El obispo Colombo: “Ahora, con Angelelli beato, la Argentina tiene a su Romero”

El Papa lo llamó por teléfono “pocos minutos después de haber firmado la declaración de reconocimiento del martirio”. Marcelo Daniel Colombo, obispo de La Rioja (Argentina) desde 2013, y designado arzobispo de Mendoza el mes pasado por Francisco. “Quiero darte la noticia de que hace unos minutos he firmado el decreto en relación con el martirio de Angelelli” sigue diciendo Colombo, y a continuación cita las palabras que escuchó por teléfono invitando a que “el 4 de agosto se festeje en La Rioja esta buena noticia”. “Después me dijo “que preparara la beatificación lo antes posible”, agrega, remitiendo a la carta que envió a los fieles de su diócesis el 8 de junio, donde habla de un Papa contento y emocionado. El mismo monseñor Colombo fue quien abrió la causa diocesana de beatificación de Angelelli – que terminó en octubre de 2016 – «cuya muerte en un supuesto “triste accidente de tránsito” fue aceptada por todos, aunque décadas después se empezó a comprender que en realidad el prelado – muy crítico con la dictadura militar – había sido asesinado porque buscaba las razones por las cuales habían asesinado a otras tres personas que él conocía».

Ahora Argentina también tiene su Romero. Asesinado – el obispo salvadoreño – por partidarios de la derecha nacionalista, como Angelelli, cuyo martirio fue reconocido después de muchos años – 42 en el caso de Angelelli y 35 en el caso de Romero – y eliminados ambos “por odio a la fe”, como dicen sus respectivos decretos de martirio…

Ambos expresaban una convicción muy profunda sobre el protagonismo de los pobres, sobre la necesidad de una Iglesia más presente de modo testimonial; en ambos se ve el pastor que lee los signos de los tiempos y discierne junto a sus colaboradores y en comunidad, los caminos nuevos. También en ambos casos, la comprensión eclesial de sus muertes estuvo eclipsada por tantos elementos externos de naturaleza política que quisieron acallar el sentido de su entrega; se nota cómo en ambos casos se quiso hacer sentir miedo a pastores y fieles; ambas muertes fueron definitivamente no sólo un modo de acallar sus vidas sino también de “escarmentar” anticipadamente con el miedo a quienes pretendieran continuar ese modo pastoral de amar y servir al pueblo de Dios.

… Y ambos, Romero y Angelelli, fueron atacados – incluso después de su muerte – por algunos sectores de la Iglesia…
Hubo mucho miedo, mucha miopía, mucha incapacidad para leer los signos de Dios, mucho prejuicio…

¿Y cuáles cree que son las diferencias más evidentes entre los dos martirios?

Si bien ambos hombres fueron intachables en sus vidas, santos pastores que captaron el sentido más pleno de su ministerio, en Romero se da como una suerte de “conversión” en la comprensión de su propia misión, de lo que estaba pasando en El Salvador, de lo que le tocaba hacer a la Iglesia; en cambio Angelelli tiene una vida más lineal en cuanto a su modo de ser, de ver y de sentir su propia misión y la de la Iglesia. Desde joven se destacó como líder entre sus compañeros: bonhomía, amistad sacerdotal, compromiso con los sectores obreros y estudiantiles fueron parte de sus luchas desde cura joven. Como obispo auxiliar de Córdoba y como obispo de La Rioja profundizó en esas mismas dimensiones, enriqueciéndose con los nuevos desafíos que iba captando. Cuando llegó a La Rioja, todo ese “capital” de experiencia sacerdotal, humano y pastoral, lo puso al servicio de la construcción de una comunidad cristiana identificada con el Vaticano II y con los valores del Reino de Dios. En este sentido, podemos decir que fue un mártir del Concilio.

Junto con Angelelli se eleva a los altares a los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville, y al laico Wenceslao Pedernera. Dicen que usted insistió mucho en esta “colegialidad de beatos” argentinos…

Juntos trabajaron por el Reino de Dios, juntos dieron la vida por el pueblo de Dios. Carlos Murias es un fraile franciscano conventual, entusiasta, lleno de vida, que se anima a vivir y vibrar con el magisterio de Angelelli, tomando parte en sus desafíos pastorales en los Llanos riojanos; Gabriel Longueville es un sacerdote diocesano francés, de la diócesis de Viviers, con una valiosa experiencia de vida ministerial allí que la pone a disposición del pueblo argentino, primero en Corrientes y luego en La Rioja. En Angelelli encontró un amigo y un testigo creíble que le enriqueció su comprensión del mundo de los pobres, especialmente la religiosidad popular y la capacidad de los pobres para llevar adelante sus vidas.

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