Vida Real: Mordedura por serpiente en el área rural

Francisco Parada Walsh


Hora: 5:48 p.m. Fecha: Miércoles, 2 de mayo de 2018. Lugar: Cantón Las Pilas, municipio de San Ignacio. Nombre de paciente: Ana Calderón. Edad: 13 años. Consulta por: “La mordió un timbo”. Presente enfermedad: “Historia de más o menos dos horas de sufrir mordedura por serpiente (Timbo)en región de maléolo externo de tobillo izquierdo presentando dolor de fuerte tipo continuo y edema que asciende hasta tercio distal de pierna izquierda . Niega vómitos, cefalea, visión borrosa, disnea, confusión, temblor u otra sintomatología”. Pareciera que escribo desde Nairobi y no desde un bello cantón enclavado en las montañas de Chalatenango, escribo desde el cantón Las Pilas que no canta sino que llora al ver a una niña pobre ser alcanzada y mordida más por la pobreza que por una serpiente.

¿Me prepararon para atender a una persona que sufre una mordedura por una serpiente?: Jamás, jamás me imaginé que llegaría el momento de atender a una paciente víctima de la peor de las neurotóxinas llamada “POBREZA EN MAYÚSCULAS”. Aquí toma vida la que fuera una de las verdades más duras señaladas por el beato Romero: “La justicia es igual a las serpientes, sólo muerde a los que están descalzos”, sólo que esta terrible experiencia no se trata de la serpiente justicia sino de la serpiente timbo; sí, esa serpiente que por cosas de la vida sólo habita en la Oniricolandia pobre, esa serpiente no existe en la Oniricolandia rica, muerde con toda su maldad al pobre más pobre; dudo que encuentre un timbo en los elegantes barrios de la capital del pecado, no, no, son serpientes exclusivas para el pobre que busca frijolitos y moritas para ir a vender la libra a un dólar salvadoreño; esa realidad que avasalla cualquier forma de pensar que es la vida en el área rural, es una realidad dura, durísima.

¿Qué condiciones reúne mi clínica para atender a una paciente en esas condiciones?: Ninguna pero sobra voluntad, respeto y el mayor cariño para una adolescente de trece años que adolece de todo. Llega un pick up y se estaciona frente a mi clínica, bajan a una adolescente y me dicen que “La mordió un timbo”, inmediatamente pido la acuesten en el canapé, no ha entrado a mi consultorio cuando tengo una jeringa con uno de los esteroides más potentes del mundo; ya Anita está acostada y le inyecto los mejores medicamentos que dispongo; no hay miseria de un pobre para otro pobre; aquí no se trata de dinero sino de una vida valiosa, valiosísima; poco importa mis honorarios, doy lo mejor de mí, creo que el medicamento es lo peor que de mí puedo dar; brindo la mejor atención posible que a una niña puedo dar.

Siempre he pensado lo siguiente: “Y si fuera mi hija, ¿Cómo quisiera que fuera atendida?: Mi respuesta quedó plasmada en esos noventa minutos que decidí que mi corazón guiara cada acción para el bien de Anita.

¿Qué pasa con esa familia que vive de recolectar moritas?: Ese es otro mundo, un mundo donde predomina más la preocupación por conseguir el sustento del día que decidir lo mejor para Anita.

¿Cómo sucede este drama familiar?: Mientras inyecto uno y otro medicamento la abuela y otra pariente se cuestionan quién irá a vender al día siguiente y quién cuidará de los otros niños.

¿Será que vivir en carne propia semejante pobreza no golpea?: Claro que golpea, la vida y sus golpes, un directo al presente, un gancho al futuro; la vida dando duras lecciones a una familia que lo que menos necesita son duras lecciones, necesita una oportunidad, una sola oportunidad y necesita respeto, necesita comida, necesita zapatos, especialmente botas de hule para que la serpentina malandrina deje su ponzoña en las botitas de Anita.

¿Cómo puede ser que Anita no tenga cinco dólares para comprar unas botas de hule?: Pues no los tiene y eso es para recapacitar profundamente cómo y cuál es mi vida y de qué lado estoy: ¿De los afortunados o de los desafortunados?: Respóndase amigo lector. Mientras preparo la hoja de referencia la abuela e hija discuten con quién se quedará Anita, les hago ver la imperiosa necesidad de ser llevada inmediatamente al hospital pero al ver que Anita está totalmente recuperada, la madre de Anita que vive de vender de casa en casa decide llevársela para su casa, primero conseguirá el dinero, se van dos kilómetros abajo del cantón Las Pilas, a un cantón llamado Río Abajo que se bebe las aguas del río Sumpul, aún después de insistir en la necesidad de que Anita sea atendida en un hospital no parecen tomar esa decisión; ya el dinero se acabó, no existe dinero para llevarla, para pagar el transporte; esa realidad mata, lastima, ofende y ¡Muchos la conocemos pero preferimos obviarla!; Anita camina, no hay edema, no hay dolor y nada puedo hacer para que la madre y su pobreza cumpla mis indicaciones médicas; la preocupación “es que debieron matar al timbo para que la ponzoña no avance”; a pesar de toda esa crisis que sucede en mi clínica mi alma reposa, hice todo lo que pude y más.

¿Qué pasa doce horas después?: Mientras me preparo para desayunar llega un pick up a mi clínica, es Anita, la madre no tenía dinero para llevarla al hospital, creyó que con y limón y hojas de higuera Anita mejoraría.

¿Cómo encuentro el estado de Anita?: Comprometida, el miembro inferior izquierdo presenta edema que asciende desde el tobillo hasta la rodilla, Anita se ve diferente, ya no es la Anita que jugaba con el teléfono mientras la atendía, el dolor ha aumentado, le suministro potentes analgésicos mientras la madre me dice que irá a la Policía Nacional Civil o la Unidad de Salud a solicitar transporte , no hay transporte; pareciera una historia de “Aunque Ud. No lo crea” pero es la triste realidad de mi montaña ; soy apenas un peón en este ajedrez llamado vida pero algo debo hacer, decido llevarla con toda urgencia a la unidad de salud La Palma; soy afortunado, encuentro a un gran doctor, mi colega el doctor Vicente Grijalva quien atiene a Anita y debido a que Anita no vive con su madre soy yo quien da los datos sobre lo ocurrido al excelente y abnegado médico; Anita es remitida al hospital Rosales; pregunto cada día a la madre sobre el estado de salud de Anita y ya el diez de mayo se le da el alta después de recibir las atenciones más primorosas por los mejores médicos de Oniricolandia.

No es fácil revertir una neurotoxina pero es más difícil revertir la indolencia de una sociedad sorda y muda como es la nuestra. MORALEJA: Después de que las cosas suceden es tan fácil criticar, decir qué se hizo mal o lo que se debió hacer; todo mundo opina y se convierten en especialistas en infectología, especialistas en serpientes; ¡Qué diferencia es tener minutos y tomar una decisión que salva una vida que juzgar desde la lejanía del dolor!. Impresión Diagnóstica: SERPIENTE MORDIDA POR UNA SOCIEDAD.

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