Cuando en El Salvador llegaron a su fin los combates de la guerra civil, las maquileras de textiles habían comenzado a largarse para Asia.
Por: Toño Nerio
N o se fueron en los años de aquella larguísima guerra, cruenta, que mataba centenares de hombres y mujeres de todas las fábricas. No, esa matanza les tenía sin cuidado. Se aferraban a El Salvador porque no pagaban impuestos y las condiciones de explotación de la mano de obra eran infinitas veces mejores para su voracidad que las condiciones laborales existentes en los países de donde provenían las marcas.
Permanecían en El Salvador porque a pesar de los peligros de salir a la calle para las obreras y obreros existía la necesidad imperiosa que obligaba a la gente a trabajar por un mísero salario, a pesar de todo, solo por sobrevivir un día más.
Pero las maquilas se fueron porque en Asia la mano de obra era más barata y las exenciones de impuestos y de aranceles iguales, con lo que aumentaba la ganancia.
Empero, los gringos no dejaron de lado al territorio salvadoreño en sus planes de expansión, especialmente porque ya no existía la piedra en el zapato de la revolución sandinista y la guerrilla ya estaba sometida, dócil y obediente a las reglas del juego.
El fin de la guerra civil salvadoreña fue consecuencia directa –muerte súbita, inmediata- del fin de la Guerra Fría. Al desaparecer la confrontación global, Cuba dejó de contar con las muy especiales condiciones de las que gozaba por su relación privilegiada dentro de la economía de los países socialistas; al llegar a su fin el subsidio que le proporcionaba a la isla la Unión Soviética, por ser su cabeza de playa en el continente americano, Cuba no podía continuar subsidiando a las guerrillas centroamericanas, so pena de ser aniquilada por la potencia victoriosa.
Desde mucho antes, el imperialismo ya tenía su plan para el continente –el mismo que había dado inicio con el experimento neoliberal de 1973, en Chile-, pero había sufrido un doble tropiezo con la victoria sandinista de 1979 y la consecuente eclosión de las guerrillas en Guatemala y El Salvador, a través de las cuales la URSS impulsó las guerras proxi en esa época. De modo que con la caída de la Unión Soviética y al desaparecer el bloque socialista, y suprimirse las vías para el abastecimiento de la guerra, para su oxigenación, las guerrillas simplemente se asfixiaron.
Entonces arrancó la implementación del neoliberalismo a nivel continental.
En el área del Istmo centroamericano El Salvador iba a tener un papel central en el Plan Puebla-Panamá. Las aperturas comerciales, las reformas aduaneras, la interconexión eléctrica transístmica, el Canal Seco –que se estimaba daría inicio a partir de 2009, y que iba a unir el Puerto de Cutuco, en el Golfo de Fonseca salvadoreño, con el Puerto Cortes, en el Caribe hondureño, sirviendo como alternativa al Canal de Panamá-, además de la homologación de todos los documentos de identidad personal y de los vehículos, la eliminación de los aranceles para la libre circulación de mercancías, entre otras cosas.
Desde la concepción de una unión comercial continental, desde la administración Bush, para adelante, siguiendo con la administración Clinton, al impulsarse el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en la Cumbre de las Américas de Miami (1994), El Salvador se convertiría en el Centro Neurálgico para toda el área de Centroamérica –como una capital del Istmo-. Dicho plan tenía como meta el año 2005.
Sin embargo, en la Cumbre de Mar del Plata (2005), Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela se opusieron a la implementación del ALCA y el proyecto se suspendió.
De hecho, en El Salvador ya había comenzado a construirse la infraestructura de ese complejo administrativo del Plan Puebla-Panamá, en la Carretera Panamericana, desde el Boulevard Manuel Enrique Araujo, en el municipio de San Salvador, hasta el de Antiguo Cuscatlán. Desde el complejo de edificios que finalmente terminaron albergando el Ministerio de Relaciones Exteriores, hasta las que acabaron siendo enormes plazas comerciales, ubicadas varios kilómetros al occidente. Todo se congeló: a los gringos se les cayó el plan debido a la ola de gobiernos de izquierda anti neoliberales que creció en América Latina.
