El pasado sábado 19, el pueblo marchó para denunciar la ilegalidad del régimen, además de para demostrar el nulo respaldo político a éste, reduciendo a éste a las cuerdas, acorralándolo, respondiendo como solo lo saben hacer los desesperados: irracionalmente.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Y es que, al despido injustificado de varias decenas de docentes, como otros tantos trabajadores de salud, le ha seguido la captura y encarcelamiento injustificado de doña Cristina González de Martínez, enfermera del hospital Zacamil.
Completamente injustificado en razón de que en ninguno de los casos referidos ha habido abandono de labores, y en todo caso, cuando necesitaron hacerlo, cursaron el debido permiso a su respectiva unidad laboral, lo que está debidamente contemplado por la ley.
Tal ha sido el descaro y cinismo para ejecutar estas arbitrariedades, que cuando se les consultó a los ejecutores por la razón tras el despido para los que así lo han sido, alegaron desconocerlo.
En el caso de doña Cristina ha sido igual, pues la detención no obedece a ninguna irregularidad cometida por esta, sino al hecho de haber asistido a la referida marcha.
En este punto debemos todos realizar un breve examen, pues la historia nos enseña, y nuestra experiencia como pueblo también, que los regímenes autoritarios e ilegales que hemos padecido, precisamente por ser ilegítimos, se ven urgidos para instalarse positivamente en el imaginario al populismo, entregando a la población pequeñas regalías, como las canastas, además de la aparente seguridad que supuestamente gozamos.
Supuestamente porque la tal es irreal, además de también arbitraria, pues si bien la referencia pública de los asesinatos que, por el hampa, el narco y las pandillas padecimos, ahora se ocultan tras la cooptación de la mediática que domina el espacio hertziano en el país, podremos sin duda descubrirla si sabemos dónde buscar.
Así si accedemos a la página de la FGR o de la PNC, instituciones que dicho sea de paso están siendo castradas por el régimen al someterlas a un creciente recorte de recursos para su funcionamiento efectivo, mientras en cambio se favorece a la FAES para así legitimarla a pesar de su responsabilidad en multitud de crímenes no resueltos, podremos descubrir cómo tanto los secuestros como las desapariciones han aumentado, y el estado por lo arriba apuntado carece de una apuesta efectiva para resolverlo.
El paralelo, pues recordemos que este régimen carece de identidad propia y es apenas un reflejo, una vulgar copia de otro de nuestro pasado, lo encontramos en el Martinato, del que la mayoría de nuestros abuelos expresan fuera un “gobierno arrecho pues reinó la seguridad y el delito estaba exiliado porque eran los milicos los que gobernaron”, supuesto que se cae por propio peso cuando revisamos las delaciones en los periódicos de la época, donde lo que dominó por precisamente la impunidad imperante, era el propio delito.
Como ahora.
No es casual que en el CECOT no haya muertes ni torturas, y si por regla la represión a la población que aún duerme.
¿Hasta cuándo?
*Educador salvadoreño