Francisco Parada Walsh
Es nuestra segunda piel, es lo que nos identifica como razas humanas y existe en cada país, en cada ciudad y en cada sitio donde habita un ser humano. El 3 de septiembre próximo cumplo cinco años de vivir en mi montaña.
¿Qué cosas han sucedido en esos cinco años?: Muchas, muchísimas, la mayoría han sido buenas, grandes experiencias como abrir mi clínica y volver a practicar el bello arte de la medicina, aprender a vivir con poco, a cambiar patrones de alimentación, a ver un durazno y un higo como las frutas más comunes.
Entiendo que vivo en un paraíso pero también sé que así como existe el cielo también existe el infierno y para que ni el infierno ni el cielo tengan interés en mi persona debo asumir un papel casi mágico, ser un ente, alguien que existe pero no existe, mis movimientos deben ser sigilosos, como un reptil para que toda la homeostasis del paraíso conspire para protegerme.
¿Cuál es la idiosincrasia de mi montaña?: Sólo viviendo acá algo puedo entender, sin embargo creo que guardar el mayor respeto por las tradiciones de un lugar me hace encajar en este paraíso y cobra vida aquel viejo adagio “A tierra que fueres has lo que vieres” pero como es el ego reforzado por la estupidez que el ser humano (Escribo por mi persona) quiere cambiar el mundo de otros cuando el mundo propio (Mi mundo) es un caos, es más fácil ver la mota en el ojo ajeno que la viga en mi ojo por lo que pasé muchos años haciendo observaciones a mi alter ego o algún buen amigo sobre la forma de vida de mi montaña, observaciones a esa idiosincrasia , a esos patrones históricos en alimentación, forma de trabajo, relaciones de pareja, relaciones familiares y tantas más.
¿Qué he aprendido de vivir en uno de los lugares más bellos de Oniricolandia?: A respetar, a respetar las costumbres, pueda ser que no sea lo que a mí entender sea lo mejor pero si una comunidad ha existido por siglos es fácil entender que el perdido y errado soy yo.
¿Qué comparación confirma que la felicidad no la da el dinero?: Tengo un recorte de un joven de Nepal, hizo sus estudios universitarios en Inglaterra y a pesar de haber sido tentado por grandes corporaciones prefirió regresar a pastorear ovejas, a vivir en ese cielo y eso lo hace feliz, esa es su idiosincrasia; lo mismo sucede acá, una bella joven se casa con un joven que apenas le alcanza el jornal agrícola, vienen los hijos, no hay dinero en casa pero en su mundo son felices.
¿Cómo puedo criticar a una comunidad que a su manera me ha abierto las puertas?: No lo puedo ni lo debo hacer, viajo a esa palabra que tanta falta hace a nuestra sociedad: EL RESPETO, ahí radica todo, ellos viven felices a su manera y yo vivo feliz a la mía; no he subido a mi montaña a dar clases de moral y cívica, he subido a vivir, a respirar paz, a disfrutar del mejor clima de Oniricolandia, a practicar la medicina y si en esas sencillas metas se puede ayudar al hermano más pobre que yo ¿Por qué no hacerlo?: Sólo girando la rueda de la gratitud el mundo se convierte en un lugar mejor. He sido inmensamente bendecido por la gratitud de muchas personas por lo que debo retornar esa gratitud disfrazada de una ayuda al necesitado, una consulta gratis y tantas maneras que el ser humano puede generar GRATITUD.
¿Cuáles son esas dos palabras mágicas que deberían ser nuestros apellidos?: RESPETO Y GRATITUD y eso lo he aprendido en estos cinco años de vivir en el cielo. Pueden pensar que soy tonto o ingenuo por no cobrar una consulta pero lo que otros piensen de mí no me preocupa, me preocupa que la vida es breve y cuando ayudo a otro soy profundamente afortunado de estar en el bando del que da y no del que necesita.
¿Cuánto tiempo me llevó entender que lo que a mí no me parece para otros es su felicidad y viceversa?: Muchos, muchos años de juzgar, muchas veces ese juzgamiento sólo se daba en mi mente y en otras ocasiones lo compartía con algún otro forastero y fue así que después de una larga conversación con un gran amigo entendí que el que dilapida sus reales en guaro es feliz como yo lo dilapido en alimentar perros y gatos ajenos.
¿Me piden un cinco para el guaro?: No, no me piden, ¿Les pido un cinco para la comida de los felpudos caninos y gatunos?: No, no les pido y así debe caminar el mundo ya que respetar a otros significa respetar la idiosincrasia de un lugar porque si vine a criticar el estilo de vida de una comunidad y no me parecen muchas de las cosas de las que ahí suceden.
¿Por qué no busco otro lugar donde todo se adecúe a mi forma de ser?: No lo encontraré, los bemoles de la idiosincrasia son inherentes a la raza humana por lo que debo aprender a vivir y sobre todo a RESPETAR a la comunidad que visite, como dicen por ahí: “A llevar la fiesta en paz”.