La propaganda es como un catarro

En efecto, la propaganda en la era digital es mucho más perversa que en todos los tiempos pretéritos por su alcance. El grado de penetración está relacionado con la frecuencia con la que los individuos se exponen a ella y su criticidad, pero también con la retroalimentación que encuentran en sus pares.

Por: Miguel A. Saavedra

Es tan superficial que no resiste un mínimo análisis, pero el individuo que es objetivo de ella no es precisamente el más dispuesto a rebatirla ni siquiera a cuestionarla, porque generalmente es un fan.

Ocurre en todos los tiempos, penetra en el que ya está convencido, pero no resiste la mirada del que de entrada no comparte las ideas que pregona. Todos los resentidos, los desencantados, desesperanzados, los decepcionados de los gobiernos anteriores, sin importar su ideología «izquierdista» o «derechista» ya están convencidos de que aquellos eran unos sinverguenzas y unos corruptos sin par. Para ellos, cualquiera que los derrotara era el justiciero vengador de sus agravios personales. Hoy, muchos se han quedado colgados de la brocha porque qué hay más allá de la satisfacción de la venganza, aunque sea por interpósita mano?
Ahí es cuando la propaganda deja de surtir efecto.

Entonces es cuando el emisor de la propaganda se ve forzado a crear nuevas realidades para reforzar la necesidad de volver a la acción que le ha dado redito.
Si lo único que ha tenido éxito verdadero en El Salvador actyal es el estado de excepción, la receta está más que cantada: hay que volver a hacer que la gente pida mas estado de excepción: hay que matar a unas cuantas personas.

Si revisas la prensa del lunes siguiente al asalto a la Asamblea Legislativa vas a ver que bukele advirtió que si los diputados no le daban el pisto para su plan de control territorial, los muertos iban a volver. Al día siguiente, en Apopa y San Martin, dos motoristas fueron asesinados «por culpa de los diputados».

Cuando la gente era renuente a quedarse en la casa porque tenía necesidad de la rebusca, bukele dijo que no le iba a temblar la mano para eximir de responsabilidad a los soldados que mataran a alguien (en realidad dijo «los que violaran los derechos humanos») por desobediente y no quedarse en casa. Al día siguiente, los soldados ametrallaron por la espalda a una muchacha -madre soltera- en Lourdes Colon, cuando salió a buscar a su patrona para que le diera dinero porque quería comprarle el regalo del día de la madre a su mamá.

No es solo la propaganda sino las amenazas cumplidas lo que hace que la gente sea dócil. Es el terrorismo de Estado. Saben que a los desobedientes les va mal; en su fuero interno saben que ese hombre es tanto o mas malo que los mareros.
Lo mismo que en los tiempos de Martínez, de Mussolini o de Hitler. La propaganda pega, pero el miedo pega más fuerte.

Citando a Maquiavelo bukele dijo que prefiere que le tengan miedo antes que amor. Y tiene razón. Cuando el amor pase, el miedo va a quedar bien impregnado en el alma de la pobre gente. No por la propaganda, sino porque saben que es malo y vengativo.

Ese tiempo ya ha llegado. La terrible situación económica de las mayorías no les deja ninguna duda de que están peor que antes… pero dicen «yo, como miguelito, que calladito se ve más bonito mejor digo que amo a mi presi».

Así son las masas, por eso son masas. Ya lo decía el viejo filósofo español hace cien años. Un amigo argentino -profesor de la FCPYS de la UNAM- al hablar del efecto de la propaganda decía que es tan superficial que es como un catarro: desaparece pronto. Obvio que en términos de las sociedades «pronto» pueden ser cinco o diez años incluso veinte años… Si algo vale la pena lo voy a leer en un libro no en la prensa. Solo que la gente de a pie no lee libros.

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