Mientras esperábamos que la cafetera hiciera el milagro, le pregunté a Alirio Cornejo, mi compañero de trabajo: si la selección mayor de fútbol de El Salvador pasó de jugar en el continente a jugar en las islas, como consecuencia de su mal desempeño, ¿qué nos espera? ¿Jugar en el océano? ¿Jugar en otro planeta? ¿O no jugar más?
Por: Juan Vicente Chopin Portillo
L e expresé a Alirio que yo sostengo la tesis que el nivel deportivo de un país y, en particular, el desempeño de la selección mayor de fútbol, expresa bien el nivel cultural de un pueblo. ¿Por qué afirmo eso?
En primer lugar, porque el deporte requiere disciplina. La disciplina es sinónimo de virtud y la virtud es la repetición sistemática de un acto bueno en el tiempo. Una persona educada es una persona disciplinada, es decir, virtuosa. Su contrario es la pusilanimidad, es decir, la falta de carácter.
En segundo lugar, porque el deporte es técnica. La habilidad, que en griego se dice “téchne” combina dos factores: carisma y ciencia. El carisma es ínsito a la persona, es una disposición natural en la estructura formal de su humanidad. En cambio, la ciencia, si bien parte de unos presaberes, supone de nuevo el esfuerzo (la disciplina) en la persona por resolver problemas específicos. Lo contrario a la técnica y a la ciencia es la creencia, es decir, la solución de problemas recurriendo a un ser trascendente. Es común invocar un milagro divino para que gane “La Selecta”. Porque técnicamente, no lo logra.
Finalmente, el deporte es un valor cultural y como todo lo cultural requiere altas inversiones para crear las condiciones favorables para su ejercicio. Un país que solo cuenta con una o dos canchas de futbol reglamentarias no puede competir con un país que tenga veinticinco canchas reglamentarias, por decir algo. El fútbol es como la educación universitaria. Si no inviertes en ella, no puedes esperar un desarrollo sostenible. En cambio, lo contrario de la inversión es la corrupción. Si las personas que administran el fútbol son corruptas, los resultados son proporcionales a su estado de corrupción.
A eso me refiero cuando afirmo que “La Selecta” salvadoreña, sin hacer un juicio sumario (porque hay excelentes deportistas), expresa muy bien el nivel cultural del pueblo salvadoreño:
- Poca virtud y mucha superficialidad.
- Mucha creencia, pero poca ciencia.
- Poca inversión y mucha corrupción.
Después de las islas solo queda el océano…