Por: Francisco Parada Walsh*
Una palabra que describe a nuestra sociedad y derrumba a ese todo que es el sueño del hombre común. ¿Qué hace que una persona se sienta vacía?: debo realizar un viaje a mi infancia y entender que siendo un niño fui víctima de un consumismo inimaginable, ejemplos que me aclaran esa necesidad de tener todo: Que mi padre me regalara una bicicleta que en 1974 costara en Omnisport quinientos cincuenta colones, tener la ropa que estaba de moda comprada en almacenes Freund, enviarme a estudiar inglés a una de las escuelas privadas más prestigiosas de Estados Unidos donde me bastaba cruzar la calle para estar frente al Beverly Hills Hotel, ser el primero en mi pueblo al que llegó un disco bayunco de “Titanes en el Ring”. Cuento esa parte de mi vida sin un atisbo de jactancia, pasó y punto.
Como resultado de esa búsqueda desenfrenada por tener todo siendo un niño ya había un vacío en mí, un sin sentido a la vida sino obtenía lo que deseaba; no culpo a mis padres, no, somos víctimas de víctimas por ello no puedo juzgar mi pasado; sin embargo veo cómo una sociedad cae en un despeñadero, un abismo infinito y no somos capaces de tan siquiera dar la mano al que decide lanzarse, no, al contrario, se le empuja
Pero debemos preguntarnos ¿A qué he venido a este mundo?: Cada quien debe responderse sin embargo al parecer no hay respuestas que eviten la inanidad en que vivimos. Vivimos para otros, es un ciclo vital del que nadie parece escapar ni evitar; pensar que nuestra vida y alma le pertenece a una familia de la oligarquía salvadoreña parece un cuento pero es la verdad, a continuación describo el ciclo vital o mortal del salvadoreño promedio: Nacer, estudiar y dependiendo de las posibilidades económicas puede empezar sus años de estudio en una escuela privada perteneciente a dicha familia, luego el bachiller opta a una beca o corre con los gastos de estudiar economía, siempre en el ciclo vital y mortal; una vez es profesional y con mucho esfuerzo decide adquirir una casa en la zona de Lomas de San Francisco, una hipoteca a treinta años, debe la pareja trabajar pues un salario promedio no es suficiente para alcanzar el todo; en un país como el nuestro el tener vehículo no es un lujo sino una necesidad, decide continuar el ciclo vital y mortal, saca un carro al crédito a una empresa de la misma familia; poco a poco la familia crece, se necesita sacar a los niños a divertirse, decide ir a uno de tantos centros comerciales que esta familia posee, usted es feliz, puede pasar el día caminando, hay tantas ventas de comida a precios aparentemente accesibles que usted tiene dónde escoger, el padre come hamburguesas, la madre ordena comida china y los niños piden pizza; la velada terminó, debe regresar a casa, para que pueda salir de esa mole de concreto y de falsedad debe cancelar una tarifa, ¡Usted paga hasta por divertirse!
Ni se le ocurra que puede salir sin pagar y, revise su rostro, usted va feliz, lleva una sonrisa de oreja a oreja, me pregunto ¿Qué diferencia hay entre este poderoso grupo oligárquico con el vendedor de la empresa Diana que ingresa a una zona populosa donde las pandillas deciden todo lo que ahí sucede?: ¡No hay diferencia amigo lector! No, se debe pagar una renta para abandonar ese lujoso centro comercial ¿Cómo se le puede llamar a ese ciclo vital?: Ciclo vacío, inanidad, vacuidad, la nada. Debemos saber que no tenemos a un dios en el cielo sino a una familia que de una u otra forma, llegamos a adorar, nuestra alma pertenece a ellos pero no la compran, no, no les importa.
Al parecer somos el reino más evolucionado de la creación pero no lo somos, apenas llegamos a un conglomerado o quizá la palabra muchedumbre nos defina como grupo social y en la búsqueda del todo vivimos en la nada, si, en esa nada de no peguntarnos ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Dónde?, preguntas que si las respondemos con sinceridad quizá dejemos esa nada para entender que debe haber un propósito en nuestras vidas; veo a una muchedumbre que aplaude a la nada, vive totalmente ebria, endrogada y prendida de un televisor y quizá la respuesta a esas cuatro preguntas sea ¡Gol! ¡Traiga otro balde! Recientemente leí una publicación en las redes sociales donde a cada jugador de la selección de futbol de playa le darían siete mil dólares como premio por clasificarse al mundial; mientras, una amiga colega, héroe de blanco fue despedida a inicios del mes; dos ejemplos opuestos que demuestran la inanidad de El Salvador.
Si vivimos en ese vacío no es al azar, nuestra mente tiene que estar hueca como un cántaro vacío y parece que no entendemos lo que se vive en este país, esa inanidad tan característica del salvadoreño que vive en el hoy, no piensa en el futuro, no hablemos del futuro del país sino de sus hijos; eso somos, una muchedumbre con una mente vacía, topadas de basura; una inanidad donde no se vislumbra una salvación, la nada aplaude mientras el país cae a pedazos.
*Médico salvadoreño