«Es un honor ser llamado revolucionario». Francisco respondía así al fundador del periódico La Reppublica, Eugenio Scalfari, al ser preguntado sobre aquellos que, dentro de la Iglesia, lo han tildado con ánimo acusador de «primer Papa comunista». Los sectores ultraconservadores, que le definen como «hereje», han vuelto a alborotarse al leer el prólogo de Francisco al libro Poder y dinero, de Michele Zanzucchi (Città Nuova), que en España todavía no se ha publicado y que recoge los pensamientos de Bergoglio sobre la economía capitalista.
Ahora ha puesto una vez más en la diana al sistema del libre mercado y ha dejado un recado a aquellos que, dentro de la Iglesia, son conniventes con la actual organización social y económica, los mismos que «viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, comunista o populista», pero no hacen nada. Hace poco que estos mismos religiosos se escandalizaron por la exhortación apostólica de Francisco que consideraba igual de importante defender «la vida de los no nacidos» y » la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono o las nuevas formas de esclavitud».
El Papa es claro en su prólogo al señalar la desigualdad a la que, a su juicio, ha contribuido «el capitalismo desenfrenado de las últimas décadas», que «ha dilatado el foso que separa a los más ricos de los más pobres, generando nuevas precariedades y esclavitudes», dice.
En el libro, Bergoglio hace una rotunda crítica a los excesos de la globalización de la economía, subrayando cómo «nuestro mundo es capaz de lo mejor y lo peor» . Así, denuncia, «mientras en ciertas partes del planeta se ahogan en la opulencia, en otras, no se tiene lo mínimo para sobrevivir. En mis viajes pude ver estos contrastes mucho más de lo que me fue posible en Argentina», su país natal.
«He visto la paradoja de una economía globalizada que podría alimentar, curar y alojar a todos los habitantes que pueblan nuestra casa común, pero que, como indican algunas estadísticas preocupantes, concentra en las manos de poquísimas personas la misma riqueza que es la prerrogativa de cerca de la mitad de la población mundial», afirma el pontífice.
Contra la industria armamentística
No son reflexiones aisladas, sino que forman parte de un relato más o menos habitual que ya floreció en su época como jesuita en Argentina y que dejó patente en su primera publicación oficial como pontífice. «Primero como un simple cristiano, más tarde como religioso y sacerdote, y luego como Papa, considero que las cuestiones sociales y económicas no pueden ser ajenas al mensaje del Evangelio», contextualiza Francisco.
Por eso para el Papa es preciso «tomar conciencia de la gravedad de los problemas, pues no basta un poco de bálsamo para sanar las heridas de una sociedad que trata muchas veces a todos y a todo como mercancías, mercancías que, cuando se vuelven inútiles, son tiradas a la basura, en la cultura del descarte de la que tantas veces hablé».
En su prólogo, Francisco también arremete contra la industria armamentística, a la que insta a dejar de alimentar las guerras y enriquecerse con fondos de inversión que «prosperan con sangre inocente», «a menudo impersonales y más grandes que los presupuestos de los Estados» desde los que operan.
La crítica a la que llama «cultura del descarte» –en oposición a la «cultura de la acogida»– es una constante. Dedicó su primera encíclica a la ecología y arremetió contra las multinacionales. A lo largo de estos cinco años de Pontificado, Francisco ha denunciado una y otra vez las «facetas del capitalismo cómplices en la trata de seres humanos», un fenómeno que está «mucho más difundido de lo que se pueda imaginar», para «nuestra vergüenza y escándalo».
El pasado mes de febrero, durante una audiencia con el Grupo Santa Marta, una red internacional que coordina acciones contra el tráfico de personas, el Papa denunció cómo las sociedades capitalistas fomentan estas formas modernas de esclavitud, que «están mucho más difundidas de cuanto se pueda imaginar, incluso en nuestras sociedades más prósperas».
Esta semana, durante su Audiencia General, Francisco lanzó un mensaje a los responsables del Banco Mundial, que se reúnen en Washington, para pedirles que «mediante la inclusión financiera, promuevan la vida de los más pobres, favoreciendo un auténtico desarrollo integral y respetuoso de la dignidad humana».