Un estudio analizó los genes de la tortuga Solitario George, el último ejemplar de la especie Chelonidis abingdonii, que habitó la isla Pinta del archipiélago de los Galápagos antes de morir en 2012.
Un grupo internacional de científicos encontró en el ADN de dos tortugas gigantes pistas que podrían desvelar los secretos detrás de la excepcional longevidad de estos animales y ayudar a los investigadores a comprender mejor cómo combatir el cáncer y las enfermedades asociadas con la edad.
Una de estas tortugas vivió más de 100 años y fue hallada en las islas Galápagos (Ecuador). El animal, bautizado como Solitario George, fue el último representante de la especie Chelonidis abingdonii y habitó la isla Pinta antes de morir en 2012 sin dejar descendencia. El otro ejemplar estudiado fue una tortuga de Aldabra (Aldabrachelys gigantea), proveniente de un atolón de coral homónimo en las islas Seychelles, representante de la única especie viva de tortuga gigante en el océano Índico.
En su estudio publicado en Nature Ecology & Evolution, los biólogos hicieron un análisis del genoma completo de las dos tortugas e identificaron los genes relacionados con la reparación del ADN, la respuesta inmune y la supresión de tumores que no se observan en vertebrados con vidas más cortas.
Según los científicos, estos genes podrían no solo estar relacionados con la longevidad de las tortugas, sino también probablemente estarían vinculados con su tamaño inusualmente grande.
Al mismo tiempo, mientras que las especies que viven más tiempo tienden a tener un mayor riesgo de cáncer, esta enfermedad es extremadamente rara en las tortugas. El estudio demostró que estas tienen más supresores de tumores en comparación con otros vertebrados.
«Anteriormente habíamos descrito nueve características del envejecimiento, y después de estudiar 500 genes sobre la base de esta aclaración, encontramos variantes interesantes que podrían afectar a seis de esas características en tortugas gigantes, lo que abre nuevas líneas para la investigación del envejecimiento», afirmó Carlos López-Otín, uno de los autores principales de este estudio de la Universidad de Oviedo (Asturias, España), recoge EurekAlert.