Filósofo Gastón Soublette: el modelo del bienestar a través del crecimiento económico está en crisis

El filósofo, musicólogo, esteta y escritor de 93 años, acaba de publicar un nuevo libro, «Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis» (Ediciones UC), donde señala que el estallido social y la pandemia del coronavirus son parte de las consecuencias de un sistema de 500 años que está llegando a su fin en el planeta. «El ser humano se negó el sentido y la trascendencia con esta visión utilitaria del mundo, en que la generación de riqueza es un mandato divino y es un signo de favor divino, y el crecimiento, por tanto, es el gran imperativo, hasta formar las grandes potencias. Eso niega el sentido de la vida y el sentido de trascendencia», analiza. Señala que las personas aceptaron el mito del progreso hasta cierto punto, hasta darse cuenta de que el bienestar que les ofrecieron no llegó nunca, porque viven en un malestar crónico, urgidas por el tiempo útil, abusadas por el poder económico, engañadas por el poder político.

Gastón Soublette acaba de publicar un nuevo libro, Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis (Ediciones UC), donde señala que el estallido social y la pandemia del coronavirus son parte de una megacrisis mundial del sistema de vida actual.

Para el filósofo, musicólogo, esteta y escritor de 93 años, el modelo que llega a su fin es el capitalismo del progreso ilimitado que nace en Gran Bretaña y cuyo impulso material fue la Revolución Industrial, para extenderse luego al resto del mundo, con la bomba nuclear como una de sus creaciones.

Sin embargo, la alternativa no es el marxismo, sino una cultura alternativa: una donde el hombre recupere su lugar como parte de la naturaleza.

Los orígenes del sistema en crisis

Manifiesto… es un texto breve, que contiene lo esencial del pensamiento de Soublette, escrito de manera sencilla, y donde examina los orígenes del «mito del progreso», un elemento fundamental para entender la crisis actual que vive la humanidad.

A su entender, este mito hunde sus raíces en 1534, en Inglaterra, con la separación de la Iglesia anglicana de la católica, bajo Enrique VIII.

«Esa libertad que le dio la reforma anglicana a Inglaterra le permitió razonar sobre el destino de la nación en términos muy distintos a Francia o Italia, en el sentido utilitario de la palabra», uno de cuyos intelectuales fue el filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626).

Este señaló que el hombre debía usar su intelecto para el desarrollo de las artes y el comercio, y fue uno de los pioneros del pensamiento científico moderno.

«Ahí nació un pensamiento utilitario y el imperativo de generar riqueza, un imperativo divino. Por eso Inglaterra estuvo a la cabeza de la civilización industrial», dice Soublette.

Esto se sumaba a la filosofía del reformador protestante francés Juan Calvino (1509-1564), «que sostuvo que la riqueza material era un signo de sabor divino, y que la pobreza significa que Dios te reprobaba, y eso la Gran Bretaña lo hizo suyo».

A Bacon y Calvino se sumaría el economista escocés Adam Smith (1723-1790), quien en palabras de Soublette introdujo el concepto de que la sociedad no estaba compuesta por familias o comunidades, sino individuos, y que «la actitud apta para generar riqueza es aquella autorreferente y egoísta, y que así se genera la riqueza».

Este modelo, que para Soublette se basa en el egoísmo, se extendió por toda Europa, con una filosofía de la riqueza con sabor divino que el filósofo chileno califica de «perversa» e incluso contraria al Nuevo Testamento, que más bien aconseja «una vida no miserable, pero sencilla, y un desapego a los bienes materiales».

La materialización del «mito del progreso» son las grandes potencias: Inglaterra, pero también Rusia, Estados Unidos, China, Francia y Alemania.

Este modelo «dominó la mente de todo el mundo, volvió loca a la humanidad, y creó formas de vida absolutamente inhumanas». Y ejemplifica con la Revolución Francesa, que ocurrió para liberar al pueblo de los privilegios de la nobleza, pero condujo a una explotación «mucho peor que bajo la monarquía».

Por qué es un «sistema inhumano»

En lo que califica como un sistema «inhumano», Soublette ve que no hay espacio para las personas.

«A la civilización industrial lo que le interesa es que las culturas antiguas desaparezcan», olvidando prácticas anteriores diversas y divergentes, porque ello facilita la transformación de las personas en trabajadores y consumidores pasivos.

«Si tú solo eres la pieza de una máquina, tu persona no interesa. El poder económico dice eso, indirectamente. Si eres una persona de carácter nervioso, afectivo o intelectual, no interesas. Solo interesa que funciones en la sociedad del rendimiento, la persona no cuenta para nada», señala.

