Al cumplirse este martes 21 años de su fallecimiento, los ecuatorianos recuerdan al pintor de origen indígena.
La obra del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, uno de los mayores pintores del siglo XX, quien en su niñez vivió en carne propia las penurias de la pobreza y la marginación, se consagró a ser una constante denuncia de carácter social, y un llamado a una sociedad más justa y equitativa.
Al cumplirse este martes 21 años de su fallecimiento, los ecuatorianos recuerdan al pintor de origen indígena, que se pronunció en varias ocasiones por la integración latinoamericana en contra de la imperialismo estadounidense.
En su pinturas, Guayasamín, cuyo trajinar por la defensa de los más desfavorecidos fue una constante, representaba el dolor humano y la desigualdad social pero también mostraba señales de esperanza, al mostrar la victoria de los pueblos oprimidos.
El mismo creador llamó a su obra: “una pintura de denuncia, de mucha fuerza, de contenido”. También fue un constante viajero por los países de Latinoamérica y es considerado uno de los más destacados en el género de expresionismo indigenista.
«De pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad fuimos testigos de la más inmensa miseria: pueblos de barro negro, en tierra negra, con niños embarrados de lodo negro; hombres y mujeres con rostros de piel quemada por el frío, donde las lágrimas estaban congeladas por siglos, hasta no saber si eran de sal o eran de piedra», indicó Guayasamín en una frase que destaca en el sitio web de la fundación dedicada al pintor.
En opinión de estudiosos de su trayectoria, Guayasamín, apellido de raíces quechuas y que significa “ave blanca volando”, plasmó la denuncia social y la protesta, pero también se pronuncia por una sociedad más justa y equitativa.
En sus ideales expresados a través de sus pinturas, el genio ecuatoriano, quien nació un 6 de julio de 1819 en Quito de padres indígenas, se decantaba a favor de los desposeídos de la tierra para que se alcanzará un mundo donde vivieran con la dignidad que todo ser merece.
Esta injusticia social unida a los conflictos bélicos le llevo en los años 60 a crear la serie «La era de la ira»que en varias exposiciones por toda Europa y América.
Al respecto, Guayasamín dijo: «La pesadilla del hombre que se extiende, el miedo a una guerra atómica, el terror y la muerte que siembran las dictaduras militares, la injusticia social que abre una herida cada vez más profunda, la discriminación racial que destroza y mata; están carcomiendo lenta y duramente el espíritu de los hombres en la tierra».
Entre un amplio abanico de pinturas y murales, destacan la serie “Huacayñán” (palabra quichua que significa “Camino del Llanto”), compuesta de 103 cuadros realizados de 1946 a 1952.
«La Edad de la Ira” muestra toda la tragedia del siglo XX, las guerras mata-hombres, las torturas y el dolor que producían los dictadores, la angustia de las madres que perdieron a sus hijos. Así como una denuncia de la violencia del hombre contra el hombre.
«Mientras vivo siempre te recuerdo» o «La Ternura», ultima colección con más de 100 obras, que Guayasamín pintó desde 1988 hasta 1999. Es un homenaje de amor a su madre, a las madres del mundo, como símbolo de defensa de la vida y de la Tierra, a los Derechos Humanos.
Guayasamín, quien fue colaborador del uno de los pintores más grandes de México, José Clemente Orozco en los años 40 del siglo pasado, realizó varios murales tanto en Ecuador como en el exterior, en países como Francia, España, Brasil y Venezuela.
Pinturas como «Los trabajadores», «Los niños muertos», «Madre y niño», «Quito niebla verde» «Ataúd blanco», «Las manos de la protesta», «Los Mutilados», «Lágrimas de sangre», «El guitarrista», «Cabeza de Napalm», «Playa Girón» y «Meditación II», destacan en su obra.