Iniciada la invasión a Ucrania, Francisco en un gesto inusitado se presentó espontáneamente en la embajada rusa ante la Santa Sede para protestar y pedir un cese el fuego, afirmando que la “guerra es un fracaso de los políticos”. Luego tuvo una larga plática con el Patriarca Kiril, el líder de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Por: Elio Masferrer Kan*
Un hecho de por sí histórico, pues era la segunda vez en la historia que se hablaban la Iglesia Católica con la Ortodoxa Rusa, desde la ruptura entre ambas iglesias en el 1054, hace 968 años.
La invasión dejó varias preguntas en el aire: Benet, el primer ministro de Israel, se manejó con prudencia, argumentando que existían colectividades judías numerosas en ambos países, ofreciéndose para mediar y viajó a Moscú acompañado de varios miembros de su gabinete que nacieron en la antigua Unión Soviética. Francisco hizo reiterados llamados a la concordia, pero no aceptó la invitación del Patriarca de la Iglesia Greco Católica ucraniana para viajar a Kiev, como lo hicieron jefes de estados de la Unión Europea.
Mas adelante, fue tomando discreta distancia del Patriarca Kiril, a quien le dio varios golpes muy rudos y poco diplomáticos. En una larga entrevista que dio a un periódico italiano comentó, sin ninguna ingenuidad, que le había señalado a Kiril que corría el peligro de transformarse en el “monaguillo de Putin”. Un comentario de ese calibre es muy fuerte para un líder religioso e implica que está sometido a un poder terrenal, en este caso, el presidente de la Federación Rusa. La descalificación es un golpe de grueso calibre y una ruptura de cualquier posibilidad de diálogo con Kiril.
Un golpe perfectamente calculado pues con esta acción Francisco se deslindó de los ortodoxos rusos, pero lo acercó a la otra mitad de los cristianos ortodoxos (150 millones) que le tienen desconfianza a Kiril y lo detestan ¿por qué Francisco sigue equidistante de los bandos confrontados? Si bien criticó la invasión a Ucrania, al igual que los israelíes no se alineó con la OTAN y Estados Unidos. Quiere mantener sus posiciones en China, en el Cercano Oriente, en África y en países de América Latina, que están confrontados con Estados Unidos.
Este movimiento muy calculado lo pone en una banda muy diversa de países que se han manejado al margen del conflicto, como son los países petroleros de mayoría musulmana, quienes manifestaron que les sería muy difícil sustituir el gas ruso para Europa. Indonesia aclaró que a la reunión del G 20 piensa invitar a Ucrania (que no es miembro), pero que no tiene previsto excluir a Rusia.
Podemos agregar a esta lista los países más importantes de América Latina, como Brasil, Argentina y México. No podemos olvidar que en América Latina están la mitad de los católicos del mundo. Pero Francisco marcó otra línea roja, criticó con firmeza la situación de los migrantes a quienes se les niega acceder a Europa y muchos mueren ahogados en la peligrosa travesía del Mediterráneo, situación que resulta muy contrastante con el trato dado a los refugiados ucranianos.
No se refirió al trato diferencial otorgado a los migrantes ucranianos frente a los de otras nacionalidades en la frontera sur de la Unión Americana, eso les tocaría a las iglesias locales de México y Estados Unidos, pero sus Jerarquías tienen otras preocupaciones como los escándalos de pederastia y excomulgar a Biden porque apoya el aborto.
Para los latinoamericanos que han sido testigos de múltiples invasiones, el asunto les molesta, pero no les desespera, como a los europeos o a los estadounidenses. En la lógica del Tercer Mundo (Asia, África y América Latina), ambos contrincantes son imperios confrontados y como dice el dicho “vaya una de cal, por tantas de arena”. Sintetizando, el papa Francisco se propone negociar entre las partes y para ello no puede ser monaguillo de Putin como Kiril, pero tampoco él puede aparecer como monaguillo de Biden.
*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH INAH