La búsqueda de agua potable llevó a varios asentamientos rurales en El Salvador, al finalizar la guerra civil en 1992, a reconstruir lo destruido y a innovar con tecnologías que en su momento parecían inalcanzables, pero que ahora benefician a decenas de familias.
Por: Edgardo Ayala
Varias comunidades o asentamientos surgidos después del conflicto, asentados en áreas que fueron escenarios de combates, se proveen ahora de agua mediante sistemas comunitarios impulsados por energías limpias, como la solar.
“La ventaja es que lo sistemas son movidos con energías limpias, renovables, que no contaminan el medioambiente”, dijo a IPS Karilyn Vides, directora de Operaciones en El Salvador de la organización Comunidades Compañeras para el Desarrollo Alternativo (Cocoda).
Esperanza donde hubo guerra
Esa organización, con sede en la ciudad estadounidense de Indianápolis, ha apoyado desde 1992 en el desarrollo de 10 sistemas de agua comunitarios en El Salvador, cinco de ellos impulsados con energía solar, en este caso desde el 2010.
Esas iniciativas han beneficiado ya a unas 10 000 personas que, antes de la guerra civil salvadoreña, tenían ya su sistema de agua pero que fue destruido durante el conflicto.
O no lo tenían y hubo que comenzar todo desde cero, cuando sus pobladores regresaron tras años fuera de la zona debido a los combates.
Este pequeño país centroamericano vivió una cruenta guerra civil entre 1980 y 1992, que dejó unos 75 000 muertos y más de 8000 desaparecidos.
“Antes de salir de sus lugares, algunas familias tenían sistema de agua, pero cuando tuvieron que regresar eso estaba totalmente destruido, y entonces se tenía que volver a hacer”, recalcó Vides, durante el recorrido que IPS realizó a la Junta de Agua localizada en el cantón El Zapote, del municipio de Suchitoto, en el central departamento de Cuscatlán.
“La ventaja es que lo sistemas son movidos con energías limpias, renovables, que no contamina el medio ambiente”: Karilyn Vides.
En El Salvador se conocen como Juntas Administradoras de Agua Potable a las asociaciones comunitarias que con su propia iniciativa logran perforar un pozo, construir un tanque y toda la estructura de la distribución, para llevar el servicio donde el Estado no ha tenido la capacidad de hacerlo.
Se calcula que existen en el país unas 2500 de esas juntas, que proveen del servicio a 25 % de la población, es decir, a unas 1,6 millones de personas, según organizaciones ambientalistas locales.
Pero la mayoría de esas juntas opera con energía hidroeléctrica provista por la red nacional, mientras que los caseríos localizados en las inmediaciones de Suchitoto se las han arreglado, con el apoyo de Cocoda y otras organizaciones locales, para funcionar con energía solar.
Esa zona se ubica en las faldas del cerro de Guazapa, al norte de San Salvador, una montaña que durante los 12 años de guerra civil fue un bastión clave de la entonces guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), reconvertido en partido político que ha gobernado el país entre 2009 y 2019.
Algunas de las personas que han estado detrás de la creación de la junta de agua en el cantón El Zapote fueron parte de las unidades guerrilleras atrincheradas en el cerro de Guazapa.
“Esta zona fue muy bombardeada y rafagueada, de día y de noche”, contó a IPS Luis Antonio Landaverde, de 56 años, excombatiente guerrillero, quien tuvo que dejar el frente de guerra cuando la explosión de una bomba le fracturó la pierna, en julio de 1985.
“Una bomba lanzada por un avión A37 cayó cerca y alcanzó a fracturarme la pierna derecha, y ya no pude andar en combates con nuestras columnas”, agregó Landaverde, que es parte de la junta directiva del sistema de agua en El Zapote.
Campesinos a la vanguardia tecnológica
Al final de la guerra, en 1992, las comunidades asentadas en las faldas del cerro de Guazapa comenzaron a organizarse para montar sus sistemas de agua comunitarios, al principio usando la red eléctrica nacional, generada por fuentes hidroeléctricas.
