Lo defino como aquella persona que desea leer noticias suaves, propositivas que versen sobre gatitos, flores, alguna receta de cocina y quizá sobre un evento deportivo, y qué decir de aquel que alardea en las redes sociales sobre un licor fino, restaurantes caros y lujosos carros. No escribo para cambiar al mundo sino apenas cambiar mi vida.
Por: Francisco Parada Walsh*
Día a día me doy cuenta que vivo en otro mundo, quizá paralelo al Planeta Tierra Roja pero en el mundo que vivo, si usted me visita con bandejas de dolor, pobreza, muerte, desaparecidos y más ¡Es bienvenido! Sin embargo a la vez está, ese mundo de charolas de indolencia, de una lejanía a la realidad, y de un conformismo enfermizo ¡Usted no es bienvenido! El mundo cae a pedazos, mientras nada me pase, qué importa que caiga, qué importa que mueran miles de hermanos; pareciera que ser el centro de la tierra y de la atención es lo que nos da valor; escribo y escribo, leo que leo y muy pocas personas leen; ya leer es un acto revolucionario no por la lectura de libros que en un tiempo fueron prohibidos sino porque ese lector ya va contra corriente; muchísimas personas cercanas, evitan leer la realidad, todo se resume a lo más liviano, que no pase de dos páginas y ya; aprecio y valoro a ese lector que me escribe y resume cada artículo leído, esas son especies ya por extinguirse, otro nivel.
El lector Light es demasiado importante para conocer el dolor ¿Cuántas personas me dicen que abordo temas que son muy duros? Y si vivo en un país duro, egoísta, malvado, ¿Qué esperan que escriba? Trato de mostrar lo que es la realidad, sin tapujos, sin vendas en los ojos, sin doble moral, aun, tener una moral me cuesta, no digamos dos.
Siempre El Salvador se ha caracterizado por ser tan especial, desde ese país que Roque Dalton inmortalizó en tan bellísimas profecías, nada ha cambiado, estamos iguales o peor que en la época de ¡Roque por Siempre!! Si somos una sociedad Light, todo debe ser así, nada de romperse el pecho por dejar surcos de verdad, de fe, de solidaridad sino que todo debe ser suave, color rosa, nada que ofenda al ciudadano, aun, le dimos paso al consumismo y las nuevas iglesias son los centros comerciales, todo al revés.
Estos días de celebración, no hay ni siquiera un momento de reflexión, todo es cual si el mundo se terminara, todo en exceso, menos la empatía para el otro. Buscamos saciar todo lo que nos dé satisfacción sin embargo detestamos la responsabilidad hacia el otro; no buscamos cambiar nuestra vida y menos nos interesará cambiar la vida del que sacó la peor parte a la hora que se repartieron los talentos; unas disparidades inimaginables y entre más “Light” sea cada día de mi vida, más feliz seré.
Tristemente es nuestra realidad, todo es perfecto en las redes sociales, las imperfecciones del alma no tienen filtros ni se pueden retocar, sencillamente el árbol torcido lleva trabajo enderezar; todo lo que vivimos y sufrimos, lo tenemos merecido; gobernantes de la peor calaña pues cual autómatas no pensamos ni por un momento en el futuro del otro o de mis hijos; todo debe ser fácil, y así se educan a los hijos, generaciones de hijos donde el ejemplo non plus ultra es ver a un padre alcohólico, sino violento, mentiroso, que domingo a domingo hace creer a su vástago que asistir a un evento religioso es encontrar la salvación; la salvación se encuentra cuando se busca el dolor en las cuencas vacías del hermano sufriente, perdido, hambriento; ese que no sabe que es pasado, presente ni futuro sino que vino al mundo a reventarse el lomo por unos pesos; mientras, despilfarramos recursos a más no poder, vivimos ebrios de poder y alcohol y nuevamente, es la sopa de pitos, ese menjurje poderoso que duerme a extraños y a más extraños.
¿Quién lee en este país? Muy poca gente, no es lo mismo leer un artículo en Facebook que un libro de Kundera, de Víctor Hugo, de Carlos Fuentes, los poemas de Walt Whitman y otros; leemos apenas ni la mentira completa y sobre todo queremos libros que nos “hagan mejores personas”; para tratar de ser mejores personas basta entrar al cuarto de nuestra empleada doméstica y ver las condiciones infra humanas en que vive; visitar su casa y sentir un golpe en el pecho que nos incite a dejar de ser humanos “Light” y volvernos solamente, humanos, humanos de verdad.
*Médico salvadoreño