Partir de los naufragios para reconstruir la historia marítima de un país es lo que permite develar la arqueología subacuática, una subdisciplina de esta ciencia que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), estudia los yacimientos, los objetos, los restos humanos y los paisajes que se encuentran sumergidos bajo el agua, total o parcialmente.
El Salvador ya cuenta con profesionales que se desempeñan dentro de este campo de investigación buscando difundir, crear conciencia y promoviendo la protección del patrimonio cultural subacuático, un componente significativo de la historia humana.
Ese es el caso de Roberto Gallardo, quien cuenta con 20 años de ejercer como arqueólogo y que inició en 2005 su profesionalización dentro de la arqueología subacuática.
Actualmente, se desempeña como coordinador del área de Investigaciones y Curaduría del Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán y desde allí dirige el programa Registro y Documentación de Sitios Arqueológicos Marítimos en El Salvador.
Este año, Gallardo presenta parte de esas investigaciones recopiladas en un libro titulado “Patrimonio cultural marítimo de El Salvador. Registro de pecios”, el cual se lanzará el próximo lunes 5 de febrero, en el foyer del MUNA, a las 7 p. m.
El arqueólogo salvadoreño nos comparte su pasión por esta disciplina y parte del trabajo ejecutado para que la publicación sea un documento de consulta para el público en general.
¿De dónde surge el interés de dedicarse a algo tan específico como el estudio de la arqueología subacuática?
La arqueología subacuática es una disciplina de la arqueología, que se está practicando mucho en diferentes partes del mundo.
En mi caso, fue hasta en 2005 que se realizó un taller sobre arqueología subacuática aquí en el MUNA y en donde tuvimos la oportunidad de interactuar con arqueólogos internacionales del área. Fue allí donde inició mi interés por capacitarme en esta rama de la arqueología.
¿Qué tipo de capacitaciones ha recibido al respecto?
Desde que comencé, he recibido tres capacitaciones en arqueología subacuática con el apoyo de UNESCO. La primera fue en Campeche, México; la otra en Cuba y la última en Colombia, todas formaciones específicas para desarrollar la arqueología subacuática.
¿Y qué se necesita para ser arqueólogo subacuático?
Se requieren dos cosas: Una, ser arqueólogo y, la otra, ser buzo, poseer licencias de buceo; de esta forma se puede desarrollar la disciplina. En ambos casos lo ideal es tener la mayor preparación posible.
Su servidor cuenta con tres licencias de buceo: Open Water Diver, la básica; Rescue Diver, intermedia, y la avanzada denominada Advance Open Water.
La arqueología subacuática se debe desarrollar al igual que la arqueología terrestre, me refiero a que la metodología y la teoría son igual a la primera.
¿Qué metodología utilizan para trabajar bajo el agua? ¿Cuadriculan el terreno como se hace en tierra firme?
Sí, se hace al igual que en tierra firme, solo que en condiciones diferentes. Se tiene que ubicar el sitio, cuadricular, documentar y toda la metodología que se aplica a la arqueología terrestre, excepto cuando solamente se registran y documentan los sitios.
Sin embargo, las condiciones y el ambiente son diferentes: La luz, los sonidos, el color y los desafíos técnicos son completamente distintos.
Actualmente, algunas técnicas que se utilizan son el sonar de barrido lateral, un perfilador de sedimentos, ecosondas, sistema de GPS y cámaras de vídeo para documentación.
En El Salvador ¿cómo surge la iniciativa de registrar estos sitios?
Primero, cabe explicar que un pecio es un barco hundido y es el término arqueológico para denominar a estas embarcaciones en las profundidades del mar.
Si vamos a aplicar la misma metodología y teoría de la arqueología terrestre, en el caso de la subacuática es registrar los sitios arqueológicos de esta naturaleza, porque no podemos investigar ni proteger lo que no conocemos.
Es así como en 2011, el Museo Nacional de Antropología crea el programa Registro y Documentación de Sitios Arqueológicos Marítimos en El Salvador.
