La «conciencia verde» de la burguesía termina donde comienza su billetera: hasta que las clases populares decidan hacer pagar la cuenta.
Por: Geraldina Colotti
Durante el III Foro China-Celac sobre Ciencia, Tecnología e Innovación, el viceministro venezolano para Investigación y Aplicación de Conocimientos, Francisco Durán, dijo que hay que hacer una reflexión crítica sobre la aspiración del crecimiento económico perpetuo, puesto que no es realizable y ha causado una extraordinaria crisis ambiental planetaria. Además, reiteró que aún se pueden rectificar rumbos y establecer cuáles son reales necesidades para la vida y cuáles son factores ficticios que no justifican el impacto ambiental.
Una visión que deriva de la idea marxista, expresada por Chávez, de que para cambiar el clima es necesario «cambiar el sistema». En esta clave, vale la pena recordar lo que escribió Karl Marx en el New York Daily Tribune en un artículo del 11 de mayo de 1858: “Nada es más fácil que ser idealista en nombre de los demás. Un hombre saciado puede burlarse fácilmente del materialismo del hambriento, que pide un simple trozo de pan en lugar de ideas sublimes”.
Vale la pena recordar estas palabras cuando, con respecto a la «transición ecológica», son los gobiernos capitalistas, responsables de la devastación del planeta en nombre de su ganancia, los que levantan la bandera de la «conciencia verde». Y, de hecho, con el mismo descaro con que el Parlamento Europeo otorgó el Premio Sájarov a la libertad de opinión a los golpistas venezolanos, Estados Unidos entregó al presidente colombiano Iván Duque una millonaria donación y un premio por su defensa ambiental.
En Colombia, solo durante el 2020, 65 defensores del medioambiente fueron asesinados, mientras Duque hunde el Acuerdo de Escazú – un pacto firmado por 24 países latinoamericanos que pretende brindar mayor transparencia en la información sobre proyectos ambientales y crear las herramientas necesarias para proteger a los líderes y lideresas que defienden el medio ambiente.
En la ciudad italiana de Milán, delegados de más de 40 países se reúnen hasta el 2 de octubre para preparar la próxima cumbre climática (COP26), prevista para noviembre en Glasgow. En el Youth4Climate también participaron 400 jóvenes, delegados de 186 países, que redactaron un documento para la COP26. Mientras tanto, para relanzar el ciclo de acumulación capitalista, grandes grupos multinacionales se están enfocando en las energías renovables.
Para apoyarlos, una poderosa campaña mediática que, ocultando los intereses de clase y la búsqueda de un aumento de la tasa de ganancia -que en cualquier caso no protegerá al sistema de un nuevo atasco en su proceso de valorización- intenta presentar los «sacrificios necesarios” como si fueran para todos. En cambio, no son los salarios los que están aumentando, sino las tarifas de electricidad y gas. Un incremento que también se ve afectado por las obligaciones impuestas por el comercio de derechos de emisión de la Unión Europea para reducir la dependencia del carbón.
La reconversión ecológica planificada, que también implica una transición digital, conducirá a más despidos, otros accidentes laborales, mayor compresión salarial y otras agresiones o chantajes a los países del sur que poseen recursos estratégicos. Mientras tanto, el petróleo, el gas, el carbón representan más del 80% del consumo mundial.
La principal fuente de energía utilizada para producir la gigantesca cantidad de electricidad utilizada en el sector digital (entre el 1% y el 3% del consumo eléctrico mundial, que podría multiplicarse por cinco para 2030), es el carbón. Y la contaminación digital avanza a un ritmo aún mayor que en la actualidad.
La «conciencia verde» de la burguesía termina donde comienza su billetera. Hasta que las clases populares decidan hacer pagar la cuenta.