Cultura asesinada

“No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa” decía José Ortega y Gasset.


Por: Miguel Blandino


E l estado de confusión, el estupor y la ignorancia en que se encuentra la mayoría de la sociedad salvadoreña, puede compararse con la sustancia gelatinosa en que se debate uno cuando en sueños se siente agitado, de un lado para otro en medio del océano de una noche tormentosa, con estruendos y centellas que deslumbran más que alumbran.

La mezcla de pensamiento mágico, creencias religiosas y fantasía producida en estudios cinematográficos de última generación a la par de noticias verdaderas de destrucción deliberada del empleo, alta inflación y desprecio oficial de la vida humana como política de gobierno aplastan, estrujan la mente de cualesquiera clase social ausente de los espacios donde se toman las decisiones.

Si el líder máximo en quien se depositaron las últimas esperanzas, despide centenares de empleados del Ministerio de Cultura, cierra programas culturales fundamentales, ya no hay coro, ni casas de la cultura, ni danza, ni sinfónica, y áun así exige que juren no protestar y no poner oídos a otras palabras que las suyas. Si exige no quejarse y soportarlo todo. Si los curas y los pastores repiten que hay que hacer acopio de fe en Dios porque él sabe lo que hace y está actuando a través del líder. Si los soldados están listos para detectar y destruir al que opina diferente y reclama.

Cuando se juntan la fe religiosa -que es miedo refinado- y el miedo a la represión bruta de la soldadesca y sus ergástulas la razón se anula, la humanidad se aniquila.

Solo queda el animal dócil, domesticado, que al pasar de cierto límite se convierte en fiera que muere matando.

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