Por: Mauricio Mejía*
Un domingo 23 de marzo de 1980, en la Catedral Metropolitana, durante la homilía de la Santa Misa, San Romero de América, angustiado por el baño de sangre a que era sometido el pueblo salvadoreño se dirigió al ejército y al gobierno y expresó la siguiente oración: “en nombre de Dios, …, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”
El poder liberador de la palabra del profeta, invadió de pánico al dictador, quien a pesar de estar oculto en la impunidad y protegido por legionarios y pretorianos, se sentía derrotado, por ello con extrema cobardía y sin honor en la contienda, más bien con alevosía y ventaja, al siguiente día disparó y cegó la vida del hombre; pero para su desdicha y grandeza del pueblo, derramaron una sangre redentora, que de inmediato resucitó y continúa avivando luchas y triunfos populares que implantan el respeto y goce de los derechos humanos en todo el planeta.
Este 24 de marzo se cumplen 41 años del martirio de San Romero de América, martirizado en su casa de oración, durante una misa en la capilla del hospital Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador; sus verdugos imaginaron darle una lección de terror al pueblo y lo que promovieron fue una ola de indignación y de conciencia que convirtió en una profecía, lo escrito por San Romero de América en su Tercera Carta Pastoral, del 6 de agosto de 1979, en la que se puede leer:
“Los cristianos no tienen miedo a la lucha. saben cómo luchar, pero prefieren el lenguaje de la paz. Sin embargo, cuando una dictadura viola seriamente los derechos humanos y atenta contra el bien común de la nación, cuando se hace insoportable y cierra todos los canales de diálogo, de comprensión y de racionalidad, cuando esto ocurre, la Iglesia habla del derecho legítimo a la violencia insurreccional”
En nuestro horizonte visualizamos que la lección que el martirio de San Romero de América le dio al pueblo no fue el abandono de la lucha, por el contrario, el pueblo fortaleció su organización popular y reivindicó sus derechos, venció el miedo, dominó el terror y derrotó la dictadura, que esta vivencia la tomen en cuenta los legionarios y pretorianos actuales de cualquier personaje que pretenda erigirse dictador, quien también sería derrotado.
*106.9 FM radio.