Editorial UCA: Elementos básicos de la responsabilidad

La responsabilidad es un valor indispensable que tiene dos elementos básicos (quienes gustan del poder exhiben uno y ocultan el otro): por un lado, implica enfrentar los problemas y y buscarles solución; y por otro, supone dar cuenta de lo realizado.

Hacer propaganda de los logros y acciones ejecutadas es muy fácil. La rendición de cuentas honesta, consciente de los límites y transparente en el uso de los recursos utilizados, es normalmente más escasa y difícil, porque la verdad siempre muestra, incluso en los proyectos de éxito, debilidades en los procesos y lo que queda falta por hacer. Por eso abundan en la política quienes ocultan la verdad, evitan la crítica y exageran sus realizaciones. Los que eso hacen no cumplen con la responsabilidad que tienen ante la sociedad.

En la actualidad se habla con frecuencia de transparencia y rendición de cuentas. Sin embargo, las instituciones no siempre tienen la capacidad moral de ser coherentes con la verdad. En principio, las grandes responsabilidades sociales, como el desarrollo inclusivo, la justicia social, la preservación y defensa del medioambiente, el respeto y cumplimiento de los derechos humanos, son competencia del Estado.

Los partidos políticos deben elaborar planes y proyectos coherentes con esas responsabilidades, fundamentalmente consignadas en la Constitución. Por su parte, a la sociedad civil le corresponde supervisar e impulsar dichas responsabilidades, criticando los incumplimientos. Las Iglesias, con su bagaje de valores, están llamadas a crear conciencia social fraterna y defender a los más pobres e indefensos. Se habla también de responsabilidad social en las instituciones privadas.

Para el caso de las universidades, a fin de establecer diferencias con la responsabilidad social empresarial, se ha acuñado el término responsabilidad social universitaria. Esta va más allá de la empresarial porque parte intelectual y humanamente desde una opción mucho más radical: construir lo humano desde la inteligencia y la razón con una óptica universalista, solidaria y cordial. Ellacuría llamó “proyección social” a esa responsabilidad, dado que las universidades debían ser una fuerza viva y activa en la construcción de una cultura solidaria montada sobre el trabajo como fuente de libertad y desarrollo humano.

En tiempos de manipulación social en favor de intereses particulares impulsados desde el Estado, a las universidades les corresponde alentar la racionalidad en la convivencia social y actuar como conciencia crítica de poderes sin conciencia. Es normal que a quien así actúa se le ataque, más aún hoy en el mundillo superficial de las redes sociales, en el que con tanta frecuencia se manifiestan carencias de juicio.

Desaprovechar las posibilidades de diálogo de las universidades, su conocimiento y su capacidad de investigación, tratar de ponerlas al servicio del poder, es uno de los errores más perniciosos que pueden cometer las élites. Como instituciones abiertas al saber, a la cultura, a la racionalidad, al diálogo y a la construcción de lo humano, las universidades deben siempre permanecer libres. Un Estado sin capacidad de hablar con las universidades camina por lo usual hacia el fracaso.

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