Sin embargo, hay mucho sentimentalismo alrededor de la vieja ceiba, al punto que quieren dejar un trozo en el parque central, a guisa de monumento, y las escuelas locales le dedican composiciones y versos.
Los aguaceros del ‘invierno’ retrasan la extracción del árbol, cuya sentencia de muerte fue confirmada por el ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, tras verificar que los fungicidas no la curarían.
Célebre por su iluminación navideña y por ser testigo durante dos siglos y medio del nacimiento, desarrollo y apogeo de este territorio, la ceiba de marras amenaza con derrumbarse y aplastar de todo en su caída.
Prensa Latina constató en esa plaza del departamento La Libertad el daño en las raíces del emblemático árbol, cada vez más hueco y sin salvación, por lo que tiene sus días contados: es tan viejo, que su edad apenas es estimada.
Por lo pronto, la alcaldía de Antiguo Cuscatlán ya localizó un ejemplar de 15 metros de altura para reemplazar al icono caído, un proceso costoso pero que las autoridades consideran necesario, justamente por su simbolismo.
Quizás cuando sea talada pueda verificarse en los anillos del tronco la edad real de esta ceiba, representada incluso en el escudo de la ciudad, y protagonista de las festividades navideñas de los Santos Inocentes.
De fuerte impronta mística -religiosas incluso- en otras latitudes, esta especie frondosa también es considerada sagrada los pueblos mesoamericanos, al punto que la consideraron uno de los pilares del universo.
Los mayas la llamaban ‘yaxcheelcab’ (árbol del mundo), una de las esquinas del mundo: la blanca del norte, la negra del oeste, la amarilla del sur, la roja del este y una quinta, verde e infinita, en el centro de la Tierra.
En comunidades de ascendencia indígena como Ataco, Nahuizalco e Izalco hay ceibas centenarias, suerte de altares naturales para invocar a sus ancestros, instalar sus mercados o simplemente refrescarse a su sombra.
Justo a la sombra de una ceiba fue fusilado el general Gerardo Barrios (1813-1865), quien fuera presidente de la República y ahora vigila la plaza con su nombre, entre la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional.
Además, la ceiba fue declarada ‘Árbol de la Paz’ por decreto legislativo el 14 de enero de 1992, para conmemorar la firma de los Acuerdos que pusieron fin a 12 años de conflicto armado en El Salvador.