El rey de Sanwi, en Costa de Marfil, invoca a los espíritus de los ancestros contra la pandemia

«¡Pido a Dios! A los espíritus de los ancestros que protejan la población para alejar este virus del reino, de Costa de Marfil y del mundo», lanza el rey de Sanwi, en el sureste de este país africano.

Incluso si respeta las medidas de barrera, su majestad Amon N’Douffou V confía también en las prácticas tradicionales para luchar contra el coronavirus y proteger su reino de tres millones de habitantes (la mayoría en Costa de Marfil, pero también en la vecina Ghana).

Una especie de hechiceras vestidas de blanco purifican la corte real rociando el suelo con una mezcla especial, al ritmo de la música local de «abôdan».

Tradicionalmente, en este tipo de ceremonias extraordinarias para luchar contra las calamidades (sequías, malas cosechas, inundaciones), se congregan cientos y a veces miles de personas. Pero esta vez solo un puñado de invitados asisten al ritual, conforme a la prohibición que impide que más de 50 personas se reúnan para evitar la propagación del virus.

La semana pasada, Costa de Marfil contabilizaba más de 1.000 casos de contagio y 14 decesos.

El país cuenta con cientos de reyes y jefes tradicionales herederos de una organización de antes de la era colonial. Esta red tradicional en todo el territorio funciona en paralelo de las estructuras políticas.

Estos reyes disponen de una gran aura y son respetados por su sabiduría ancestral. Los políticos suelen visitar a estos líderes locales antes de tomar o anunciar decisiones.

– Lo visible y lo invisible –

Rodeado de una escolta de notables, con mascarillas de protección, el rey hace su aparición pública pocos minutos antes en la corte real de Krindjabo, un pequeño pueblo del reino.

Luciendo un pareo multicolor, una larga cadena en oro en el cuello y una corona dorada en la cabeza, el soberano explica a través de un intermediario (el rey no se expresa en público) el sentido del ritual.

«Estamos reunidos para conjurar la mala suerte. Voy a invocar a las almas de los ancestros para proteger a la población contra el coronavirus, un espíritu malo que viene a destruirnos», declara el rey.

«Vivimos en un mundo sin referencias: ya no existe el respeto a los ancianos, a los tabúes, al medioambiente. El ser humano se autodestruye», dice.

«No hay más espacio vital en la Tierra, pero este virus vivía en esta naturaleza (…), si no tiene más espacio, se ve obligado a ir a otra parte y se pega a nosotros», prosigue.

Después de que el soberano y su corte dejan el lugar, un hombre, el protector del pueblo, vacía el contenido de dos botellas de alcohol en el suelo.

Las personas presentes en la ceremonia tocan el suelo impregnado del líquido con las dos manos. Se frotan la cara y levantan las extremidades hacia al cielo, como signo de fidelidad al rey.

«En África, vivimos en el mundo visible e invisible. Soy el rey tiene este poder para pedir a través de este ritual la protección del mundo invisible», explica Ben Kottia, consejero del rey.

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