Alfred Adler, fue un psiquiatra y psicoterapeuta austriaco. Publica “Psicología del Individuo” en mil novecientos veintisiete. En dicha obra sostiene que, todos actuamos, como si nuestras construcciones idiosincráticas de la realidad fueran verdad. Adapta la noción de ficción del filósofo alemán Hans Vaihinger.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*
Las ficciones son ideas o creencias psíquicas que no tienen correspondencia con la realidad. Pero, nos orientan y capacitan para interactuar mejor con nuestro entorno. El concepto, está relacionado con el de finalidad, noción que la persona persigue objetivos, metas y fines. Los fines, son construcciones idiosincráticas del individuo. Operan de forma inconsciente y están vagamente discernidos.
Para Adler, desde un contexto ético, un fin es útil cuando tiene en cuenta el bienestar de los otros y no cuando sirve exclusivamente al individuo. El sentimiento social o comunitario es una posibilidad innata, se despierta y desarrolla en la infancia, mediante la interacción con las demás personas. Se entrelaza con la necesidad de pertenencia y la capacidad de cooperación. El ser humano desea formar parte de un grupo para sentirse apreciado y útil. Pues sentir que no pertenece, es fuente de malestar. Y la capacidad de cooperación trata de que, la superación de las inclemencias de la vida pasa por la colaboración y contribución al bienestar de todos. El sentimiento social o comunitario depende de cómo se desarrolla la infancia. Experiencias negativas pueden obstaculizar su desarrollo.
Los fines y el sentimiento social o comunitario, configuran un particular estilo de vida. Un estilo de vida comprende un conjunto de pautas, temas recurrentes y creencias básicas conscientes e inconscientes del individuo. El estilo de vida se forma en la infancia, una vez formado, se mantiene estable en la adultez. Existen estilos de vida adaptativos, menos adaptativos y patológicos. Estos últimos, son estilos disfuncionales, pues empeoran los problemas. El estilo de vida “niño mimado” desemboca en que la vida gira en torno a ellos, llegado a ser potencialmente muy narcisistas, egocéntricos, muy egoístas y nada empáticos. Y acaban derivando en una personalidad que los hace inaguantables, porque socialmente no están preparados ni para compartir ni para convivir.
Los objetivos de un ser humano, pueden ser incompatibles con la cooperación que requiere el sentimiento social o comunitario. Lo ideal fuera que los objetivos individuales, fueran compatibles con el bien común. En la vida real, los objetivos de pertenecer y sentirse apreciado por un grupo, pueden estar en conflicto con otros objetivos más “egocéntricos”. Por lo que “maquillamos” nuestros deseos, no solo de cara a los demás, sobre todo, de cara a nosotros mismos. Cuando actuamos en desacuerdo al sentimiento social o comunitario, por nuestros objetivos egocéntricos, necesitamos una excusa que nos convenza.
Además, la inferioridad biológica llevo al ser humano a formar grupos para superar las inclemencias. El sentimiento de inferioridad brota como problema, cuando el individuo se compara con otros y constata que, de alguna manera, es “menos”. Dependiendo de sus creencias, su estilo de vida y el valor subjetivo que representa la situación, puede llevarlo a una auto desvalorización. Los sentimientos de inferioridad son difíciles de soportar, por eso se compensan de diferentes maneras, según su estilo de vida. El objetivo de la compensación es, la recuperación de la auto estima y el sentimiento de pertenencia. Si estas no se consiguen de forma directa e inmediata con estrategias habituales, escogerá otras, según su estilo de vida, para reducir la tensión y la ansiedad. Efectivamente, el afán de superioridad e importancia, son formas de afán de poder. Los cuales son intentos de recuperar el dominio de la situación y la auto estima, cuando se siente abajo e impotente.
Un individuo con problemas psicológicos, es una persona que sufre sentimientos de inferioridad y aspira, inconscientemente, a superar estos mediante el afán de poder. El complejo de superioridad, es un complejo caracterizado por un exceso de auto estima y autoevaluación recurrente, que lleva a considerarse superior y más importante que los demás. El sentimiento de superioridad e inferioridad, como sentimientos normales, son complementarios. Se identifican como las dos caras de una misma moneda. Los sentimientos de inferioridad, son normales en la infancia, pero, pueden convertirse en verdadero complejo en la edad adulta. Para compensar los efectos del complejo de inferioridad, desarrolla el complejo de superioridad. La aspiración a la superioridad puede entenderse, también, como imponerse alcanzar la perfección, lo cual es una ilusión ideal humanamente inalcanzable. Quienes necesitan mostrar cuanto “saben”, quieren hacer sentir inadecuados a los interlocutores.
El sentimiento de inferioridad no es una enfermedad, es un estímulo para empeñarse al desarrollo. Se vuelve patológico, cuando el sentimiento de insuficiencia abruma al individuo y lo deprime e incapacita al desarrollo. La aparición del complejo de superioridad es atribuible al entorno familiar, a los contextos en que está inserto, a algunas connotaciones individuales y al contexto socio cultural. El complejo de superioridad, es un mecanismo de hipercompensación, donde el individuo se considera superior y mejor que los demás. Esto, para remediar su baja auto estima. Imponiéndose a los demás, como super hombre. Sus principales causas son la introversión, expectativas excesivas, críticas de padres, creencias transmitidas que son mejores que los demás, entre otros.
Quien goza de una auto estima equilibrada, no necesita imponerse sobre los demás. Es consciente de sus propias limitaciones. Para Adler, el trastorno mental o problema psicológico, es una forma de coartada para no cumplir su cometido como ser humano: enfrentarse a las tareas de la vida. El trastorno mental cumple doble función: coartada para evitar las dificultades, porque le falta valor de afrontarlas y permitirle salvarse la cara ante uno mismo. Los síntomas, son generados para solucionar el problema. Pero, son contra producentes, a la larga, empeoran el problema. El objetivo de la terapia Adleriana es, alentar al paciente a afrontar la vida.
Hacerle ver que su estilo de vida y sus estrategias de afrontamiento, son contra producentes. El terapeuta debe intentar fomentar la capacidad de cooperación y el sentimiento social o comunitario. Los tres grandes objetivos terapéuticos son: ayudar a los paciente a recuperarse de los síntomas, ayudar al paciente a restablecer su auto estima y reducir las conductas mal adaptativas. El modelo terapéutico sigue un modelo de cuatro fases: establecimiento de la relación terapéutica, evaluación y comprensión del estilo de vida y los objetivos mal adaptativos, promoción del insight y reorientación hacia objetivos de vida gratificantes, significativos y adaptativos.
*Psicólogo salvadoreño