto de aumentar. ¿Cómo traducen los evangélicos brasileños esta fuerza religiosa y social en fuerza política?
Brasil, con 210 millones de habitantes, es el país con más católicos del mundo; sin embargo, en los últimos años ha tenido un descenso significativo en su catolicidad, que actualmente es menor del 60%, mientras que los evangélicos se calculan en un 32% (según Lapop y Datafolha).
Es interesante constatar que, de acuerdo con el censo de 1980, los católicos eran el 89% y los evangélicos solo el 6,6%; mientras que en el último censo del año 2010, los católicos bajaron a 64,6% y los evangélicos subieron a 22,2%. Si comparamos las cifras del censo de 1980 con los cálculos actuales, veremos que el catolicismo descendió casi 30 puntos, mientras que los evangélicos subieron más de 25 puntos en los últimos cuarenta años.
En conclusión, en el país con más católicos del mundo y con más evangélicos de toda América Latina, en donde existen “partidos confesionales” —o, mejor dicho, “partidos denominacionales”—, en donde existe un “voto denominacional” y los evangélicos han obtenido el mayor “éxito político” del continente, podemos comprobar que los resultados concretos no reflejan —todavía— el gran potencial social y político que tienen los evangélicos y, menos aún, una unidad religiosa o electoral.
En América Latina históricamente los evangélicos han sido anti-católicos (doctrinalmente) y anti-comunistas (ideológicamente), por eso apoyaron a todos los gobiernos establecidos, sobre todo de derecha, incluyendo las dictaduras. En la actualidad son anti-“ideología de género”, centrándose en una “agenda moral”, próvida y profamilia. En Brasil los evangélicos son muy pragmáticos, por no decir oportunistas. Durante la dictadura militar hubo un apoyo explícito pero discreto al gobierno, posteriormente sus inclinaciones políticas fueron muy dispersas, y luego apoyaron durante años al gobierno de izquierda de Lula da Silva y Dilma Roussef (hasta el empeachment), con el mismo entusiasmo que hoy apoyan al gobierno de derecha de Bolsonaro. Con la gran diferencia que ahora la “agenda moral” evangélica es un gran punto de coincidencia con la “agenda bolsonarista”.
En este sentido, si bien los principales temas que debatieron los candidatos durante la campaña electoral del 2018 fueron tres: la crisis económica, la inseguridad ciudadana y la lucha contra la corrupción, no cabe duda que hubo otros dos temas de trasfondo: el “antipetismo” (PT = Partido de los Trabajadores) y la “agenda moral”, que jugaron un rol más decisivo que los racionales y públicos temas de debate político. Sin duda ninguna, este último tema fue el que inclinó la balanza electoral de la mayoría de evangélicos al momento de emitir su voto, que vieron en Bolsonaro al “elegido de Dios”.
La elección de Jair Bolsonaro fue una elección sorpresa. Algo que ha crecido más allá de lo previsible hasta la presidencia. ¿En qué medida se ha beneficiado del voto de los evangélicos?
Bolsonaro se ha beneficiado de los evangélicos al apelar a una serie de símbolos y discursos lo suficientemente ambiguos que le ha hecho creer a parte del electorado evangélico que Bolsonaro representa políticamente los intereses cristianos. En segundo lugar, Bolsonaro ha tenido gestos concretos de identificación con la “agenda moral” de los evangélicos.
en torno de la lucha contra el aborto y el matrimonio igualitario. Un buen sector de los evangélicos ha creído que esta “virtud” era razón suficiente para votar por él. En tercer lugar, al afirmarse como un candidato opuesto a los partidos de izquierda, logró convocar esa antigua vena evangélica anti-comunista.