En los últimos tres años el número de homicidios ha bajado poco más del 50 por ciento y, la hipótesis más probable, a juzgar por las variables en juego, es que la tendencia es irreversible.
LOS NÚMEROS
En el año 2015 la tasa de homicidios fue de 103 por cada 100 mil habitantes, cifra que llevó a diversas entidades nacionales e internacionales a calificar a El Salvador con el ominoso “país más violento del mundo”.
En el 2018 el número de muertes violentas es claramente diferente. La baja ha sido progresiva. Así en el 2016 la tasa bajó a 81 por cada 100 mil habitantes, en el 2017 a 62 y este año todo indica concluirá con 51.
Si hacemos las medición utilizando un parámetro más familiar para los salvadoreños, en el 2015 el número de homicidios diarios llegó a 24, en el 2016 a 12, en el 2017 a 11, mientras que al finalizar el año 2018 la cifra es de 9.
Estos resultados, por cierto, son bastante cercanos a los niveles alcanzados durante la llamada “tregua” entre 2012 y 2013, con la diferencia que ahora no ha habido negociación alguna con los grupos criminales.
LAS RAZONES
¿Qué es lo que ha pasado? En enero de 2016 el Ejecutivo propulsó un golpe de timón al colocar al frente de las instituciones del Gabinete de Seguridad a oficiales de la PNC. Esto no había ocurrido durante los 26 años de existencia de la policía.
Semanas después — en lo que constituyó una viva muestra de lo que se puede hacer cuando se trata de hacer frente a un problema de nación– el congreso aprobó por unanimidad un paquete de medidas extraordinarias centradas en evitar que las cárceles continuaran siendo “puestos de mando” de las pandillas.
A partir de entonces la lucha contra las agrupaciones criminales se fortaleció sobre manera en virtud también, de la cualificación de la inteligencia policial y del uso de tecnología de punta. Claro, la base ha sido la alta moral mostrada por las fuerzas operativas –entre ellas las especializadas– aunque no ha faltado quien quiera minarla.
Ello permitió, por primera vez, golpear a las agrupaciones criminales por donde más les duele, es decir sus finanzas y logística, y además su moral, esto último entre otras cosas, porque con los golpes, quedó al descubierto que muchos cabecillas vivían cómodamente, mientras el resto apenas tenían o tienen para comer.
Jaque, Tacana, Libertad y , Cuscatlán son solo algunas de esas mega operaciones exitosas.
En paralelo potenció un rubro bastante ignorado por algunos sectores: la prevención del delito. Son decenas de miles de niños y jóvenes beneficiados con este eje vital de la estrategia, que incluye entre otras iniciativas las escuelas Great, Liga Atlética Policial y concursos de oratoria.
La Policía Comunitaria también ha sido y es parte esencial de este esfuerzo que ha permitido que la mayoría de delegaciones policiales estén en “verde” con relación al cometimiento de delitos.
ESFUERZO COMPARTIDO
Los resultados que aquí defendemos, empero, no se circunscriben solo al accionar de la PNC. Todas las instituciones que integran el Gabinete de Seguridad han participado decididamente. De hecho, parte del golpe de timón fue la creación de un viceministro llamado justamente de Prevención, el cual coordina además, el accionar preventivo de otras instancias, por ejemplo, los ministerios de educación y gobernación.
Los esfuerzos asimismo, han trascendido a la PNC y al gabinete. Además de las medidas extraordinarias mencionadas (ahora permanentes) indistintamente a su filiación, los gobiernos locales han liderado el trabajo preventivo, sea que hayan participado en las mesas de prevención o no. El respaldo de la Fuerza Armada a la PNC es invaluable.
Cabe destacar que la estrategia ha incluido por primera vez un esfuerzo comunicacional en el que participan todas las instituciones que integran el Gabinete de Seguridad. La razón es lógica: si todas las instituciones empujan una sola estrategia anti delincuencial ¿Por qué tendrían que haber esfuerzos comunicacionales por separado?
EL PESS ESTA FUNCIONANDO
Evidentemente la estrategia de seguridad, contenida en El Plan El Salvador Seguro (PESS) está funcionando, tal como lo reconocen la embajada de Estados Unidos, la Unión Europea y demás organismos multilaterales.
Los golpes a las estructuras criminales, a cuyas fechorías responde el mayor número de delitos ha menguado la capacidad de operar de tales grupos, y esa, y no otra, es la explicación principal de la disminución de los delitos, ciertamente de los homicidios que en el 2015 representó una tasa del 103 por cada 100 mil habitantes, pero que al final del 2018, todo indica, concluirá con una disminución de poco más del 50 por ciento.
Las estructuras criminales no son las mismas del 2015. Los centros penales ya no son puestos de mando como “rypleanamente” lo fueron antes del 2016. Ello, más los certeros golpes a las finanzas y a la logística ha minado y destanteado a estas estructuras.
MORAL DE GRUPOS CRIMINALES EN ENTREDICHO
Además, con mega operativos como Jaque y Tecana, no solo perdieron millones de dólares. La PNC también envió a la cárcel a cabecillas lo cual desmoralizó a muchos pandilleros sumisos que ni siquiera sabían que sus jefes tenían carros y casas de lujo, todo tipo de negocios y que llevaban a sus hijos a colegios privados, entre otros privilegios.
La moral de las estructuras criminales está en declive. Los principales cabecillas están presos y los que están afuera saben que a cualquier hora caerán en manos de la justicia.
No tienen capacidad de reponer todas las pérdidas mediante el reclutamiento; no es cierto que centenares de niños y jóvenes estén haciendo fila para reemplazarlos.
Los pocos criminales que aun están en libertad se están peleando el liderazgo para apropiarse de bienes mal habidos que les quedan. Eso explica porque se eliminan entre ellos.
HIPÓTESIS MÁS PROBABLE
Hay una pronunciada caída de la actividad delictiva como lo muestran los números La hipótesis más probable, a juzgar por las variables en juego, es que la tendencia a la baja es irreversible.
Evidentemente no es suficiente para lo que el país merece y necesita. El reto es seguir potenciando los esfuerzos para vencer de una vez por todas, entre todos, ese fenómeno delictivo contemporáneo llamado maras que ya suficiente daño han provocado a la nación.