Al emblemático grito de ¡Esta es la U!, consigna que define a esta casa de altos estudios en las duras y las maduras, los salvadoreños recibieron a Buena Fé y los cubanos no decepcionaron: dos horas, 20 canciones y mucha buena vibra.
Desde sus primeros clásicos (No juegues con mi soledad) hasta provocaciones nuevas (La Tormenta), la banda fundada por Israel Rojas y Yoel Martínez repasó buena parte de su repertorio, imposible de agotar en un concierto.
De hecho, entre canción y canción les llovían las peticiones desde las gradas: algunas pudieron complacerlas, otras se quedaron para futuras presentaciones, en particular una posible gira por Centroamérica para el próximo año.
La ausencia de Catalejo, Arsenal o Corazonero fue compensada con la química de Soy, Libre, Gallo de Pelea, Sobreviviente, La Culpa, Pi, Dame Guerra o En Cueros, formidable cierre que invita a vivir con más plenitud y honestidad.
Otras como De Ti Depende, Nacimos Ángeles y Dijo el Diablo le dieron un pie a Israel para conversar con el público de amores, desengaños, optimismo e incluso la libertad de creer en lo que sea, siempre que aporte paz, bondad y amor.
Además, confesó su orgullo de saberse en la tierra de monseñor Oscar Arnulfo Romero, el obispo mártir asesinado por escuadrones de la muerte en 1980, por predicar la justicia social y ser la voz de quienes obligaban a callar.
A medida que avanzaba el concierto subía la intensidad, la banda se lució como ‘ensemble’ y en los solos, y el público -desinhibido y cómplice- quería más de lo que Buena Fe humanamente podía darles… y aún así, dieron un poco más.
La agrupación llegó el sábado tras un mega-concierto en el Malecón habanero, y prácticamente fueron del aeropuerto al estadio Cuscatlán para las pruebas de sonido de cara a su primer compromiso en este país, el domingo en la mañana.
Ese día actuaron ante casi 50 mil personas reunidas en el Coloso de Monserrate para la XXXVI Convención Nacional del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en un mini-recital al que le pusieron alma y corazón.
Aquello fue el preámbulo de lo vivido en la UES, un conciertazo que entusiasmó a salvadoreños y cubanos por igual, y que Israel resumió para Prensa Latina con una promesa: ‘esto tenemos que repetirlo, hay que volver’.