El presidente y su guerra

Dijo Nayib Bukele el 7 de julio que, en El Salvador, se vivía una guerra, de la cual, había que tener muy claro, al enemigo – citó como ejemplo, algunos de los grandes conflictos de la Historia-. Es razonable y prudente, analizar las implicaciones de lo dicho, pues su posición como Presidente de la República, conlleva la de Comandante General de las Fuerzas Armadas y, existe la amenaza, de la solución por la fuerza, de las cuestiones políticas del país.

Consideran algunos, que la guerra es la prosecución de la política por otros medios y que, implica la movilización de todos los recursos de un Estado-Nación, contra los intereses de otro (planteamiento de Von Clausewitz). Así, débese estudiar la guerra, como un fenómeno “político”, pues surge, de las necesidades colectivas, de una sociedad. Aunque puede haber guerras justas – según los teólogos salamantinos (españoles) lo cual retomo en mi obra “Latinoamérica en la Guerra Fría”- explicando los conflictos en América Latina, como resultado de la lucha geopolítica de Estados Unidos y Europa, contra la expansión Soviética, durante la Guerra Fría: no es relacionable, con lo que está viviendo hoy El Salvador, para poder llamarlo “guerra”.

No siempre derivan en guerra, las sucesiones de conflictos, pues si los mecanismos legales favorecen la sustentación y limitación del poder abusivo y, permiten a la ideología, dar soluciones prácticas a problemas complejos, con forzoso e incruento acomodo social, jamás deberá considerarse, la posibilidad de una guerra. Estas características, son propias del sistema republicano, que considera como base de su naturaleza, la discrepancia y, la voluntad colectiva, como fuente de la conducción de los asuntos públicos, en base a una línea ideológica.

Desde su campaña, Bukele ha utilizado, como método de cohesión partidaria de sus masas, la movilización ideológica, en derredor de un “enemigo”, estableciendo, entre sus partidarios, que, quien disiente de su pensamiento, se vuelve “enemigo de la colectividad y del bienestar social”. Son tales las expectativas no cumplidas por él, dentro de sus partidarios y, entre quienes “aspiran” a tener su apoyo, para un cargo público, que sus troles están forzando una situación que desborde del ámbito de su partido y, amenace la estabilidad nacional, con la ruptura del orden constitucional, por el empleo, no reglado, de la fuerza pública, para mantener su cohesión y disciplina partidaria.

Si analizamos las violaciones a la institucionalidad, denunciadas por los grupos cívicos, apreciamos que, la forma de lucha de Bukele, ha llevado al sistema democrático a su límite y que ahora, ya no es sólo medio de cohesión interna, sino del ocultamiento de la mayor corrupción vivida en el país.

La guerra a que Bukele hace mención, es contra el sistema democrático y republicano del país, lo que ya está siendo observado desde el extranjero y que, en definitiva, es contra los mismos ciudadanos. Al restarle apoyos la comunidad democrática mundial, tendrá Bukele, que buscar nuevos apoyos en otras partes. Esto nos arrastra a una nueva guerra fría y El Salvador, podría verse envuelto en otro conflicto como el vivido anteriormente, cuando toda Centroamérica, fue un foco de tensión, en un conflicto global.

Si Nayib Bukele se aparta de la línea de los países democráticos occidentales y, acepta la ayuda de sus antagonistas, el país podría verse realmente, en un conflicto mundial. El mayor bienestar interno del país ha sido cuando El Salvador ha mantenido una posición diplomática favorable a los países occidentales, con libre apertura económica a todos los intereses mundiales y, siendo neutral, en los conflictos internos de cada región.

Por: Fernán Camilo Álvarez Consuegra

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