¿De qué hablamos cuando decimos feminismo?

Antes de entablar cualquier conversación sobre feminismo, deberíamos preguntarnos de qué estamos hablando cuando pronunciamos o escribimos esa palabra, de modo que no incurramos en un diálogo de sordos en el cual todos hablan y nadie entiende. El debate político actual requiere claridad sobre este asunto. Por eso presentaré algunas formas de abordarlo y le dejaré al lector, o la lectora, la tarea de decidir.

Empezaré por el origen más bien paradójico del término. Según la filósofa e historiadora Geneviéve Fraisse, el primero en utilizar el adjetivo ‘feminista’ fue el periodista francés Alejandro Dumas (hijo), en un pasquín titulado ‘El hombre-mujer de 1872’, donde planteó una crítica mordaz sobre el adulterio y la prohibición del divorcio.

Pero Dumas lanzó sus dardos hacia los hombres que se mostraban solidarios con la lucha de las mujeres en defensa de sus derechos civiles y políticos. Dumas decía que esos hombres “corrían el peligro de sufrir procesos de feminización similares a los que padecían los tuberculosos”. Por esa época, el término ‘feminización’ se utilizaba en el contexto médico para aludir a los efectos de esa enfermedad en el cuerpo de los hombres.
En 1882, la periodista y primera sufragista francesa Hubertine Auclert le dio un nuevo significado a ese vocablo. Fue la primera mujer que se autoproclamó “feminista” o contraria al “sometimiento de su sexo”. Auclert puso en tela de juicio los códigos napoleónicos y dedicó su lucha al reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres.

Desde entonces, el ‘feminismo’ –y su adjetivación ‘feminista’– se usan para designar la causa de emancipación de las mujeres, la liberación femenina, la denuncia de un sistema social que da ventajas al hecho de ser varón en detrimento de la mujer, y que se opone a las condiciones de desigualdad, discriminación y violencia –de distintos tipos– que se ejercen contra nosotras.

A la vez, el feminismo es un término que puede tener distintos significados, pues puede ser entendido como movimiento social y político, como teoría o perspectiva dentro de las ciencias sociales, o bien puede tomarse en un sentido despectivo. Veamos brevemente cada una de estas acepciones.

Como movimiento social y político
Aunque no en todos lados ocurrió lo mismo, una forma común de comprender el desarrollo histórico del movimiento feminista es hablar de “olas del feminismo”.

El feminismo de la ‘primera ola’ abanderó la lucha por el reconocimiento de los derechos civiles y políticos de las mujeres. Su paradigma es el movimiento sufragista en Estados Unidos y Gran Bretaña y abarca el periodo desde la Revolución francesa (1791) hasta mediados del siglo XIX.
La segunda ola del feminismo tuvo su auge entre los años 1960 y 1970, cuando el uso de la palabra feminismo –en singular– se quedó corto porque surgieron varias vertientes feministas: feminismo por la igualdad (liberales y radicales), feminismo socialista, feminismo de la diferencia, etcétera.

Durante los años ochenta, en Estados Unidos se produjo la escisión entre “los nuevos feminismos” (el chicano, el negro, el poscolonial, el lésbico y un largo etcétera). Así se produjeron la tercera ola del feminismo y la mirada crítica sobre la categoría ‘mujer’.

Hoy en día, algunas activistas sostienen que estamos ante una ‘cuarta ola del feminismo’, que habría empezado el 3 de junio de 2015 en Argentina con ocasión de la marcha convocada bajo la consigna ‘Ni una menos’. Miles de mujeres nos congregamos en las calles para rechazar la violencia y alzar nuestra voz en contra del femicidio/feminicidio.

La experiencia trascendió las fronteras y se ha repetido en otros varios países: el ‘Ni una menos’ pasó de ser una consigna a un movimiento internacional feminista. También el #Mee too de 2017 alcanzó el estatus de movimiento, utilizando las redes sociales para denunciar agresiones y abusos sexuales. En ese caso, la proclama trascendió porque salpicó a personalidades de la industria cinematográfica de Hollywood, tanto víctimas como victimarios.

En medio de su diversidad, el rasgo que comparten las distintas vertientes del feminismo es la conciencia histórica de opresión vivida por las mujeres por el hecho de ser mujeres. Esto permite reconocer que existe una situación injusta en razón del género y plantear medidas afirmativas o transformadoras para erradicarla.

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