Lucila reconoce que desde hace semanas no tiene sexo con su marido. Llega la noche después de un largo día y sencillamente se siente exhausta. Toma el celular, chequea las noticias y sus redes sociales y se va a dormir. Pensar en un acercamiento de cualquier tipo con el hombre con el que duerme al lado la perturba. No es falta de amor. Es falta de deseo sexual.
Aunque no se siente especialmente orgullosa de esto, al menos le queda el consuelo de que no es la única: entre su grupo de amigas, la situación es parecida, si no igual. “Todas coincidimos en que tenemos poco sexo. Entre los chicos, la rutina y el trabajo, queda poco espacio para la pareja. Y el sexo es lo que más se resiente”, reconoce Lucila, arquitecta de 36 años que confiesa tener relaciones entre dos o tres veces al mes, aunque hay algunos que pasan sin siquiera alcanzar ese número.
Lucila está en el promedio de algunas investigaciones que sugieren que las parejas tienen una media de tres encuentros sexuales al mes. Es decir, la mitad de lo que era el promedio en los 90, cuando la frecuencia era de unos seis. Así lo afirma en su libro ‘Sex by numbers’ el especialista en estadísticas David Spiegelhalter, prestigioso investigador de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. La suya es solo una de las tantas voces que lo vienen afirmando: las generaciones actuales tienen menos sexo que, por ejemplo, la de sus padres a la misma edad.
En Estados Unidos, según el General Social Survey (GSS), un estudio que se realiza en ese país todos los años desde 1989 de forma ininterrumpida, 2018 fue el año en el que los norteamericanos tuvieron menos sexo: el 23 por ciento de los adultos consultados aseguraron que no habían mantenido relaciones sexuales en 12 meses. Pero lo que impacta a los investigadores es que dentro de ese grupo que no tuvo actividad sexual, los jóvenes de 20 a 29 años alcanzaron el 28 por ciento, lo que significa que se triplicó en la última década. De otro lado, la falta de sexo entre las mujeres de 20 y 29 ha aumentado ocho puntos: el 18 por ciento de las consultadas afirmaron que en 2018 no tuvieron ninguna relación sexual, contra el 10 por ciento que habían dicho lo mismo en 2008. Estos datos se suman a otro que está íntimamente relacionado: la actual tasa de fertilidad norteamericana es la más baja de toda la historia.
¿Netflix, el culpable?
Son muchos los estudios que sostienen que la gente prefiere ver series en plataformas por encima de cualquier otra cosa, como leer, salir y tener sexo. Tanto que algunos bromean con que Netflix es el método anticonceptivo más eficaz del nuevo milenio. Dentro de este grupo está el profesor Spiegelhalter. “Este hábito está matando el sexo”, dijo en una entrevista para el diario inglés ‘Telegraph’. Pero no es el único que lo dice. Un artículo publicado en ‘The Wall Street Journal’ sugiere la posibilidad de que Netflix y otras plataformas de entretenimiento estén detrás de la abrupta caída de la frecuencia sexual y la fertilidad en Estados Unidos.
La psicóloga y sexóloga Mariana Kersz, directora de Clínica de Parejas, en Argentina, un espacio en donde se tratan distintos problemas de vinculación sexual y emocional, sostiene que una de las cuestiones que más salen a la luz en su consultorio es precisamente la falta de deseo. “Lo veo sobre todo en los más jóvenes, entre los 18 y los 25 años. Es muy llamativo porque el único momento de la vida en el que el deseo está tan manifiesto es en la adolescencia y la primera juventud, por los altos niveles hormonales que tenemos en el cuerpo. El problema es que, en sí, la tecnología ha llevado a las personas a picar, lo que hace que no se den el tiempo para conocer al otro y generen un verdadero vínculo. Conoces a uno por Tinder, te hablas con otro por Instagram, chateas por WhatsApp desde tu casa con un tercero y muchas veces queda ahí, y eso genera una especie de aplacamiento significativo en los niveles de deseo sexual”, plantea.
Pero, más allá de la tecnología, la psicóloga suma otro ingrediente: “También está la crisis social y de identidad. Esta es una generación que cuestiona todos los modelos tradicionales. Los géneros binarios mujer/hombre están en discusión. Esto de no querer definirse hace que haya también mucha incertidumbre, y esto atenta contra un encuentro amoroso. Incluso, muchos se definen como asexuales sin realmente serlo porque es ‘cool’. Si a esto le sumas el avance feminista, que tiene bastante asustados a los hombres sobre cómo enfrentar el encuentro sexual con una mujer, entonces entiendes bastante más la baja actividad sexual entre los más jóvenes”.
Francesca Gnecchi, creadora de la ‘boutique’ Erotique Pink, una juguetería para adultos en Buenos Aires, plantea: “Tenemos menos sexo por falta de tiempo porque cada vez tenemos más estímulos por fuera de la pareja. No solo trabajamos más, sino que también agregamos más actividades a nuestro día, como deporte, amigos, salidas, ‘hobbies’ y series. Esto hace que en la agenda no tengamos lugar para disfrutar de un encuentro con el otro y que muchas veces se haga ‘por cumplir’ y nos aferramos así a una odiosa ‘frecuencia sexual ideal’ que en realidad no existe. Nunca es bueno querer tener una frecuencia sexual determinada porque leímos que si no la tenemos, nuestra pareja está mal”.
Sin embargo, para la especialista en sexualidad, que haya bajado la frecuencia de las relaciones no necesariamente significa que se haya bajado o apagado el deseo. De hecho, una de las cuestiones que más destaca es que hay un marcado interés por aprender sobre sexualidad: “Cada vez hay más juguetes, películas, notas, talleres… La gente se interesa muchísimo por querer saber más, el aprender, el interés por conocer los gustos e intereses sexuales del otro. También está en ascenso la autoexploración de mujeres para disfrutar del sexo con nosotras mismas y con la pareja”.
Por su parte, la psicóloga y sexóloga Viviana Wapñarsky, integrante del Centro de Atención Integral en Salud Sexual, Argentina, dice, en cambio, que en estos tiempos son muchas las parejas que manifiestan tener menos deseo: “Hay menos tiempo para la intimidad, y eso aplaca el deseo; por eso hay que trabajar puertas adentro, hacer que la pareja haga junta cosas para que los encuentros sucedan”.
Gnecchi añade que lo que sí está viendo cada vez con más frecuencia es una falta de compromiso, de ganas de establecer lazos con un otro. “Hay un culto a la individualidad, a estar en contacto con uno mismo, y está genial. Pero si eso significa que con la autosatisfacción tengo resuelta mi vida sexual… me parece entonces que algo está fallando. Me parece que hay un miedo bárbaro de entrar en contacto con otro. Y, en eso, las redes sociales tienen mucho que ver, porque uno se muestra ahí de una manera y, después, en la vida real no se sostiene”, concluye.