Porque no existe aún una respuesta global coordinada y articulada que cumpla con la magnitud sin precedentes de lo que estamos enfrentando. Lejos de aplanar la curva de infección, todavía estamos muy por detrás.
La enfermedad inicialmente tardó 67 días en infectar a 100 000 personas; pronto, 100 000 y más serán infectadas a diario.
Sin una acción concertada y valiente, los nuevos casos aumentarán a millones, empujando a los sistemas de salud al punto de quiebre, a las economías en picada y a la gente a la desesperación, y entre los más afectados, los pobres.
Basados en la ciencia, la solidaridad y las políticas inteligentes, se hace un llamado para evitarlo.
En primer lugar, suprimir la transmisión del coronavirus, lo que requiere pruebas tempranas, rastreo de contactos, cuarentenas, tratamiento y medidas para proteger a los profesionales de la salud, combinados con medidas para restringir el movimiento y el contacto, todo guiado por la Organización Mundial de la Salud.
En segundo lugar, hay que abordar las devastadoras dimensiones sociales y económicas de la crisis ante un virus que puede moverse pronto hacia el sur del mundo, donde los sistemas de salud enfrentan limitaciones y las personas son más vulnerables, debido a la exclusión social, por lo que el virus podría devastar los territorios en desarrollo y luego resurgir donde fue suprimido previamente.
En tercer lugar recuperarse mejor. Corresponde ahora construir economías y sociedades más inclusivas y sostenibles. La recuperación debe conducir a una economía diferente, en búsqueda del desarrollo sostenible. Poner fin a la pandemia en todas partes es tanto un imperativo moral como una cuestión de interés propio ilustrado.