Luego se percataron de que el costo de la factura eléctrica, y llevar la red a los caseríos recónditos, resultaba demasiado elevado, y la necesidad y la creatividad los empujó a buscar otras opciones.
“Yo ya andaba muy metido en las cosas de energías alternativas, y pensamos que traer energía eléctrica iba a salir tan caro como poner un sistema de energía solar”, explicó a IPS René Luarca, uno de los artífices del aprovechamiento de la luz del sol en los sistemas comunitarios.
El primer sistema de agua impulsado con energía solar se concretó en 2010, en la comunidad Zacamil II, siempre en la zona de Suchitoto, con el que se benefició a unas 40 familias.
Y como funcionó muy bien, vinieron otros cuatro proyectos similares a partir de 2017.
Dos de esos se realizaron en los alrededores de ese municipio, otro en la zona rural del departamento de Cabañas, en el norte del país.
Y dado el éxito, se hizo incluso el esfuerzo de desarrollar uno en la comunidad de Zacataloza, del municipio de Ciudad Antigua, en el departamento de Nueva Segovia, en el noroeste de Nicaragua.
La inversión total superó los 200 000 dólares, financiados por las organizaciones aliadas en Estados Unidos de Cocoda.
Sin embargo, eran iniciativas pequeñas, para beneficiar a unas 100 familias en promedio, por proyecto.
“Eran ocho paneles, algo chiquitito, los paneles eran como juguetitos”, refirió Luarca, de 80 años, conocido en la zona como “Jerry”, su seudónimo en la guerra cuando fue guerrillero de la Resistencia Nacional, una de las cinco organizaciones que conformaron el FMLN.
Entonces vino el reto más grande: montar el proyecto en el cantón El Zapote, que iba a requerir de más paneles y que proveería de agua a más familias.
“El reto mayor ha sido este, porque ya no son cuatro panelitos, son 96”, acotó Luarca.
El sistema de agua en El Zapote se ideó para que funcionara de modo híbrido. Ello permite utilizar la energía solar como fuente principal, pero tiene el respaldo de la red nacional, de fuente hidroeléctrica, para cuando las condiciones lumínicas del sol no son las idóneas o hay otro tipo de fallas.
“Como es un sistema bastante grande no se dejó 100 por ciento solar, sino híbrido, para que tenga las dos opciones”, explicó Eliseo Zamora, de 42 años, el encargado de monitorear el funcionamiento del equipo.
Desde la bomba, movida por un motor de 30 caballos de fuerza, se empuja el agua por tubería desde el pozo hasta un tanque enclavado en la cima de una colina, a unos cinco kilómetros de distancia en línea recta.
Desde ahí baja por gravedad hasta los caseríos, por medio de una red de 25 kilómetros de cañerías que van zigzagueando por el subsuelo hasta llegar a los grifos de las familias.
El proyecto arrancó cuando acabó el conflicto armado, pero llevó varios años comprar el terreno, con recursos propios de las seis comunidades involucradas, y adquirir la maquinaría para la parte hidráulica. Comenzó a funcionar en 2004 con electricidad de la red nacional, antes de que Cocoda pasara a apoyar la infraestructura solar.
Par el montaje de los paneles y la adecuación del sistema, la junta del agua aportó 14 000 dólares, una parte mediante la contabilidad como dinero de las horas trabajadas por los pobladores.
El nuevo sistema solar se inauguró en junio de 2022 y beneficia ya a unas 10 comunidades asentadas en la zona y a más de 2500 familias.
El pago por el servicio es de seis dólares mensuales por 12 metros cúbicos. Por cada metro cúbico adicional se cobran 0,55 dólares.
“Nuestra agua es muy buena, sirve para todo el consumo humano”, dijo a IPS la presidenta de esa junta de agua, Ángela Pineda.
Fuente: IPS