Este programa comprende dos fases. La primera es la investigación arqueológica de los sitios, su registro y documentación. La segunda parte busca difundir los resultados encontrados con el objetivo de dar a conocer la importancia cultural que merecen estos sitios al igual que sus pares terrestres.
¿Cuáles son los sitios que se han registrado dentro del programa?
Somos un poco reservados en socializar su ubicación exacta pues no están exentos de saqueos y/o destrucción de los mismos. A la fecha llevamos 12 sitios registrados, de los cuales 10 son pecios y uno es el antiguo Puerto de Acajutla, el primero que estuvo en uso en el territorio durante la conquista española.
¿En qué momento estos objetos toman valor patrimonial?
Cuando los encontramos confirmamos su existencia, porque debemos asegurarnos que estos sitios existen, por lo tanto hay que visitarlos. Luego, los registramos y ponemos en valor.
¿Cómo ponemos en valor estos sitios? Investigando la historia que cada uno representa, porque nos permiten reconstruir estilos de vida que ya no existen, saber cómo era su tripulación, las construcciones navales, la tecnología de la época y las rutas marítimas, entre otras. Solo conociendo la historia adquieren valor cultural. De lo contrario podrían visualizarse como simples objetos o hierros.
Pronto se presentará en el país el libro denominado “Patrimonio cultural marítimo de El Salvador. Registro de pecios”. ¿Cuál es el objetivo de esta publicación?
Tiene dos objetivos, el primero es socializar el patrimonio cultural marítimo de El Salvador y segundo, tomar medidas urgentes para su protección.
En resumen, ¿Qué podrán encontrar los lectores en este texto?
Básicamente, esta publicación reconoce el potencial arqueológico, histórico y cultural de la costa salvadoreña, así como la situación actual de la arqueología subacuática en el país.
De igual manera, incluye la historia de los 10 pecios registrados en ese momento. Desde que se elaboró dicho documento hasta nuestros días se descubrió uno más (el PSJ-2) y el antiguo Puerto de Acajutla, los cuales no están incluidos en el libro.
Desde que iniciamos las investigaciones subacuáticas, uno de los objetivos era publicar y, efectivamente, así sucedió desde que registré el primer pecio (el SS San Blas, en el año 2011).
¿En qué abona el libro a la historia marítima de El Salvador?
Antes del libro las investigaciones sobre los pecios lograron ver la luz en publicaciones tales como la revista Koot, en divulgaciones internacionales, congresos en México, Guatemala, La Habana y otros países, en donde se comparten los avances de investigación en materia subacuática dentro de El Salvador.
Una obligación de todo investigador es dar a conocer lo que encontramos, motivar el sentido de curiosidad e investigación de los jóvenes arqueólogos y profesionales de otras disciplinas que quieran sumarse a estos esfuerzos.
Asimismo, este texto logra fortalecer la identidad cultural marítima salvadoreña, la cual se ha perdido en nuestro país, excepto por las comunidades costeras, pescadores y quienes están involucrados en esto y viven de ello.
Sin embargo, la actividad marítima de la época —segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX— fue mucho más grande que la actual en nuestro país.
Los pecios nos han permitido identificar la tecnología naval, rutas marítimas, cargamentos y la investigación histórica de cada una de las embarcaciones que fondearon y naufragaron en nuestro país.
La publicación contiene 10 capítulos, cada uno nos habla de un pecio, ¿Cuáles son esas embarcaciones que naufragaron en el mar territorial salvadoreño y a las que hace referencia en su libro?
Si hablamos de occidente a oriente, el primero es el barco de diésel Anden, ubicado en la Barra de Santiago, Ahuachapán, uno de los más recientes y el cual se hundió en 1982.
Luego, hacia el oriente del país, tenemos el vapor SS Colón, que se hundió en 1904, en el puerto de Acajutla.
Al acercarnos a Punta Remedios, al área natural protegida de Los Cóbanos, encontramos tres vapores: SS Columbus, Cheribon y el Douglas. Y en la costa central, en la playa San Blas, La Libertad, allí tenemos al vapor SS San Blas, que se hundió en 1901.
