Los cinturones de Miseria

Puedan ser en la mente o un determinado lugar geográfico. Conozco ese San Salvador oculto donde se transa droga, todos son una familia.

Por: Francisco Parada Walsh*

Ejemplos claros: He tomado fotos de niñas de doce años, que a pesar de su corta edad no permiten que su rostro aparezca y me dicen que son adictas a la piedra, venden su cuerpo por un par de pesos, siempre las acompaña un mayor.

He ido a dejar a amigos minusválidos a la comunidad Cristo Redentor, sucedió un día domingo, después de misa fui a dejar a mi amigo Carlitos quien adolece de retraso mental aunque no sé si somos nosotros los que sí adolecemos de un retraso del alma; ese día mientras entraba al parqueo comunitario ni imaginé que era día de fiesta para la pandilla que domina ese sector, inmediatamente al ver entrar un mustang clásico todos se dispersaron, no se escondieron, quizá cuando vieron la ternura de mi amigo Carlitos al despedirse de mí, imagino que dijeron: “Este viejo no es jura, quizá es buena onda por andar con Carlitos”, no dejé de sentir que me había metido a la boca del lobo, de a poco la nave estaba rodeada de pandilleros, fue el jefe quien con los dientes frontales totalmente afilados me dio la bienvenida, me ofreció una cerveza y le dije que no tomaba (Saliendo de misa y la primera mentira ¡Hipócrita!)  él se quedó maravillado por el carro y me dijo que me lo compraba cuando tuvieran el aguinaldo de las extorsiones, hablar con ellos no es fácil, se debe tener la sangre fría para aparentar tranquilidad, una palabra puede desencadenar una violencia inimaginable, como pude me fui zafando.

Esa es la vida en los cinturones de miseria de la capital del pecado, casas donde los techos son quebrados por las pelotas de golf de la oligarquía salvadoreña que juegan en esos verdes campos del Club Campestre, lo vi, no me lo contaron.

Casas de treinta metros cuadrados donde viven cinco personas, el calor es agobiante no digamos la pobreza. Busqué ayudar a la hermana de Carlitos quien también adolece de parálisis cerebral, mientras entramos junto a un pandillero amigo a obtener los documentos para sacarles fotocopia, todo estuvo bien, ya el regreso fue diferente; todos los pandilleros fumaban marihuana, eran apenas las nueve de la mañana y fue este mismo joven amigo pandillero quien me dijo que nos fuéramos por otro pasaje.

Ese es nuestro país. ¿Qué decir de los cinturones de pobreza en el área rural? No lo puedo describir. Fue Cristiani  a quien poco le importó perder esos kilómetros de tierra que de una u otra forma le daban identidad a mi país, ahora tenemos salvadoreños que sus tierras están o pertenecen a Honduras y viceversa; algunos tienen documento único de identidad y cédula hondureña; la pobreza es escalofriante; muchísimas personas amigas y conocidas creen que vivo en el paraíso y nada más alejado de la realidad, no, aquí se sufre, se pierde, se gana, se apuesta la vida en una cosecha; la promiscuidad sexual es infinita  y así como las remesas mantienen nuestra economía a flote, parece que la prostitución asolapada ejerce el mismo rol,  ¿Cómo puede una familia vivir, comer, vestir, viajar, comprar medicinas con diez dólares al día? No alcanza, no alcanza pero eso no importó a los anteriores y al actual gobierno que sin un atisbo de culpa o conmiseración, solo existen estos cantones y caseríos fantasmas para las elecciones, mientras, que sigan en esa nube oscura, que nadie los note, que sean invisibles a usted.

Lo anteriormente mencionado es una vergüenza nacional pero nosotros no sabemos de vergüenza, poco nos importa lo que pasa frente a nuestras narices no digamos que volveremos nuestra mirada hacia los cinturones de miseria, lo dudo; entre más alejado está, menos nos importan.

Menos. ¿Cómo hemos podido llegar a esto? No lo sé, ningún político puede negar lo anterior, acá tienen bellísimas propiedades Norman Quijano, Gallegos, según dicen, el señor Herbert Saca tiene una bellísima casa y tantos más.

He visto a estas personas visitar a mi anterior casero, desde mi ventana miraba el lujo, las cuadrimotos que usan los hijos y los guarda espaldas por lo que no hay argumentos de que ¡Ah, esta pobreza es nueva! No, esto es histórico, las tierras ejidales existían desde el cantón Las Pilas hasta el cantón Rio Chiquito donde un falso evitaba que el ganado se escapara, se saliera de un potrero inmenso llamado libertad, lamentablemente el ganado encontró algún recoveco y se salió del paraíso y ahora, bala, relincha en la Asamblea Legislativa ¡Paisito, tierra mía, siempre llorosa, nadie te consuela, todos te tocan las nalgas y nada puedes hacer!

*Médico salvadoreño

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