Por: Róger Hernán Gutiérrez*
La película que veníamos viendo sobre la situación hegemónica en el país, pareciera que se va develando, sólo que no reconocemos aún para que lado se va definir, históricamente el régimen político que se ha alcanzado por medio de una votación, que es la manera de ejercer una democracia representativa, luego venían las imposiciones, los incumplimientos de las promesas electorales, y no pasaba nada y la esperanza, el cambio, la mejoría quedaban sumergidas en la indiferencia y el comodismo burocrático de siempre, frustrando los ideales de los sectores populares.
Ahora hay un régimen político que tambalea, que difícilmente se sostiene, aun cuando resta un período que según lo que vemos, terminará más temprano que tarde, sigue aceleradamente desintegrándose, a pesar que mucho de ese lastre no se ha presentado a laborar confirmando que muchos están realmente para irse por la puerta trasera, sin vergüenza, sin una autocrítica clara de ser los responsables de su propia derrota. Pero eso a donde nos lleva continúan engavetados muchísimos ante proyectos de ley, presentados por fuerzas retrógradas y/o consecuentes y progresistas, pero que el espacio legislativo ha sido negativo para debatir con transparencia y oportunidad de lograr leyes en pro de los intereses de la gente trabajadora.
Hay convenios de la OIT, que siguen durmiendo el sueño de los justos, además de proyectos de ley relacionados con temas de trascendencia como pensiones; salas cunas (prórrogas); el código procesal laboral; la ley de la función pública; el ante proyecto de ley para reformas y mejores regulaciones para realizar el trabajo del hogar; reformas laborales puntuales que requieren establecer mejores derechos al trabajo y la seguridad social. Se debe hacer el procedimiento para ratificar el Convenio sobre la Violencia en el Trabajo y el Acoso (C190). Así como el asunto de la ley del agua y la soberanía alimentaria como derechos humanos; el convenio a favor de los pueblos originarios y políticas públicas para hacer sostenible el desarrollo social y el bienestar económico de la clase trabajadora.
La expectativa laboral es grande, pero aún se pierden las intenciones claras de los que se van con los que vienen, en el ámbito de la derrota y el gane, se observa la falta de nobleza del ganador, su prepotencia, contra el elemento de soberbia y ausencia de autocrítica del perdidoso, culpable por abonar en largos períodos de demagogia y falta de interés por la aprobación de leyes a favor de la gente trabajadora. Muchos sabemos la forma de discutir los proyectos de ley, donde se han privilegiado siempre los intereses de los grupos fácticos dominantes, en detrimento de las mayorías populares; la aprobación del CAFTA-RD, de la dolarización, los nombramientos de magistrados y funcionarios del Ministerio Público, con muy escasas excepciones.
El uso de la vacatio legis (dilación para entrar en vigor), en pro del poderoso, como fue cuando se aprobaron los convenios sobre libertad sindical (87, 98, 135, 151) y la sindicación en el sector público en 2006. Las salas cunas (2019), la ley sobre riesgos en los lugares de trabajo (2010). Pero para las reformas al sistema de pensiones en 2017, fue inmediato, como también los madrugones lesivos a la población que estaba literalmente dormida; en fin una estrategia clara para hacer mayor dilación en la puesta en marcha de los beneficios de una ley, favoreciendo siempre al sector patronal.
Es necesario la reforma fiscal para abordar impuestos progresivos y no regresivos; y dar una diferencia, ante el favorecimiento en pro del capital por exoneraciones de impuestos que fácilmente sobre pasan el 3% del pib nacional, la lógica del sistema de mantener el desequilibrio al sostener que paguen 11 centavos por cada dólar los que se favorecen de la riqueza producida por los trabajadores (as), a cambio de 0.30 por cada dólar para las familias pobres. Las empresas pagan una tasa efectiva del impuesto sobre la renta de 2.5%, mientras que las personas trabajadoras lo hacen en 10.8%. Esta injusticia hoy puede ser revertida, y la expectativa laboral es que se haga sin más dilación.
El gobierno en el ejecutivo también tiene deudas grandes pendientes como es el incremento al salario mínimo, aumento salarial al sector público, menos renta por servicios profesionales e ingresos salariales para aquellos que no disponen del suficiente ingreso; impuestos al patrimonio y renta a quienes nadan en la opulencia. La expectativa laboral es cuándo va empezar a suceder, ya no es espera—la administración del trabajo debe perseguir a los malos empresarios que se apropian de las cotizaciones previsionales y cuotas sindicales, debe ejercer una clara vigilancia a las empresas que se aprovechan de la elusión fiscal, pero que no dan una contraparte como es la creación de nuevos puestos de trabajo y nuevas fuentes de empleo; y la conservación de los puestos de trabajo en aquéllos lugares golpeados por lo económico, mientras se van recuperando poco a poco.
*Sindicalista salvadoreño