Por: Róger Hernán Gutiérrez*
La situación de la gente trabajadora se ve cada día en una vorágine de empobrecimiento constante, permanente en unos sectores poblacionales como discapacitados, pueblos originarios, mujeres en hogares, campesinos, obreros eventuales, sub contratados, mano de obra independiente dentro de la estructura de la informalidad económica, son todavía más golpeados; y los sindicatos siguen sin contribuir a hacer las transformaciones socio económicas y de organización político-sindical que le permitan ser un protagonista social que lidere junto a otros sectores organizados de la sociedad, que tienen un horizonte con objetivos y metas comunes.
Es claro la necesidad de tomar la realidad y analizarla a la luz de la clase trabajadora; dejar de hacer contacto de forma plena, vía redes sociales y otras presentaciones en diferentes medios comunicacionales consecuentes, propios o inconsecuentes—es importante, pero la tarea sindical no es esa, comienza con llegar a la gente trabajadora, persuadirle, convencerle que acompañe la lucha social, que defienda sus derechos laborales por la vía colectiva con el instrumento llamado sindicato. El Sindicato debe transformarse para ser: un instrumento de credibilidad, de confianza, de entrega y compromiso para con la gente—con una acción solidaria plena—y eso sólo implica la comunicación directa con la gente—no a través del celular, de la red social que debe ser un complemento o hasta un suplemento—es siempre el trato directo con la gente trabajadora para informarle directamente, de frente, plantearle la situación que vivimos desde un análisis parcial, en tanto no todos tenemos la verdad, sino a partir del aporte de cada persona individual o en colectivo; acá debe tenerse el cuidado de disponer de un discurso fresco, sin tapujos, transparente, pero no aquel que implica ser una “correa de transmisión” de un poder político establecido en el orden que nos afecta a todo; y para ello el Sindicato siempre debe tener ojos y oídos para acercarse a tomar esa realidad; que siembre el compromiso de hacer los cambios y las transformaciones como sectores populares.
La comunicación desde abajo, horizontal y de doble vía son característica vital para romper con las argollas sindicales que ni hacen ni dejan hacer, hemos caído en un diálogo de sordos, en un mutismo a pesar que con las redes sociales todos se expresan, pero que en conjunto es un canto de grillos, ranas, y otros aullidos, expresiones que no cohesionan, sino que se manifiestan como desahogo, como una catarsis sin ton ni son. Estamos inmovilizados justificando siempre no disponer de tiempo y espacio para hacerlo—el asunto es que eso siempre es una evasión de atacar el problema como se debe.
Todos buscamos que nuestros derechos sean una realidad concreta, sin embargo unos se abalanzan en una lucha social sin tregua y otros lo hacen con menos arrojo e ímpetu, haciendo que el objetivo se alargue o se acorte según se vayan dando condiciones favorables y/o desfavorables. Nos abruma la precariedad social, el gobierno y el propio estado se desatiende y las condiciones de precariedad llevan a las personas a no tener acceso a trabajo, salud, educación, vivienda, recreación, y si el sindicalismo no comprende las causas que nos han llevado a esa precariedad que nos abruma y nos hace impotentes para accesar a un bienestar posible individual y colectivamente.
Ligarse los sindicatos al gobierno, a los partidos políticos al capital, a los empresarios, nos hace a cada paso perder credibilidad y sobre todo representación de los intereses laborales para que una persona trabajadora disponga de condiciones de existencia bio- psico-social, material y, es un efecto del orden social y de las relaciones sociales dominantes, que podemos atribuir a diferentes dimensiones: unas relaciones de producción de la existencia social estructuralmente determinadas por el capitalismo; un entramado legislativo y demás aparatos del Estado, que no favorecen la igualdad y no discriminación de derechos; y los trabajadores(as) se ven despojados de salario, del trabajo, de prestaciones socio-económicas, de derechos que le permitan un bienestar común.
El Sindicalismo pierde cuando camina sin rumbo, sin evolucionar hacia campos de desarrollo social de mayor sustentabilidad, y ello más cuando se aleja de la gente trabajadora, en tanto no recoge de buena fuente el pensamiento y la acción de las personas afiliadas—eso igualmente no responde al cuestionamiento de en qué me beneficia participar como afiliado activamente, no sólo hay que verlo por cuestiones económicas, sino dentro del orden moral, el sindicalismo debe trabajar éticamente por y para la gente, no hacerlo haría desviar y trastornar la razón de ser y ello estaría minando disponer de un proceso evolutivo hacia estadios de mayor empoderamiento en la defensa y representación de los intereses más amplios de la clase trabajadora y sectores populares.
*Sindicalista salvadoreño