Los partidos políticos se consideran como entes fundamentales para el desarrollo del sistema político democrático. Son actores organizados que no han sido sustituidos por otras organizaciones para llegar al poder, aunque a últimas fechas ha crecido su falta de credibilidad y su eficiencia en el escenario político, lo cual ha permitido el surgimiento de una nueva oposición. desde organizaciones de la sociedad civil, intelectuales y medios de comunicación.
Por: José Luis Jáquez
Los partidos políticos representan todavía el estado moderno. Significa que su función principal es convertirse en verdaderos intermediarios entre el Estado y la sociedad. Y tienen la obligación ética y legal de resolver la problemática de una nación.
No es un secreto que los partidos políticos en México atraviesan una severa crisis de representatividad. Y cada elección constitucional se presenta como una nueva oportunidad de recuperar el terreno perdido.
Las llamadas democracias “maduras” en Europa occidental, EU, Canadá y algunas de América Latina, han mantenido un régimen de partidos políticos fuerte, basado en auténticos, la transparencia y la rendición de cuentas. Pero, hay países donde manda la dictadura y el populismo, como en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Los partidos políticos y los órganos electorales son una falacia. La democracia es retórica.
Cuando los partidos políticos se fragmentan, traicionan los principios ideológicos y fallan como mediadores entre la sociedad y el Estado, permiten el surgimiento de nuevos movimientos y actores sociales que compiten por la representación de los intereses colectivos. A estos movimientos se les ha llamado “El quinto poder ciudadano”.
También surgió en Europa el movimiento “altersistema” o “altermundismo” antiglobalización, es un amplio conjunto social de distintas corrientes políticas. Su principal promotor es el periodista e intelectual Ignacio Ramonet, ex director de Le Monde Diplomatique.
Los partidos nacieron poco después de 1910, con la idea de articular las ideas de la Revolución Mexicana. El modelo democrático representativo se conformó a través del régimen constitucional, órganos electorales independientes, un padrón electoral, credencial de elector y el voto libre. Este modelo permitió romper el poder hegemónico. Hubo competencia real y alternancia.
En la transición mexicana a la democracia además intervinieron las organizaciones de la sociedad civil (ONGs), las iglesias, empresarios y por supuesto la apertura de los medios de comunicación a las diferentes corrientes políticas. Un proceso largo, pero al final de cuentas con avance.
Hay que reconocer que México no ha consolidado su democracia. Falta camino por recorrer por ejemplo en el campo de la gobernabilidad y la desigualdad social.
El sistema de partidos requiere solucionar problemas de fondo, como el divorcio con importantes sectores de la sociedad que no creen que sean verdaderos agentes del cambio. Hoy tenemos una sociedad más educada, más informada y menos dejada.
Nos encontramos ante las elecciones más importantes de la historia moderna en México ( 2024), pero tal parece que la sociedad y los partidos van por rumbos distintos. Más bien manda la polarización.
Otro aspecto importante para alcanzar de manera plena la consolidación del sistema democrático, es que termine por irse el “viejo régimen” y el nuevo se instale completamente, pues para ello deben existir acuerdos por el bien de la nación. Pero nadie cede.
Giovanni Sartori advierte en su libro: “La democracia en 30 lecciones” que la democracia está en verdadero peligro. Y si está en dicha situación no es debido al sistema en sí, que es bueno (“la mejor máquina que se ha inventado nunca para permitir al hombre ser libre”), sino sobre todo por la naturaleza humana, en la que el escritor italiano confía más bien poco a la hora de acometer los cambios que las democracias exigen para seguir gozando de buena salud.
Fuente: El Heraldo