El sueño de los corruptos

Por Rodolfo Cardenal.

Si usted es o fue corrupto, ya no dormirá tranquilo”, prometió el presidente antes de las vacaciones de agosto. La promesa encierra una verdad a medias, pues si alguien es o fue corrupto, pero discurre por los círculos del oficialismo, puede continuar con su vida y sus negocios sin más preocupación que aprovechar al máximo las ventajas de ese entorno privilegiado. No así si se encuentra en “la lista” presidencial. En este caso, no lo dejarán dormir. No tanto por ser corrupto como por no figurar entre los protegidos por los Bukele. Esos gozan de impunidad incondicional. Uno de los casos más escandalosos es el de sus aliados de GANA. La persecución del delito tiene carácter eminentemente político, no ético ni penal. El régimen no persigue el crimen en sí mismo, sino a los corruptos a los que considera enemigos. La furia contra estos delincuentes, algunos de ellos con trayectoria larga y conocida, se desata desbocada en los medios oficialistas y en las redes sociales. Consumidores y usuarios aplauden al régimen por atreverse contra personajes hasta ahora intocables.

La intensidad de la frustración y de la cólera colectiva impide ver la parcialidad de la persecución. La maniobra esconde hábilmente a los protegidos del régimen. Los señalados en la lista de Washington no figuran entre los perseguidos. El fiscal no encuentra en ellos mancha alguna, mientras que en los otros, los de la otra lista, halla podredumbre. No puede ser de otra manera, dado que ese funcionario proviene de esos círculos. En el medio es público que los funcionarios solicitan abiertamente mordidas para adjudicar los contratos. La inmoralidad reinante hace las delicias de los proveedores, que se agencian jugosas contrataciones a cambio de compensar al funcionario a cargo. Mientras a estos los protege el secreto oficial, los otros son sometidos al escarnio y la humillación pública.

La persecución no se atiene a los procedimientos judiciales establecidos. La presunción de inocencia no existe para ellos. Son condenados y sancionados al margen del sistema judicial, lo cual, al igual que en el circo romano, enardece a las masas, ajenas al juego de prestidigitación oficial. No obstante, no lo tienen todo perdido. Pueden salir judicialmente bien librados, porque a menudo la Fiscalía no puede probar sus acusaciones y conseguir una condena. De lo que no se libran es de la deshonra pública, que suple con creces las deficiencias fiscales y policiales. Prueba de ello es la absolución de un alto dirigente pandillero, acusado de formar parte de agrupaciones ilícitas, de traficar con drogas y de conspirar para cometer homicidio. Aunque es uno de los catorce pandilleros reclamados por Estados Unidos, este dirigente sí puede dormir tranquilo, porque los magistrados de Bukele trabajan para detener el proceso de extradición. No hace al caso que Washington lo reclame por terrorista, el mismo crimen que el fiscal y el ministro de Seguridad endilgan a los enemigos del régimen. Quienes no pueden dormir tranquilos son las víctimas de las pandillas. Ninguna de las cuatro fases del plan de seguridad ha recuperado para el Estado el territorio ni el monopolio de la violencia.

La justicia de Bukele es como la antigua. No es cierto que, como asegura el ministro de Seguridad, esté decidido a “terminar con este régimen corrupto que ha venido carcomiendo a todas las instituciones del Estado”. La persecución de la corrupción del pasado, pero no la actual, profundiza aún más la debilidad institucional. Un régimen comprometido con la decencia mostraría orgulloso sus manos limpias. No tendría reparo alguno en publicitar sus cuentas ni en dar cuentas cabales de su gestión. Pero esto no es posible, porque, entonces, comprometería su futuro inmediato. Forzosamente debe ocultar sus operaciones y sus gastos. El encubrimiento está reñido con la honradez.

El régimen no terminará con la impunidad, tal como repiten sus voceros. Los protegidos se aprovechan de ella tanto como lo hicieron en su momento los ahora caídos en desgracia, cuyas vergüenzas han quedado expuestas. Muy seguros deben estar en su insensatez, pues nada ni nadie puede garantizarles que, en el futuro cercano, ellos también se encuentren defenestrados. El discreto retiro de la palestra pública de la hasta hace poco omnipresente jefa de gabinete, que figura en la Lista Engel, es una advertencia.

El encubrimiento y el disparatado aumento de la deuda, que se suman al desempleo, la enfermedad y la violencia social, debieran quitar el sueño al ciudadano consciente. Las víctimas de estos males no pueden disfrutar del descanso nocturno. No se puede dormir tranquilo mientras el oficialismo combate sesgadamente el crimen. Los suyos y los líderes de las pandillas son intocables. No se puede dormir tranquilo cuando el oficialismo descarta contener el deterioro del medioambiente por considerar que atenta contra el progreso. El régimen no cae en la cuenta de que la catástrofe climática amenaza seriamente no solo el progreso que desea, sino también el actual. Por ello, no tiene motivos para dormir tranquilo. Las contradicciones, la incompetencia y la corrupción cavan su tumba.

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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