Por:
En el marco de la proclamación de su triunfo electoral ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), el presidente reelecto Nicolás Maduro anunció la expulsión del encargado de negocios de Estados Unidos, Todd Robinson, y del consejero de la sección política, Brian Naranjo.
La medida se tomó bajo el recurso de reciprocidad, en respuesta diplomática a las últimas sanciones de la Administración Trump, las cuales están dirigidas a la asfixia de PDVSA a nivel internacional.
El mandatario argumentó que Todd Robinson y Brian Naranjo (a este último lo vinculó a la CIA) actuaron en el marco de una operación política para reducir la afluencia de votos del día domingo presionando a los candidatos opositores. Otra razón que sumó al conjunto de acciones que justificaron la medida.
Asimismo aseguró que los próximos días presentará pruebas sobre una conspiración en el campo económico, político y militar dirigida por estos funcionarios.
Es sumamente significativo que el primer acto político del recién electo presidente vaya dirigido a expulsar a dos altos funcionarios de la embajada estadounidense.
A sabiendas de que en las últimas 72 horas más de 10 declaraciones sumamente agresivas han sido emitidas por altos funcionarios estadounidenses, se adhiere a la Orden Ejecutiva en sí, por lo que la acción cobra mayor preponderancia. El Departamento de Estado, predeciblemente, anunció represalias por la decisión del Gobierno venezolano de declarar “persona non grata” a su encargado de negocios.
Marco de la medida y lo que podría perder (políticamente) la Administración Trump
En ese sentido, la acción y el margen de 48 horas para que los funcionarios abandonasen el país pudieran interpretarse como una acción de fuerza para forzar una negociación bilateral, por encima de los actores opositores internos y colocando en el foco las sanciones, utilizando en su contra un factor sensible para los intereses de la Administración Trump en Caracas: la proyección del liderazgo estadounidense a lo interno, en manos de Mr Robinson, la proximidad para hacer más efectiva la coordinación de agendas con figuras opositoras y, por sobre todas las cosas, sostener la presencia política en el tablero de la política doméstica.
También se suma el caso del detenido Joshua Holt, el cual quedaría en total desatención por parte de su gobierno, teniendo Robinson que dar explicaciones incómodas de por qué sus gestiones diplomáticas fracasaron.
Ese nivel de contacto, clave por un lado para subordinar a sectores opositores bajo el mando de la Embajada, está en peligro si del lado estadounidense no se hiciera nada para mantener un grado mínimo de relaciones diplomáticas e institucionales con Venezuela, como ya lo han anunciado.
El escenario delineado por esta primera acción de Maduro va confirmando la tesis de que la etapa del conflicto que deriva de las elecciones presidenciales se jugará en el tablero geopolítico.
En el marco de una Administración Trump actuando desordenadamente en varios frentes geopolíticos a la vez, es predecible que la expulsión de Robinson resulte en la insinuación, y aplicación a futuro, de mayores sanciones económicas y financieras contra el país.
A cinco años de conflicto frontal en distintas esferas de la vida política, la actuación del directorio chavista en política internacional nunca ha sido inocente, atropellada y carente de objetivos estratégicos.
La contención de la OEA en los años 2016 y 2017, instancia que buscaba ser utilizada por Washington para legitimar internacionalmente sus sanciones contra Venezuela, es una demostración científica de eso; absoluta.
Desbocamiento asegurado y efectos internos
El cese de relaciones diplomáticas con Estados Unidos precipitará con toda seguridad el uso de otras armas económicas contra el país, maniobras que, independientemente de la expulsión de Robinson, venían de todas formas. Por otro lado, este cese restituirá también una especie de punto cero en el que el Gobierno venezolano asume la ventaja de no reconocer a Estados Unidos como posible actor de negociación a menos que baje la guardia. De aquí en adelante, la Administración Trump actuará defensivamente, y eso en política internacional es sumamente importante.
Con esta acción el Gobierno venezolano espera generar un desbocamiento de la Casa Blanca, algo que pudiera ser aprovechado políticamente en distintos niveles.
Por un lado, la aplicación de mayores acciones coercitivas en el ámbito económico-financiero expone aún más a la Administración Trump como responsable crucial de la crisis social venezolana, reduce su efectividad, aumenta los costos políticos por asumir en el mediano plazo y remarca su condición de intransigencia ante la comunidad internacional.
Por otro lado, intensifica la brecha entre sectores opositores internos dependientes de la Administración Trump y quienes buscan un lugar político de centro, relega al mundo del antichavismo, como el año pasado, a canibalizarse internamente entre apoyar las sanciones cada vez más agresivas o no apoyarlas. Escenario que tiene como única derivación la pérdida progresiva de un ya menguado capital político en beneficio del chavismo.
El factor europeo, el precedente iraní, provocar el choque de agendas
La representante diplomática de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, dijo que “Venezuela necesita urgentemente una solución política”, afirmando que se estudiará una nueva ronda de sanciones.