Un ejemplo paradigmático para Soublette fue la construcción de la represa en el Alto Biobio, entre 1998 y 2004, a manos de Endesa, una filial de la española Endesa, que inundó territorio ancestral mapuche.

Ante los reclamos de los afectados, la empresa les ofreció otros terrenos, «como si a una comunidad que ha vivido miles de años en un lugar se le pudiera meter en un camión y trasladar a otro». También ofertó a los mapuches «puestos de trabajo» en la construcción de la represa para destruir «la propia cultura».

«Eso revela cómo esa visión del mundo, utilitaria, nacida en Inglaterra, le ha envenenado la mente al mundo entero», sentencia.

Por qué hay una «megacrisis»

Sin embargo, Soublette está convencido que este sistema, esta concepción de mundo, está en crisis, esa «donde la finalidad de la historia humana es llegar al bienestar» a través de la tecnología y el crecimiento económico.

Cree que un mundo construido sobre esa base tiene que derrumbarse, porque desconoce lo más sagrado que el ser humano tiene, desconoce el sistema de relaciones del ecosistema planetario, de cómo está organizada la vida en el planeta, los vegetales, los animales, los elementos, el aire, el agua, la tierra, los mares, el régimen de lluvia.

«Desconoce eso, por eso llama a la naturaleza recursos naturales, son recursos de los que se puede sacar lo que se quiera, son recursos de energía y de materia prima», dice.

«Al empresario de hoy no le importa la relación total que existe entre los elementos y los seres vivos, entre los vegetales y los animales, entre el ser humano y la naturaleza, no le interesa eso. Le interesa sacarle provecho a todo, porque detrás de eso está la idea del progreso, que es lo mismo que el crecimiento, eso es lo que está detrás».

Un mundo así tenía que hacer crisis porque, en sus palabras, destruye lo más sagrado que tiene la naturaleza humana. «El ser humano no nació para eso, entonces, al destruir eso, se está serruchando el piso a sí mismo».

Estallido social, un síntoma

En ese sentido, el estallido social del 18 de octubre para Soublette es solo un síntoma más de la megracrisis, al igual que la propia pandemia del coronavirus.

«El estallido social que vimos en Chile a partir de octubre del año pasado, en realidad es un estallido a nivel mundial. La gente aceptó el mito del progreso hasta cierto punto, hasta darse cuenta que el bienestar que le ofrecieron no llegó nunca, porque vive en un malestar crónico, urgido por el tiempo útil, abusado por el poder económico, engañado por el poder político, entonces, explotaron todos, se dieron cuenta de que el mito del progreso era una mentira».

Soublette reflexiona que se perfeccionaron las cosas, las máquinas y al final el ser humano es el que está sirviendo a la máquina que esperaba que le sirviera.

«Ese mundo tenía que terminar. Entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo? Estamos viviendo las fases finales de la civilización industrial que creó estas formas de vida absolutamente inhumanas», subraya.

La pandemia, otro síntoma

La propia pandemia, al igual que el estallido social, también es parte de este sistema que está muriendo, en el sentido de que es una manifestación material de un daño que hay a nivel espiritual en la humanidad.

«La psicología moderna ha descubierto cosas que los indígenas siempre las han sabido: que los contenidos profundos de la conciencia, incluso los que son inconscientes, se proyectan en la realidad, se proyectan en el acontecer objetivo, incluso muchas veces sin que el ser humano se lo proponga, incluso sin que el ser humano sepa interpretar qué le está pasando y eso por una ley de analogía, lo que tú tienes dentro y que está muy al fondo de tu conciencia. Por analogía ocurre en la realidad», dice.

Cuando el ser humano ha sido despojado de su sentido y de su sentido trascendente, eso se proyecta en la realidad también, explica Soublette, ya sea en forma de enfermedades, de calamidades, de desastres, uno de cuyos ejemplos es el cambio climático, que «es también una proyección de lo que tenemos dentro».

«Entonces esta pandemia es algo de eso, pues el gran psicólogo Carl Gustav Jung dijo que la humanidad moderna era psicológicamente psicopática, que estaba profundamente enferma. La humanidad moderna está profundamente enferma, engañada por el mito del progreso, por el mito del crecimiento ilimitado. Él lo dijo en su último libro», señala en referencia a El libro rojo del célebre suizo, nacido en 1875 y muerto en 1961, y que recién se publicó en 2009.

«Todo el mundo sabe que una persona que tiene una actitud muy negativa en la vida, de alguna manera le ocurren desgracias. Por analogía, lo que tiene dentro, le ocurre fuera de él también».

