La disputa por el discurso religioso “correcto”

Por: Elio Masferrer Kan (ENAH-INAH)

Los últimos meses, y en el contexto de la pandemia, los principales actores religiosos han tenido una disputa sistemática por la construcción de un discurso hegemónico donde no consiguen diferenciar entre la sociedad y la opinión pública. Tomaré como opinión pública un espacio de disputa de la hegemonía discursiva. Existen consensos sociales generados por los grupos humanos más dinámicos y simultáneamente no podemos soslayar la existencia de grupos de presión que tienen intereses particulares sectoriales y que están interesados en instalar en los imaginarios sociales los temas que consideran prioritarios.

En los últimos meses y en la perspectiva de las elecciones en los Estados Unidos los sectores evangelicals, desde una perspectiva dominionionista, lanzaron la consigna de que los votantes cristianos consistentes debían respaldar a los candidatos provida y defensores de la familia natural. Esta es la posición de la mayoría del Episcopado católico liderado por José Gómez, presidente de la Conferencia y miembro de la Prelatura de la Santa Cruz y el Opus Dei. Los portavoces más radicales de los evangelicals acusaban de idólatras y satánicos a los seguidores de Biden por respaldar el derecho a decidir y los derechos de la comunidad LGTBQ. Estos señalamientos no eran inocentes y apoyaban la candidatura de Trump. Los ataques a la fórmula Biden-Harris eran evidentes: la negativa de un sacerdote para comulgar al candidato Biden fue ampliamente difundida; los posicionamientos de la candidata Harris, de comunión bautista, en torno al reconocimiento del derecho a decidir y los derechos de género eran priorizados en el discurso fundamentalista evangélico e integrista católico, con una estrategia implícita: no eran auténticos cristianos.

Los demócratas criticaban el racismo respaldando a Black Live’s Matter y los movimientos de defensa de los derechos civiles quienes eran descalificados como antifas (antifascistas), como violentos e intolerantes, financiados por G. Soros, resucitando sentimientos antijudíos subyacentes en los imaginarios conservadores (G. Allport).

La estrategia de Trump está centrada en la legitimidad del papel de los WASP (blanco, anglosajón y protestante) en la formación de los Estados Unidos, descalificando a las minorías que cada vez son más numerosos en la población y resulta profundamente discriminatoria.

Las derechas latinoamericanas esbozaron estrategias similares: en Chile, Sebastián Piñera se reeligió; Macri en Argentina (2015); Jair Bolsonaro en Brasil en 2018; Pedro Pablo Kuczcynski en Perú (2016). Hubo analistas que identificaban la consolidación de un ciclo conservador reforzado por el integrismo católico y el fundamentalismo evangélico. Agregamos a esta lista a Bolivia, Ecuador, Colombia y Paraguay. El éxito fue efímero, el segundo semestre de 2019 se caracterizó por la crisis del modelo económico neoliberal. Masivas movilizaciones contra los planes de ajuste económico en los países sudamericanos pusieron en jaque a estos gobiernos que estaban endeudados y sin imaginación para planear opciones políticas; la crisis se agudizó por la pandemia, una situación inédita donde cada error se paga muy caro.

El papa Francisco marcó la estrategia contra los sistemas autoritarios y conservadores apoyados por las derechas católicas y evangélicas. Difundió una entrevista proponiendo derechos de la población LGTBQ, criticó al neoliberalismo, reivindicó la convivencia pacífica y el respeto entre los pueblos y las personas (Encíclica Fratelli Tutti). Fue un espaldarazo para el triunfo del católico Biden en las elecciones de Estados Unidos.

El regreso del MAS en Bolivia mostró la debilidad del Golpe y el cierre fue la derrota del Golpe de Estado parlamentario de Perú donde la ultraderecha católica, aliada con grupos de oportunistas y congresistas corruptos derrocó al presidente constitucional y a los cinco días tuvieron que renunciar acorralados por fuertes movilizaciones populares y de jóvenes en las calles. La Jerarquía católica aliada con Francisco tuvo un papel muy importante en las negociaciones. Terminó la crisis con la caída de los golpistas, donde el nuevo gabinete tiene a cuadros importantes de la progresista Pontificia Universidad Católica del Perú, de inspiración jesuita, que se confrontó, en su momento, con el Cardenal y Arzobispo emérito Cipriano, del Opus Dei.

Evidentemente la hegemonía política define las orientaciones del discurso político religioso y el agotamiento de los proyectos conservadores que no consiguen controlar a las sociedades.

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