En contradicción con las vocerías estadounidenses sobre el proceso electoral, para la diplomática europea tuvo “irregularidades” mas no fue fraudulento, como recalcó con fuerza el secretario de Estado, Mike Pompeo. Diferencia que es importante remarcar, ya que parecieran ralentizar las sanciones y distanciarse parcialmente de la intransigencia de Estados Unidos para mantenerse como un mediador eventual. Quizás esperando alguna concesión del Gobierno para legitimar un acercamiento y coincidir con los factores opositores prestos a sentarse en una mesa de negociación.
Este aspecto es especialmente importante por cómo el Gobierno intenta manejarse en el escenario internacional con miras a un nuevo proceso de diálogo.
El reforzamiento de las sanciones financieras contra Rusia y la salida de Estados Unidos del pacto nuclear con Irán, han deteriorado las relaciones entre la UE y la Administración Trump, debido a que ambas acciones perjudican el acceso de Europa a recursos energéticos vitales para su economía desde Eurasia, lo que a su vez deprime el liderazgo geopolítico del mal llamado “viejo continente” como principal bloque comercial del planeta.
Ese mismo choque de intereses geoestratégicos se replica en Venezuela. El posible desbocamiento de la potencia del Norte podría inducir un deterioro de las inversiones de las petroleras europeas en territorio venezolano, reafirmando un distanciamiento aún mayor y, por ende, la búsqueda probable de respaldar parcialmente un nuevo proceso de diálogo para proteger y ampliar su exposición petrolera en Venezuela.
El acompañamiento ciego de la UE al plan de destrucción económica de Washington implica altos costos energéticos, que muy posiblemente no están dispuestos a asumir a medida que los flujos desde Eurasia buscan ser cerrados también por la avalancha de sanciones que promete Pompeo contra Irán.
La expulsión de Robinson intenta favorecer este distanciamiento, colocar en contradicción en el escenario venezolano ambas agendas para producir las brechas por las cuales se puede gestionar un proceso de negociación que, por ahora, tiene a Uruguay, y posiblemente a Ecuador, como instancias que le dan respaldo regional a contracorriente del último comunicado del Grupo de Lima.
La instrucción del presidente Maduro a la Asamblea Nacional Constituyente para estudiar posibles liberaciones de políticos presos puede significar importantes concesiones para acercar a la UE como factor de mediación y aislar a Estados Unidos, con el que ya no se tiene relaciones formales, en su agenda absurda de obtener el poder político en Venezuela por la vía de sanciones.
Paradojas, Rusia, China y la jugada multipolar
Rusia y China también juegan un rol importante. Ambos líderes del bloque euroasiático saludaron la victoria de Maduro, llamaron al diálogo y desautorizaron las amenazas de Estados Unidos de no ofrecer financiamiento a Venezuela, por lo que podrían ser objeto de represalias dentro del sistema financiero estadounidense. Al romper relaciones, Maduro aprovecha estos movimientos geopolíticos para obtener una ventaja política sobre la Administración Trump, justo en un momento en el que pierde influencia internacional y su autoridad es severamente cuestionada por el ascenso de actores emergentes.
China tiene a Europa en su bolsillo mediante la política expansiva de inversiones emprendida durante los últimos años, Rusia es una actor clave para mantener su flujo energético y un importante mercado para sus exportaciones; ambas circunstancias juegan a favor para que la Unión Europea no haya tomado una política disruptiva contra un país como Venezuela (con la que comparte alianzas con los mismos socios estratégicos) a la medida de las exigencias de la Casa Blanca.
Las reacciones venideras por parte de Estados Unidos están enmarcadas en una paradoja: un mayor aislamiento del sistema financiero occidental implica una aceleración para que Venezuela eleve sus alianzas con Rusia y China, representa un poderoso incentivo para seguirse incluyendo como actor fundamental debido a su peso energético y geopolítico a nivel regional, en la configuración de una nueva arquitectura financiera internacional diseñada para desplazar la hegemonía del dólar y, en consecuencia, el orden internacional occidental parido después de la Segunda Guerra Mundial, actualmente en profunda crisis.
Seguirle los pasos a la Administración Trump significa, para Europa, un importante costo energético; en lo político, incentivaría el afianzamiento de Venezuela dentro del bloque multipolar. En la misma parajoda de Estados Unidos también tendrá que verse.
En términos políticos, con esta medida tomada, Maduro va cerrando progresivamente el compás de posibilidades a la Administración Trump, forzándola a optar por una intervención militar (opción con poco consenso global, altamente costosa políticamente, geopolíticamente improbable y descartada por los tanques pensantes con mayor influencia en la Casa Blanca) o asumir la derrota política de seguir sancionando sin obtener la efectividad esperada. ¿Quién obliga a negociar a quién a partir de ahora?
Queda todavía trecho para observar con más claridad en qué resultará esta medida tomada por Venezuela. De lo que sí podemos estar seguros, dada la experiencia probada de la diplomacia venezolana en tiempos de guerra, es que esta puntada tiene su dedal y busca provocar una reacción en la Administración Trump que la debilite. Busca generar las condiciones necesarias para adquirir un mayor margen de maniobra a nivel internacional, aprovechando en beneficio del país la decadencia del orden internacional liberal y las grietas que va dejando.
Maniobrando en el marco de esas contradicciones, hemos demostrado suficiente inteligencia y habilidad.
(Tomado de Misión Verdad)