Por: LÁZARO BARREDO MEDINA
El diario New York Times afirmó con preocupación que no es momento para juegos de guerra en Venezuela, y consideró que la prioridad de la política exterior estadounidense hacia la nación sudamericana debería ser evitar el desastre humanitario que provocan las medidas coercitivas y no la movilización de destructores que amenaza la paz en la región.
Nada de lo que está ocurriendo es nuevo. El bloqueo marítimo contra la República Bolivariana estuvo siempre dentro de la agenda de Donald Trump. En agosto del año pasado el mandatario aseveró que “deberíamos hacer un embargo naval”, y sugirió a los funcionarios de Seguridad Nacional que su país debería estacionar barcos de la Armada a lo largo de la costa venezolana.
Como tampoco inédita es la vileza de la acusación de que el presidente Nicolás Maduro es el responsable del tráfico internacional de narcóticos, como afirmó el secretario de Estado Mike Pompeo. ¿Acaso puede olvidarse la confesión que realizó el propio Pompeo en abril del año pasado ante los estudiantes de la Universidad de Texas cuando les dijo sin ruborizarse: “Yo era el director de la CIA. Mentimos, engañamos, robamos. Es como si tuviéramos cursos de entrenamiento completos?”.
El despliegue de destructores, barcos de la guardia costera, buques de combate, helicópteros, aviones de patrulla y los aviones de la Fuerza Aérea E-3 AWACS y E-8 JSTARS para llevar a cabo labores de vigilancia, control y comunicaciones, así como de tropas de operaciones especiales, indiscutiblemente constituye una amenaza de guerra bajo el pretexto del combate contra el tráfico de drogas.
Es, en otras palabras, una maniobra que pretende infundir miedo, desestabilizar, para acelerar el deterioro de la situación interna del país, con vistas a fomentar el descontento social, descalabrar al chavismo, en favor de una oposición muy feliz con la presencia en las costas del agresor, a quien le han pedido tantas veces la intervención militar, las sanciones y el bloqueo.
Llama la atención que el despliegue militar fue anunciado apenas 24 horas después de que Pompeo presentara una propuesta para la conformación de un Gobierno de transición en Venezuela, considerada por muchos inconcebible, luego de que Nicolás Maduro fuese acusado de tan deleznables delitos.
Luego, la insólita declaración de Bogotá de participar junto con Estados Unidos contra Venezuela “en el operativo que busca afectar el narcotráfico y sus delitos conexos por vía marítima, fluvial, terrestre y aérea”, siendo Colombia el principal productor y exportador mundial de cocaína, lo cual involucra a varios sectores de la vida política de esa nación.
Desde 2015 hay más fallecimientos por consumo de heroína en los Estados Unidos cada año que por accidentes automovilísticos y armas. La sobredosis de estupefacientes constituye la principal causa de muerte entre los menores de 50 años. Dos tercios ocurren por opioides prescriptos excesivamente y de manera frívola para el supuesto alivio del dolor.
El pretexto es muy peligroso y le confiere mayor trascendencia al mensaje del presidente Maduro al pueblo de Estados Unidos: Queremos paz, hay que ponerle freno a la locura de Trump.
TOMADO DE REVISTA BOHEMIA