Francisco Parada Walsh
Fue un día triste, no pude comprar nada, bueno, sí pude comprar dolores y sufrires cuando ese día recibí una llamada telefónica que necesitaban mis servicios profesionales pues un niño de diez años agonizaba, me apersoné al lugar y encontré a un angelito que apenas iluminaba sus luceros y movía sus alitas. Su cuerpecito emanaba tanto calor que hacía hervir el corazón escarchado del más indolente, aquella sencilla habitación era testigo de una tragedia, de un drama familiar; su temperatura corporal pasaba los 41 grados, esto no era una bronquitis ni un dengue, era la misma muerte que en su eterno aburrimiento decidió disfrazarse de paciente, cuando nadie miraba me sacaba la lengua, ella sabía que nada podía hacer.
¿Cuántas veces he experimentado ese sentimiento de impotencia?: Como médico muy pocas veces, siempre lucho por aliviar al enfermo, paliar el dolor pero eso de consolar familiares no es mi fuerte pero lo debo hacer y se debe saber que sólo la mata de rosas sabe el dolor que significa perder la rosa más bella.
¿Por qué el título del artículo?: Para comparar lo que es un verdadero viernes negro con una fecha inventada por y para el hombre que en su pequeñez moral espera encontrar en la grandeza material representada por la basura cara o barata el mayor grado de felicidad.
¿Qué diferencias hay entre mi viernes negro y el otro viernes negro?: Muchas, muchísimas, el otro viernes negro ha esculpido lo tótems más grandes a la inseguridad, a la idiotez y al sin sentido a la vida que si los fanáticos de ese día tuvieran la oportunidad de salir corriendo cuando abren la puerta de una armería se pegan un tiro, tanto el comprador enajenado como el suicida alcanzaron el sin sentido a la vida, el sin sentido a todo.
¿Qué siento cuando leo la tarjeta del hospital Bloom?: La tristeza más grande, ya el tumor cerebral ganó la batalla, ya no hay más ingresos hospitalarios, mi ángel Bryan está desahuciado.
¿Cuál es la similitud del actor de mi viernes negro con el consumidos ciego y embrutecido del otro viernes negro?: Tanto uno como el otro están desahuciados, a mi ángel ya no le permiten revolotea sus alas y surcar cielos y montañas, su estancia en el planeta Tierra Roja llegó a su comienzo, mientras el consumidor desahuciado seguirá penando cual figura fantasmal creyendo que sus compras endeudadas aumentarán su felicidad, Nada más torpe; pueda parecer despectiva la comparación del vendedor y del comprador con el amo y su perro.
¿Quién es el amo?: El capital, ¿Quién es el perro?: El reflejo comprador que como los perros de Pavlov comienza a salivar, saliva más y más a medida que entra a la tienda, sus pupilas se dilatan, su corazón se acelera, su ego crece por segundos y su escaso dinero merma más en su absoluta soledad sabe que juega el peor papel que un hombre en una sociedad aparentemente libre; Ser esclavo de otros, esclavo de sus inseguridades, de sus pasiones, de sus demonios.
Pero ¿Qué gozo puedo encontrar en una pantalla plana que apenas cabe en una casa pobretona?: Respondo por mí, no encuentro ningún gozo, ese es mi caso, una oposición al apego.
¿Cuáles son mis apegos?: Mis pacientes, mi familia un poco loca pero es mi familia, mis libros, mi vino, mi bicicleta, mis amigos y mis pensamientos.
¿Qué hice esa mañana de mi viernes negro después de salir de esa casa adolorida, quejumbrosa?: Llevó más de veinte minutos que mi angelito Bryan abriera sus ojitos, decidí ir a comprar una película, la de El Rey León, sé que sólo la escuchará, sólo la escuchará porque ya mi angelito había perdido la vista, tan corazón valiente fue mi angelito Bryan que sus padres se dieron cuenta que estaba ciego hasta que se golpeó en una pared; mientras Bryan pudo evitar afligir más a sus padres tuvo el estoicismo más grande que he conocido en un niño.
Entonces, ¿Cómo podemos ser tan indolentes cuando preferimos comprar que amar?: No lo sé, somos una sociedad enferma, padecemos de la memoria, padecemos del corazón y padecemos de la más grave enfermedad que se llama INSUFICIENCIA CARDÍACA, nuestro corazón apenas late ante el dolor y el sufrir de otro (Incluyo todas las denominaciones religiosas).
¿Cómo trasciende un viernes negro en un grupo familiar?: Ponemos todos nuestros afanes en nimiedades y remachamos sendos y despiadados hábitos en nuestros hijos.
¿Será que sólo el último viernes de noviembre es black Friday?: Estamos equivocados, en El Pinochini de América tenemos black Monday, black Tuesday, black Wednesday, black Thursday, black Friday, black Saturday y black Sunday, ¿Tanto así?: Vivimos en una black society, negra como el cadejo y nosotros los viejos orejas peludas no tenemos diferencia alguna con los zombies de un video del re finado Michael Jackson, imagínese amigo lector, usted llega a un centro comercial del cachorro Poma y baja de su vehículo (Que se lo debe al papá del cachorro Poma), empieza a caminar cual muerto viviente hacia las diferentes tiendas, lo acompañan sus hijos, los mini zombies, en apariencia ustedes son la familia feliz.
¿Cómo comparar la alegría pasajera de su hijo con el dolor eterno de mi Bryan que fallece a cada segundo en mi montaña?: ¿Cómo por amor de dios?; no dudo que usted viva en ese El Salvador tipería, afeitado que evita a toda costa el dolor, evita saber de mi angelito Bryan quien boquea como pececito fuera del agua.
Pero ¿Quién boqueará más, mi angelito Bryan a su hijo mini zombie?: No dudo que boqueará más los zombies y los mini zombies ávidos compradores de la nada mientras usted ciudadano de la black society boqueará, golpeará paredes cual ciego sin su lazarillo, dará cabezazos por la eternidad creyendo que las muchas cosas dan felicidad, triste reflexión.
¿Qué sentimiento atenazó mi alma cuando visité Multiplaza después de no pone un pie por cuatro años?: Sentía que cada camisa, cada pantalón, cada colonia, cada zapato me hablaba y me decía: “Hey inútil, cómpranos y serás alguien importante, basta ver tu facha para ver que tienes una vida miserable, ven, entra, cómpranos y serás feliz”; mi billetera salió virgen de ese antro donde se practica el auto canibalismo a su máxima expresión.