El detonante fue el reciente asesinato de la periodista Karla Turcios, estrangulada por su esposo mientras dormía, en un presunto caso de violencia económica que estremeció inculso a un país acostumbrado a la muerte.
Las manifestantes exigieron un mensaje de cero tolerancia a los crímenes de quienes constituyen el 53 por ciento de la población en El Salvador, víctimas además de prejuicios ancestrales y el machismo patriarcal.
Además, reclamaron mayor justicia y eficiencia, pues numerosas denuncias judicializadas son cerradas sin una condena, y muchos jueces con patrones machistas responsabilizan a la mujer de la violencia que sufre.
‘Ni una menos, vivas nos queremos’, es la consigna que marcó la protesta, durante la cual también fue reclamada justicia para la agente policial Carla Ayala, asesinada y desaparecida desde diciembre.
Mientras, cada día la Policía Nacional Civil y la Fiscalía General de la República reportan nuevas desapariciones y asesinatos de mujeres, el más reciente perpetrado por un militar tras una discusión pública.
Irma Guirola, vocera de la agrupación feminista CEMUJER, lamentó que el atraso cultural de la sociedad salvadoreña, acostumbrada al insulto, la humillación, el grito, la infidelidad y el maltrato como algo cotidiano.
Todos esos factores convergen en El Salvador como ‘un caldo de cultivo perfecto para cometer feminicidios’, aseguró Guirola, quien criticó el aumento de contenidos denigrantes en la música contemporánea.
Denunció que desde la infancia los salvadoreños son educados en el patrón de controlar a las mujeres y ejercer poder sobre ellas, tratándolas como si fueran una posesión, que encima buscan ser poseídas y utilizadas.
El problema trasciende las fronteras salvadoreñas y alarma al mundo: en España un grupo de amigos conocido como La Manada recibió una irrisoria condena por sus violaciones grupales en los Sanfermines de 2016. (PL)