El Salvador tenía un papel central en los planes del imperialismo, en esa dimensión legal, pública, visible, “decente”, de su economía integrada en lo regional y continental.
Pero el que haya quedado desbaratado el plan de la integración regional y continental en esa dimensión legal, no significó que a El Salvador lo descartaran por completo los estadunidenses. Los peones no se descartan porque siempre pueden servir en algo.
Los operadores de la economía subterránea, ilegal -que son fundamentales para los intereses de la economía capitalista mundial- asumieron el timón para crear en El Salvador el centro de mando de los negocios del crimen organizado internacional. No solo como puente de mercancías ilícitas, sino como centro (HUB) del lavado de dinero.
Su papel como centro logístico para la distribución de ilícitos desde el aeropuerto de Comalapa, hoy Monseñor Romero, con la participación de gobernantes y de los empresarios salvadoreños dueños de la compañía aérea internacional y las agencias de seguridad y defensa de los Estados Unidos, data de antes de la guerra civil. Quedó al descubierto con el destape de la operación Irán-Contras del gobierno de Reagan.
Pero ese destape no aniquiló ni a los operadores, transportistas e intermediaros, ni, mucho menos, al negocio del lavado de activos. El papel de El Salvador como bodega central de los narcóticos ilícitos siguió creciendo y robusteciéndose. En las enormes pistas de Comalapa continuaron aterrizando y despegando las aeronaves que transportan en sus enormes panzas las mercancías que llegan hasta Europa y a cada aeropuerto importante de la geografía estadounidense.
Y el negocio del lavado de activos se robusteció cuando los gringos “sugirieron” a los gobernantes de Ecuador y de El Salvador, dolarizar las economías en sus países. Tanto en el inicio del corredor de la droga –allá donde están las plantaciones y los grandes laboratorios de la selva- así como en el centro logístico de toda su distribución, era necesario el uso corriente de la moneda imperial –que es su arma de mayor potencia- para facilitar el proceso de incorporación del dinero sucio a los flujos de capital de la economía en la superficie. De hecho, los bancos salvadoreños invadieron con sus sucursales todos los países de la región de Centroamérica y el Caribe y las principales ciudades de los Estados Unidos, donde circula el dinero sucio. Los bufetes poderosos de abogados salvadoreños, fieles empleados de los gobiernos obedientes de las familias de la oligarquía, establecieron oficinas en todas las capitales de la zona, con el propósito expreso de legalizar la creación de compañías extraterritoriales (las llamadas empresas off shore) en las que se lava dinero y evade el pago de impuestos.
En 2004 los árabes palestinos habían llegado al poder por primera vez. Era ese momento el inicio del fracaso del ALCA y del resquebrajamiento omnímodo de imperio estadunidense, por el advenimiento de una ola de gobiernos izquierdistas. El presidente Antonio Saca, apoyado por las principales familias nuevas ricas de El Salvador, despreciadas por la segunda generación de familias oligárquicas –la primera generación, “las catorce familias”, huyeron con sus capitales a sus respectivos paraísos-, intentó ocupar un lugar en la mesa de los oligarcas usando como trampolín el gobierno y el partido que los oligarcas habían creado para cuidar sus intereses.
Pero Saca y su grupo de nuevos ricos no solo aprovechó su posición en el gobierno para lucrar sirviendo como facilitador del crimen organizado internacional. Saca tomó el control de las bandas de criminales y puso en los puestos claves del gobierno a sus propios administradores: en aduanas, fuerza naval, fuerza aérea, policía, superintendencia del sistema financiero. Incluso los directores locales y nacionales así como los diputados de su partido, del que él se hizo elegir jefe supremo, servían como administradores del dinero sucio que manejaban las bandas de criminales.
Una ficticia guerra de “mano super dura” contra las pandillas era la sábana con la que encubría toda su actividad criminal… Y una permanente campaña publicitaria hacía de Tony el presidente más popular y más amado de toda la historia nacional… (Continúa)