Dicen que siendo una niña detenía el tránsito con una mano porque en Quillota exigía honores por ser la hija de un senador.
Que tenía inmensas ambiciones, pero terminó casada con un militar huaso y de bajo rango llamado Augusto Pinochet. Que siempre lo despreció por su mediocridad, y cada día valió la pena para enrostrarle que sin los favores de su padre jamás habría llegado hasta la más alta jerarquía en la Escuela Militar.
Que tras la dictadura su ambición no tenía límites, sus empleadas le temían porque era boca sucia y de malos tratos frente cualquier persona que le pareciera inferior. Cuentan que se llevaba hasta la última sobra en los eventos y viajes de la Junta Militar, que las mujeres del edificio Portales le temían porque era implacable. Pero amaba los halagos y en eso Manuel Contreras se convirtió en su favorito y llegó a cumplir sus caprichos más oscuros, como el día en que mujeres voluntarias de su imperio CEMA Chile fueron hasta la revista Paula para “invitar” a la periodista Malú Sierra a participar en la fundación y ante su negativa, Lucía llamó a su amigo y Malú fue secuestrada por la DINA, trasladada a Villa Grimaldi y despedida de la revista.
Dicen que hasta su propio padre le quitó el saludo al enterarse de los horrores de la dictadura. Que Lucía sonrió cuando se enteró que perseguían a sus propios familiares del lado paterno. Que su nieto Augusto Pinochet Molina, el exmilitar vinculado al tráfico de cocaína y al nazismo, la culpaba todos los días del suicidio de su propia madre.
Pero Lucía era más que la figura de una mujer perversa, ella tuvo un rol clave como agente de la dictadura, luchó por el control de las mujeres del país a través de CEMA Chile, y fue capaz de construir tal nivel de infraestructura a través de la institución que sus voluntarias fueron clave para llegar a ser más 45 mil a favor de la opción Sí durante el plebiscito. CEMA Chile se metió en las poblaciones a través de las juntas de madres, y armó camino a lo que más tarde sería el gremialismo territorial y la intervención en ministerios como el de Vivienda que les permitió acceder a tomas de terreno y disputar a la izquierda la conducción vecinal.
Lucía era más que la acompañante del dictador, fue una activista de la extrema derecha que amparada en la figura de la familia, la madre y el matrimonio disputó codo a codo el control por los territorios y el cuerpo de las mujeres. No hubo justicia, pero todo su legado será destruido por las próximas generaciones en cada territorio del país.
Ahora sí, ¡ni una menos!