El siglo XXI será recordado como el siglo en el que el capitalismo fue borrado completamente de la faz de la tierra. Los cambios que la humanidad está sufriendo son demasiado profundos y sus implicaciones serán de tal grado que reconfigurarán completamente nuestra forma de vida tal y como la conocemos.
Por: Marlon Javier López y Luis Guzmán*
Fenómenos como la biotecnología (pensemos en el polémico proyecto de Elon Musk, Neuralink), el cambio climático y la Inteligencia artificial, sin mencionar el incesante incremento de tensiones políticas en el plano internacional, son la prueba de que estamos ante un cambio político de gran calado.
Sin embargo, esto no necesariamente es algo bueno. Los cambios en el plano social son en última instancia indeterminados y la historia no es una ciencia exacta que permita predecir el devenir de los acontecimientos.
La agonía y agotamiento del capitalismo mundial, por supuesto, es un momento histórico de gran oportunidad, para todos los que estamos comprometidos por construir una sociedad justa y emancipada.
No obstante, como muchos autores han señalado, el capitalismo parece estar siendo sustituido por un nuevo tecnofeudalismo (Varoufakis, 2023; Morozov, 2022), dominado por nuevos señores feudales a través de plataformas virtuales.
Por otro lado, como Manolo Monereo señaló en su momento, el debate político norteamericano en torno al trumpismo es sintomático del problema existencial que aquella nación sufre al ver disputada su hegemonía por el crecimiento de China.
El America Fist de Trump representa un repliegue táctico para evitar que Estados Unidos profundice su decadencia, mientras la política exterior de Biden confía en la relación (de subordinación) de sus aliados, especialmente de Europa, para contener al Bloque euroasiático, representado por China y Rusia. En ambos casos la discusión es meramente táctica, en torno a la misma estrategia que pasa por derrotar a China (Monereo, 2023).
Adicionalmente, hay que considerar la conformación del BRICS, como amenaza alternativa al G7, que causa alarma en la Casa Blanca y el Senado, pero que, en el sentido de “lucha de clases”, muchas naciones siguen uniéndose en franco desarrollo emergente, para estructurar un mundo multipolar.
Una realidad que congela la mente y ataca el corazón de la hegemonía imperialista del mundo unipolar. Como la actitud desesperada de un señor feudal que le informan y él mismo observa la sublevación de súbditos, siervos y comerciantes.
El BRICS, encuentra eco en los cinco continentes, las naciones que históricamente fueron y siguen siendo explotadas. Lo que constituye y configura el parangón de la clase explotada contra la clase dominante. Este movimiento revolucionario, no lo puede ocultar el imperio hegemónico, ni con sus poderosos medios y cadenas informativas.
Por supuesto que, esta confederación de naciones, en asamblea, deberán consensuar acuerdos consolidados, de tal suerte que, se mantenga en el tiempo, regule las posiciones unilaterales, hacia un auténtico y productivo orden mundial, en beneficio de toda la humanidad.
En este escenario de cambios profundos cabe preguntarse ¿dónde reside la posibilidad para un proyecto plenamente democrático y emancipador? Podríamos responder que sí China logra imponerse como nueva potencia hegemónica, desplazando a los Estados Unidos, ello implicaría el surgimiento de un nuevo orden mundial basado en principios de respeto y tolerancia sin un estado policial que subordine al resto de naciones a sus espúreos intereses, como lo es el caso bajo la hegemonía norteamericana.
Sin embargo, dicha hipótesis presenta a nuestro juicio, al menos dos problemas. El primero ¿Quién definiría los contornos y los principios que regirán este nuevo orden mundial? Segundo ¿Qué tipo de relación establecerá China, como nueva potencia hegemónica con el resto del mundo? Aquí es donde debemos introducir el clásico concepto de “lucha de clases”. Como observábamos al inicio, la historia no es algo determinado, sino un escenario abierto, lo que condiciona su devenir es la lucha entre los diversos actores y las relaciones que establecen entre ellos.
Por un lado, debemos tener en cuenta que China, al igual que el resto de potencias son sociedades divididas en clase. Ello implica que la correlación en la lucha de clases será decisiva a la hora de determinar la política exterior que abrace. Los giros que desde hace décadas viene haciendo, entre la apertura al mercado internacional y la planificación económica, por ejemplo, son una prueba de que sus decisiones políticas no están exentas de discusión. Por otro lado, la mera política de respeto internacional que China abraza no la exime de colaborar con regímenes antidemocráticos y dictatoriales, lo cual hace preguntarse si un escenario futuro marcado por la hegemonía de este país no favorecerá el surgimiento de nuevas formas de terror y brutalidad.
Bajo este razonamiento, solo existe una vía para garantizar el despliegue de un proceso de emancipación: la lucha de clases. La mirada geopolítica enfocada en los países como actores en el juego internacional debe ser sustituída por la mirada de clase. En vez de la solidaridad entre naciones debemos prestar atención a la solidaridad entre pueblos. En la geopolítica internacional no se trata de elegir entre los bloques representados por Estados Unidos y China, sino de tomar partido en favor de la lucha de sus respectivos pueblos. Se trata de una mirada que no pase por alto el factor fundamental: más allá de luchar contra una específica tiranía, de lo que se trata es de luchar contra cualquier forma de tiranía. Tal es la posición que los marxistas han defendido siempre y que merece seguir siendo defendida. Vale la pena en este punto recordar unas célebres palabras de Marx: “Para nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad existente, sino establecer una nueva”. (Marx, 1850).
Volviendo al inicio de este artículo, en el actual escenario de caos que vivimos no debemos olvidar que los nuevos señores feudales Musk, Arnault, Bezos, o Zuckerberg, están emprendiendo una batalla para constituir el mundo ideal a su dominación. Proyectos como Neuralink incluso aspiran a hacerse del control de las mentes de las personas. Una nueva tiranía asoma en el horizonte. En última instancia el hecho de si la humanidad se encamina hacia una reinvención del feudalismo con carácter tecnocrático, o hacia un comunismo democrático lo decidirá la capacidad de los pueblos para organizarse e imponer su voluntad en contra de las nuevas élites globales y su tiranía.
Bibliografía
– Marx, K. (1850). Circular del Comité Central a la Liga Comunista. Recuperado de https: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/50_circ.htm
– Monereo, M. (10 de noviembre de 2020). Perdió Trump, Biden no ganó. Es la geopolítica. Recuperado de https://www.cuartopoder.es/ideas/opinion/2020/11/10/perdio-trump-biden-no-gano-es-la-geopolitica-manolo-monereo/
– Morozov, E. (2022). Crítica de la razón tecnofeudal. New Left Review, 133/134 (marzo-junio).
– Varoufakis, Y. (2023, 7 de octubre). El capitalismo está muerto. El nuevo orden es una economía tecno-feudal. El País. Recuperado de https://elpais.com/economia/negocios/2023-10-07/yanis-varoufakis-el-capitalismo-esta-muerto-el-nuevo-orden-es-una-economia-tecno-feudal.html
*Licenciados en filosofía por la Universidad de El Salvador (UES).