Soublette menciona asimismo la interpretación de que se trata de una venganza de la naturaleza por la contaminación ejercida por el ser humano. Y nombra el ejemplo de Japón, una de las potencias más poderosas y que más ha maltratado a la fauna marina, y que ha sufrido varios tsunamis.

Otro ejemplo es lo que ocurre en el Amazonas.

«Los árboles en el amazonas llegan al agua misma de los ríos y ahora no, la selva está retrocediendo y empiezan a aparecer grandes arenales y pedregales. Esta selva, que quiso salvarnos la vida, se dio cuenta de que nosotros queríamos suicidarnos, y entonces es como que dijera ‘entonces suicídense, yo me retiro'».

A esto se suma la presidencia de Jair Bolsonaro, un político que no tiene «la menor idea de nada, no sabe lo que es el ser humano, no sabe lo que es la naturaleza».

«Entrega lo que queda de esa selva para la explotación comercial. Hay acusaciones en La Haya contra él, porque esa selva no le pertenece a él, le pertenece al mundo. ¿Y por qué Bolsonaro lo hace? Porque carece completamente de sabiduría».

Una vez más, Soublette cita a Jung, quien a esto lo llamaba «instintos tanáticos», instintos que llevan al ser humano a la muerte.

«Pero no se da cuenta de lo que está haciendo, pero a lo que va es a la muerte, la muerte de él y de todo el pueblo, eso es lo que están buscando. Esos son los límites de la civilización industrial. Ha llegado a un grado de peligrosidad que, si sigue adelante, va a acabar con todo».

La alternativa al sistema en crisis

¿Cuál es la alternativa frente a este sistema en crisis? Para Soublette no es el marxismo, que para él en su libro es otra cara de la misma moneda. Él cree en lo que denomina la «cultura alternativa».

En su libro cita que, en el año 1983, en Toronto, Canadá, se celebró un Congreso Plenario de la Cultura Alternativa bajo el nombre de “Iniciativa planetaria para el mundo que elegimos”.

Allí surgió una coalición basada en tres principios: el primero, sobre la transformación personal o conversión, bajo el rótulo de “autorrealización”; el segundo, referido al desarrollo de las aptitudes para vivir en comunidad; y el tercero, contribuir a la unidad del mundo mediante una educación para la paz y la solidaridad.

También sintetizaron tres conceptos: “No lucrar, no tener metas precisas y no publicitarse”.

Soublette también menciona como punto clave el medio ambiente, y cree que de hecho el ser humano debe adaptarse a la naturaleza, no al revés.

«Hasta ahora, ¿qué es lo que ha hecho el ser humano? Le ha impuesto a la naturaleza el diseño utilitario del hombre, sin importarle cómo va a reaccionar, y ha reaccionado pésimo».

Como una de las consecuencias de este «diseño utilitario» nombra el cambio climático.

«Durante mucho tiempo han creído que lo estaban haciendo muy bien, ahora se dan cuenta que estaban destruyendo todo», reflexiona.

«Lo que debimos haber hecho, y esto es lo que propone la cultura alternativa, si aún es tiempo de salvarnos, es observar, estudiar bien cuál es el plan maestro de la naturaleza para poder adaptarnos nosotros a ese plan que tiene millones de años. La naturaleza tiene un plan maestro, que no es nuestra planificación industrial, no se acerca a eso, porque lo que hemos hecho hasta ahora es destruir la naturaleza y destruirla hasta un nivel que muchos sospechan que es irreversible, que, hagamos lo que hagamos, ya pasamos el límite. Bueno, yo no creo eso, creo que hay más variables».

Ell filósofo cree que aún es tiempo de que el ser humano se dé cuenta de que debe estudiar y debe considerar el plan maestro de la naturaleza para adaptar a eso su conducta, «y para ello hay que volver a lo que nuestros antepasados llamaban la sabiduría».

«El ser humano se negó el sentido y la trascendencia con esta visión utilitaria del mundo, en que la generación de riqueza es un mandato divino y es un signo de favor divino y el crecimiento, por tanto, es el gran imperativo, hasta formar las grandes potencias. Eso niega el sentido de la vida y el sentido de trascendencia», analiza.

«Antes, aunque hubiera un Napoleón o un Luis XIV, todos tenían, aunque fuera inconscientemente, la noción de que hay un sentido que va más allá del mundo material y que hay una trascendencia, aún los más perversos creían eso. Pero la civilización industrial, desde Bacon para adelante, empezó lentamente a socavar esa noción de que hay un sentido y ese sentido es trascendente. Eso han hecho con el ser humano. Entonces, el ser humano es solo una gran pieza de la gran máquina industrial que ellos han creado».

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