Llegando a la zona de la Bahía de Jiquilisco, allí tenemos a los veleros Kirkdale (conocido comúnmente como Guirdalia) y Brucklay Castle (1896) y los vapores PSJ-1 y el SS Honduras (1886).
Esos son los que aparecen en el libro y recientemente hemos encontrado otro que ha sido denominado como PSJ-2, el cual presentamos el pasado 18 de enero, en el MUNA, y no está en la publicación.
Es importante recalcar que para considerar que un sitio arqueológico marítimo como estos ha sido registrado, hay que visitarlo. Y todos estos se han visitado, excepto uno que es un proyecto próximo.
El objetivo es mencionar el pecio, el nombre si es posible —en la mayoría de los casos se ha logrado determinar el nombre de la embarcación—, su ubicación e historia.
¿Es decir que esta es una primera publicación que amplía el campo de investigación de estas embarcaciones?
La publicación es un punto de partida. Esto es un proceso largo, porque hay tantas cosas que se pueden hacer para difundir y proteger estos sitios: Exposiciones en los museos, crear nuevos museos en las comunidades, publicar más sobre los sitios, registrar más sitios, proyectos con colaboración internacional; esta es una rama de la arqueología que está empezando en El Salvador.
Si nos ponemos a pensar que en 2005 comienza la capacitación de profesionales en El Salvador, me atrevería a decir que en Centroamérica, a excepción de Panamá, somos el país que tiene más sitios arqueológicos subacuáticos registrados y publicaciones al respecto.
En materia de legislación, ¿Considera que El Salvador avanza en la protección y salvaguarda del patrimonio cultural subacuático?
Primero debo decir que el libro es un llamamiento a la creación de políticas de protección a este patrimonio en nuestro país, porque permite conocer los sitios y crea conciencia sobre la importancia de estos lugares. Segundo, hay que difundir esta información. En ese punto, y a través del MUNA, presentaciones y publicaciones en la revista Anales, hemos cumplido el objetivo y vamos avanzando como país al respecto.
Sin embargo, quedamos debiendo como nación en dos puntos. El primero, declarar como Bien Cultural a estos sitios arqueológicos subacuáticos. Y el otro es que El Salvador ratifique la convención de 2001 de la UNESCO sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, ya que es un marco legal que establece medidas de protección contra el saqueo, el tráfico ilícito y la explotación comercial del patrimonio sumergido.
Pilar Álvarez Laso y James Delgado prologaron su libro ¿Qué opinión le merece esto?
¡Es una excelente sorpresa y me llena de mucho orgullo!
La señora Pilar Álvarez Laso es la directora de la Oficina Multipaís de UNESCO para Centroamérica y México y el doctor James Delgado es uno de los arqueólogos subacuáticos más reconocidos a nivel mundial.
El Dr. Delgado realizó un mapa del Titanic, entre muchos otros descubrimientos, incluyendo un submarino de la guerra civil de Estados Unidos en Panamá y otros maravillosos hallazgos.
¿La publicación se coordinó con otras instituciones?
Sí, el libro es gracias a los esfuerzos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, UNESCO y la Academia Salvadoreña de la Historia.
Por último, ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo compilado en este libro?
Ver el producto de las investigaciones es muy importante, porque muchos de estos sitios no son visibles al público, no se pueden visitar porque están bajo el agua, la mayoría, y a grandes distancias.
La verdad, es impresionante la cantidad de información que se puede obtener de los sitios arqueológicos marítimos; lo confirman muchos países del mundo, los cuales se están dando cuenta de la importancia que estos sitios tienen para la sociedad y El Salvador está iniciando esa actividad.
En el caso de los pecios, cada uno tiene su historia, sus características, y forman parte del legado histórico nacional; no podría decidirme por uno en particular. Sin embargo, lo que todos tienen en común es que están relacionados con la actividad marítima y el mar siempre ha sido un elemento importante para el ser humano.
Trabajar en el mar es un privilegio porque se está en un ambiente ideal y es una de las cosas que más me satisfacen. El mar es un elemento natural y la cultura del ser humano es básicamente la adaptación al medioambiente.