Fueron declaradas este 15 de Septiembre las comidas nacionales del Pinochini de América. Suceden cosas tan raras en este país, o quizá todo esté patas arriba. Cosas inimaginables toman vida en este terruño, y dejar a un lado las tradicionales pupusas es cosa de locos; pocos países se arrogan el derecho y el honor de tener dos platos típicos nacionales y debemos entender cómo es que en El Salvador la población recibió un plato nuevo, fue en ese “Pan de la Vergüenza” que se repartió un mazacote llamado “Atún de pollo” En el mundo no existe tal guiso, ¡solo aquí! en esta tierra del queso duro blandito.
Por: Francisco Parada Walsh*
Atún es una cosa, el pollo es otra pero que de ese híbrido llegue a su mesa convertido en “Atún de pollo” solo nos dice, cómo el hambre juega con nosotros. Deben los grandes cocineros del mundo hacer una visita a El Pinochini de América y quizá, tal plato, sea digno de ser premiado con algunas estrellas Michelin no por su delicia ni presentación, sino por haber logrado que un atún se aparee con un pollo, digno de “Aunque Usted no lo crea de Ripley”.
Y como debe terminar tal banquete, le ofrecen unos chocolates belgas junto a un caldo donde relucen unas vainas de color rojas y verdes; en ese momento debe el comensal sentir gran orgullo de ser salvadoreño, usted está degustando una exquisita sopa de Pitos, que aparte de los nutrimentos que aporta, da un sopor donde usted no sabe qué es lo bueno, lo malo y lo feo; no sabe si es de izquierda o de derecha, no sabe que no sabe, no sabe que esa sustancia tiene un costo altísimo, y que por cosas del destino, si en los mejores restaurantes de Europa tiene un precio que oscila por los treinta euros la guarnición, en este país tan creativo el cliente tiene dos opciones: O la traga cual pajarraco abriendo el pico y es el gobierno el que le zampa la cuchara hasta el fondo del buche y usted entra en un trance, en un sopor quizá tan delicioso que usted hace hasta lo imposible por no despertar; pareciera que es fentanilo, pero no lo es, quizá diacepan pero tampoco es, a lo mejor morfina pero no lo es y después de despertar de ese delicioso sueño, algo sucedió en su mente que le fue cambiada toda la información, ese chip incrustado desde 1492 hace que la víctima de tal menjurje se vuelva más dócil, más sencilla, más mansita; y tenemos la otra opción que si a usted no le gusta tal brebaje de todos modos tiene que pagarlo y sí que pasa los miles de dólares por cada invitado salvadoreño que no pidió la sopa de pitos, sino que ya viene incluida en el menú.
Junto a un café negro con azúcar blanca servida en tazas verdes como la esperanza le sirven unas tartaletas rellenas con leche de borrega y es tanto el gozo al probar tal dulcura que usted casi relincha en pleno restaurante. Cuando se acerca el mesero y pregunta: Señor ¿Qué tal le pareció nuestro postre? Usted responde: ¡Meeeeee! Pareciera un menú surrealista y cuánto quisiera que así fuera pero es lo que sucede en este país donde peroladas de sopa de pitos, millones de latas de atún de pollo y tartaletas de leche de borrega se reparten a diestra y siniestra. Un país que en el 2005 ocupó el tercer lugar en el consumo de cocaína a nivel mundial debe seguir zampándose cualquier cosa que nos haga olvidar nuestro karma, no importa lo que sea, lo que vale es olvidar por un rato, tanto dolor.
La gastronomía cuscatleca es impresionante, delicias en cada pueblo, cantón y caserío; sin embargo, debe quedar registrado que el único país en el mundo donde se endama un atún con un pollo es en El piniochini de América.
Otra raya más para el tigre guanaco-borrego-sopa de pitos salvadoreño.
*Médico salvadoreño