En nuestra cultura salvadoreña el sexo y la sexualidad, es visto por una sociedad conservadora como tema tabú, aunque se practique, no se quiere abordar el tema porque se considera algo pecaminoso, difícil de tratar con los hijos, cuando el sexo y la sexualidad debe ser abordado con naturalidad, ya que no es algo divino o que provenga de un ser maligno. Es un hecho de la esencia biológica en todo individuo.
Por: Igor Iván Villalta Sorto*
Al ser producto de una educación judaico-cristiana que restringe en muchas cosas al individuo y demoniza otras, no hace más que limitar las libertades individuales y el mismo desarrollo del pensamiento individual y colectivo.
En los campamentos guerrilleros nos concentrábamos, en la mayoría, individuos jóvenes, existiendo un mayor porcentaje de hombres sobre las mujeres, lo que limitaba enormemente encontrar pareja. La llegada de visita o para incorporarse a la lucha de féminas significaba una gran oportunidad, las mujeres como diosas veleidosas y coquetas exhibían sus encantos femeninos a una población de hombres que ardían en deseo.
En estos ambientes, en que las condiciones de vida son difíciles, se exacerba el deseo sexual, las necesidades reproductivas son mayores debido a las condiciones higiénicas, además del hecho que lo único que teníamos seguro era la muerte, estas condiciones en muchos de los casos derivaban en promiscuidad.
La fiestas era una oportunidad valiosa para conocerse mejor y tal vez lograr alguna deferencia carnal de alguna compa, por tanto, se esperaban esos momentos con muchas ansias. La mayoría de las veces era amenizada por una grabadora de luces danzarinas, excepcionalmente se bailaba con música en vivo de los Torogoces de Morazán u otro grupo de los cantones. Los tensos cuerpos de las hermosas compas, bailaban sin conversar, (¿era el baile del silencio; o los últimos danzantes de la muerte?)
Las parejas estaban demasiado serias, tal como si estuviesen resolviendo una tarea, un trabajo, no una diversión. Se suponía que el baile sería un poco saltadito porque las letras eran algo relajadas y de un humor cáustico. La música a cargo de Aniceto Molina y los Tigres del Norte.
Una tarde me encontraba descansando en mi hamaca, cuando se acercó Delmy y comenzó a conversar de su familia, con la mano sobaba la pita de la hamaca, las caricias de sus manos a la hamaca llegaban hasta mi piel estimulando corrientes eléctricas que se distribuían uniforme por todo mi cuerpo.
Por las noches, cuando aún estábamos despiertos, después de cena, se dejaban escuchar los característicos lamentos de gozo y placer de una relación sexual, la cosa era tan evidente que era imposible no ponerle atención, interfiriendo nuestras conversaciones.
Las compas recién incorporadas se miraban unas a otras y trataban de disimular el bochorno de estar escuchando esos ruidos prohibidos, mientras que los otros compas les lanzaban miradas pecaminosas, como incitándolas a vivir esos momentos gloriosos.
Los flirteos y encuentros amorosos no sólo tenían lugar por las noches, sino se podía promover un encuentro a la vera del camino, como quien no quiere la cosa. La compa muy seria y desenfada, el compa atento a las señales. Otro de los lugares predilectos para el enamoramiento era el pozo. Cuando ya era tarde y estaba sólo o esperar que todos se fueran y permitieran que con el arrullo del riachuelo fuera el único testigo de un intenso amor.
Recuerdo a Silvestre y Karolina. Karolina provenía de Honduras era una mujer alta, elegante. La sangre negra aportaba una belleza especial. Claro que a todos nos llamaba la atención ese monumento de mujer, pero respetábamos al compañero, Karolina además de ser una bella mujer era muy amable y condescendiente con todos.
A los pocos meses de estar en los campamentos sale embarazada y cae en una tremenda depresión. Había que sacarla del frente. Silvestre debía soportar el trago amargo de separarse de su compañera, me narró su despedida, del sufrimiento provocado al ver partir a su compañera, me dijo:
“Karolina me decía; si querés no me voy”, él impávido le respondió que debía irse, comenzó a caminar y ella lo siguió unos pasos y le volvía a decir: “si querés no me voy”, – “no sabes las ganas que tenía de decirle, quédate pues, pero sin mirar atrás seguí caminando, las lágrimas rodaban, y en mi mente la frase grabada de las palabras de Karolina “si querés no me voy”.
Los solteros, no teníamos más remedio que rebuscarnos en los pueblos o cantones aledaños en donde se encontraba la población civil. En esas visitas me encuentro con Margarita pequeña de estatura, de señales muy voluptuosas, con una cabellera castaño claro y ojos verdes. Chano que también observaba los encantos de aquella mujer que trabajaba afanosamente, pero que lanzaba una que otra mirada furtiva.
Por sugerencias de Silvestre decidimos pasar una noche en casa de Margarita, para que la hermana le aplicara un rizado de cabello ya que este debía salir del frente y sus documentos eran pelo rizado. Con Margarita unimos deseos en un choque de pasión que desbordaba la pequeña habitación en aquella estrecha casa, pero nadie nos podía detener en donde aprovechamos cada segundo, cada suspiro, cada emisión.
Fue la única vez, pero el recuerdo perdura.
*Biólogo investigador